Capítulo 23

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Sky

Dormía plácidamente en la cama. Entraba el aire fresco de la noche por la ventana que había dejado abierta antes de acostarme. Mi mente inquieta por fin me había dejado descansar.

O eso pensaba.

De pronto, sentí algo frío en el cuerpo, húmedo. Abrí los ojos para comprobar, con horror, que estaba rodeada de agua. Ya no estaba en la seguridad de mi habitación; navegaba a la deriva con la cama como navío, la única que me separaba de ese líquido espantoso. La Luna llena era el único testigo.

Cuando el pequeño barco improvisado empezó a tambalearse, se me despertaron todas las alarmas. ¡No, no podía ser cierto! No iba a permitir que sucediera de nuevo.

Pero no podía controlarlo. La cama se empezó a hundir, mi respiración entrecortada convertida en jadeos involuntarios. No podía respirar. ¡No podía estar pasando otra vez!

Grité, pedí ayuda y lloré a moco tendido cuando el agua empezó a cubrirme. El pánico me atravesó las entrañas, el agua fría llenándome los pulmones.

—Por favor, ¡ayuda! —gritaba, desesperada.

No sabía nadar. Me hundía con cada intento que hacía por salir a flote. Era como si una fuerza me arrastrara hacia las profundidades oscuras, así lo sentí. No tenía forma de escapar del destino.

Una ola gigantesca me sumergió en el agua. Pataleé en busca de salir a la superficie. Boqueé una vez, dos, pero cuando me hundí de nuevo ya no hubo manera de emerger. Poco a poco, unas manos invisibles me arrastraron hacia el fondo y, antes de quedarme inconsciente, escuché esas palabras que siempre me perseguían en sueños clavadas en lo más hondo de mi ser:

—Siempre estarás sola.

❦ ❦ ❦ ❦ ❦

Desperté tosiendo.

Los pulmones me ardían y sentía la tremenda necesidad de llenarlos de aire. Jadeé para, segundos después. Salir corriendo al baño y expulsar todo lo que había cenado la noche anterior. Cuando terminé de vomitar, me limpié en el lavabo, mi reflejo se veía mucho más pálido y fantasmal. Me limpié con rabia una lágrima que descendía por mis mejillas.

Apoyé las manos en la superficie fría de mármol, mis ojos clavados en la imagen que me devolvía el espejo cuadrado.

—Solo ha sido un sueño, nada más —hablé, como siempre hacía cada vez que tenía una mala noche—. No debes dejar que esta pesadilla arruine lo feliz que eres, todo lo que Adam te hace sentir.

Caminé de puntillas hasta mi habitación, al final del pasillo. Lo que menos quería era despertar a Felicity, a Nathalie o a mi padre y levantar sospechas. Debía mantener la fachada serena, aunque una vez estuve entre esas cuatro paredes, me desmoroné. Me vine abajo y no pude levantar cabeza en toda la noche, no pude dormir, porque cada vez que cerraba los ojos escuchaba esa voz horrible, esas palabras ponzoñosas incrustadas en mi piel y sentía el lametazo del agua en el alma.

¡Basta! Deja de actuar con imprecisión. Nadie debe ver las grietas que hay en tu escudo.

Adam las ve. Él adora cómo soy. ¿Qué hay de malo en ser yo misma?

—Eres Sky Sephard —le hablé a mi reflejo esa misma mañana mientras me tapaba la horrible cicatriz que tenía, producto del accidente que me marcó para toda la vida—, la chica mala, la reina de los infiernos. ¿Crees que van a creerte si ahora te haces la buena? No, te dirán que eres una mentirosa y te quedarás más sola que antes. ¿Es eso lo que quieres? Si quieres que tu plan perfecto salga bien, debes ser la misma de siempre. Te queda muy poco para que tu nueva vida empiece. No tienes que estropearlo en el último segundo.

Más de mil razones para odiarte (Más de mil razones I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora