Capítulo 31

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Sky

El viaje de vuelta se me hizo mucho más corto que el de ida. Pronto habíamos llegado ya a las instalaciones del centro infantil y juvenil. Los padres esperaban a sus hijos con expectación. Miré la escena con envidia. Mi padre jamás se había preocupado por mí en ese aspecto; mi madre era la que venía a buscarme y, cuando se largó, volvía sola a casa.

Los próximos quince minutos fueron un batiburrillo de preguntas, interrogatorios y palabras de agradecimiento al ver que los pequeños se lo habían pasado en grande, muchos de ellos llevaban en las manos las manualidades que habían hecho durante la escapada y las caras pintadas gracias a última actividad del día: un pintacaras, cortesía de Adam.

Todo había ido sobre ruedas, mucho mejor de lo que había pensado. Incluso mi relación con Adam había cambiado. Ya no éramos solo dos personas que se gustaban y se daban besos; habíamos acordado mantener una relación exclusiva. Me moría de ganas de tenerlo para mí sola, pero estábamos en el mundo real y, además, él tenía una vida y unos amigos a los que yo no caía bien.

¿Qué pasaría a continuación? ¿Tendríamos citas como en las pelis? ¿O saldríamos a escondidas?

Adam no es la clase de tío que escondería una relación. Le importas. Te importa. Va a hacerte muy feliz.

En lo único en que podía pensar era en todo lo que había pasado, en sus dedos recorriéndome la piel, sus besos ardientes, cómo me había hecho el amor una y otra vez. ¿Quién iba a pensar que iba a enamorarme de la persona que menos esperaba?

Los opuestos se atraen.

Adam me dio un golpecito en la espalda cuando el último crío se alejaba colgado de las manos de sus padres.

—Ha estado bien, ¿no crees? —me preguntó.

Con la mochila al hombro y la mano aún en mi espalda, me guió hacia las instalaciones del centro. Aún debíamos hacer un informe detallado sobre la salida.

—Mucho mejor de lo que esperaba.

Enarcó una ceja con aires de chulito.

—Espero tener algo que ver en eso.

Se me escapó una sonrisita.

—Digamos que algo de culpa sí tienes, hoyuelos. Me lo he pasado en grande y la cita de esta mañana ha sido perfecta. Yo... hacía mucho que no me compenetraba así con nadie.

Entrelazó nuestros dedos.

—Esto es solo el principio, bonita. Tengo grandes planes para nosotros.

Lo miré, fascinada.

—¿Como cuales?

—Tú, yo y una larga vida por delante.

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Llegué a casa agotada. Nos habíamos tenido que quedar más de lo que habíamos esperado por culpa de un pequeño apagón. Así que cuando entré en casa, mi padre me esperaba en el salón de brazos cruzados. Tenía una pierna sobre la otra y la pequeña arruguita que tenía en el entrecejo me puso en alerta. Se avecinaba una buena discusión y todavía no estaba mentalmente preparada para guardar la verdadera Sky; no quería despedirme aún de ella.

Me recorrió un escalofrío cuando se puso en pie.

—¿Qué horas son estas? ¿A ti te parece normal llegar un domingo más tarde de las diez cuando al día siguiente tienes clase?

Cada músculo del cuerpo se me tensó al escucharlo.

—Te he mandado un mensaje hará como dos horas. He tenido un contratiempo y...

Más de mil razones para odiarte (Más de mil razones I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora