CAPÍTULO 32.

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—Todo lo que sea necesario para consentir a mi bella esposa y a mi bebé.

—Será un bebé demasiado consentido.

—No tiene nada de malo, además el primero en comprarle algo puedo apostar que será el abuelo.

—Aún no hemos preparado nada.

—Lo sé, tiene que ser pronto.

—Podemos visitarlo y llevarle un regalo o invitarlo a cenar.

—Tengo una idea.

—¿Cuál?

—El abuelo ama los relojes, podemos comprar uno y pedir que le graben un mensaje atrás.

—Eso es perfecto.

—Haremos eso, pero a comer señora Harrison, porque debe alimentarse y alimentar a nuestro pequeño retoño.

—Como usted diga señor Harrison.

Fuimos al comedor, Elliot me sirvió de comer y se sirvió él, nos sentamos a comer, Elliot posó su mano en mi vientre mientras comíamos y comenzó a acariciarlo.

—Acaricias mucho mi barriga.

—¿No te gusta?

—Me gusta.

—Es que quiero que nuestro pequeño o pequeña sepa que papi va a estar con ustedes.

—Que lindo.

Cuando terminamos de comer, Elliot fue a su oficina a arreglar un asunto, lavé los trastes sin que me viera y cuando terminé me senté en la sala a ver una película, Elliot llegó por detrás de mí y puso las fresas con crema frente a mí, las tomé y rodeó el sillón para sentarse a mi lado.

—Gracias cariño.

—No tienes nada que agradecer.

Me recargué en él y comencé a comer, le ofrecí, pero no le gustaban, así que no comió, vimos la película juntos, cuando se terminó, pusimos otra pero al principio de la película comencé a bostezar, ya era noche y mi cuerpo reclamaba mi cama adorada.

—Vamos a dormir nena.

—Sí por favor.

Apagamos todo y nos dirigimos a nuestra habitación, nos preparamos para dormir, tomé una camisa de Elliot y me la puse, me acosté y Elliot se acostó a mi lado, me atrajo hacia él y acosté mi cabeza en su pecho.

—Buenas noches, pequeña.

—Buenas noches, amor.

Acosté mi cabeza en su pecho y cerré los ojos, intenté quedarme dormida pero no podía, comencé a moverme y a dar vueltas, pero aun así no podía.

—Isa, es hora de dormir.

—Ya lo sé.

—¿No puedes dormir?

—Es que la cama está incómoda.

—Amor, dormiste aquí hace rato y no te quejaste ¿Cómo va a estar incómoda de un momento para otro?

—¿Crees que exagero Elliot Harrison?

—Yo no dije nada.

—Eso creí escuchar.

Me di una vuelta más y subí un pie sobre Elliot, así pude quedarme dormida. Tenía asco, me desperté, me senté en la cama y respiré hondo, las náuseas me golpearon y tuve que correr al baño, Elliot se despertó y me miró, corrió a mí y sostuvo mi cabello, su mano sobaba circularmente mi espalda, cuando estuve mejor, me senté en el suelo y respiré.

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