Capítulo 36

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♪ Adam

Algo había cambiado en Sky, lo notaba las veces que iba a su casa y la veía interactuar con Lizzie, en cómo había dejado de ser tan borde en el instituto y en lo relajada que se veía cuando estábamos solos.

—Me gusta esta Sky —le dije un día. La había invitado a comer y paseábamos de vuelta a la urbanización tomados de las manos.

Me lanzó una miradita risueña.

—¿Cuál?

—La que tengo delante. —La señalé de arriba abajo con la mano libre—. Estás mucho menos tensa y me encanta que sonrías tanto.

Fue como apretar un interruptor. Se le esculpió una en los labios.

—Ah, ya. Me siento mucho mejor. No sé, parece que todo me está yendo bien. Tengo una pareja muy atractiva, poco a poco me voy abriendo más y creo que podré estudiar la carrera de mis sueños.

La miré de hito en hito.

—¿Lo dices en serio?

Asintió.

—Me han aceptado en la NCU. Al final me he decantado por un doble grado en Derecho y Trabajo Social. Me gusta la idea de ayudar a los demás y creo que así podré contentar a mi padre. No es Medicina ni ninguna otra carrera híper difícil, pero creo que le servirá.

Le di un beso en la mejilla.

—¡No sabes lo orgulloso que estoy de ti, mi pequeña luciérnaga! Vas a llegar muy lejos.

—¿En serio lo crees?

—Por supuesto. Tienes una mente brillante. Estoy segurísimo de que vas a comerte el mundo.

Sky se detuvo en medio de la acera, se colgó de mí y acercó su boca a la mía.

—Nunca nadie en la vida me había tratado tan bien como tú. Eres lo mejor que me ha pasado. Yo... te quiero.

Acorté los pocos centímetros que nos separaban y la besé. Nuestros labios se movían al son de una música silenciosa, al ritmo desbocado que marcaban nuestros corazones. La besé, la besé y la besé hasta quedarme casi sin aliento, hasta que me faltó el oxígeno.

Apoyé la frente en la suya, sus labios hinchados, rojos como cerezas. Sus ojos destacaban gracias al maquillaje, un ligero surco de purpurina en los pómulos. Era preciosa, me hacía tan feliz verla así que no pude contenerme. La alcé entre mis manos y di vueltas en círculo. Sky se aferró a mí, un grito de sorpresa salió de lo más profundo de su garganta.

La deslicé con cuidado hasta volver a colocarla en el suelo. Sus dedos aún en mis brazos, su boca curvada en una sonrisa radiante y las mejillas sonrosadas.

Le di un beso en la punta de la nariz.

—Me quieres —repetí.

Volvió a colgárseme del cuello. Por puro instinto, le coloqué las manos en la cadera.

—Te quiero. Eres el tío más mono que conozco.

—¿Solo soy mono? —Hice un puchero.

Sky se puso de puntillas para darme un beso corto.

—Eres increíble. Me gusta lo bien que me haces sentir, lo a gusto que estoy cuando estoy contigo, cómo me miras y me cuidas... No sé, me siento segura, en paz... ¿Sabes?, mejor me callo. No digo más que jilipolleces.

Enrosqué un mechón de pelo con los dedos.

—Sigue hablando, por favor. Me pasaría la vida escuchándote.

Más de mil razones para odiarte (Más de mil razones I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora