CAPÍTULO 10.

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Ya es hora de regresar, estamos en el aeropuerto, intento ganar tiempo para no subir, pero Elliot es difícil de convencer para ir en auto.

—Elliot por favor, no quiero subirme a ese pájaro gigante — se rió.

—Es un avión Isa, no te pasará nada, estoy contigo.

—Pero les tengo miedo.

—Tienes que acostumbrarte, tu trabajo se encarga de viajar también.

—Pero Elliot, le tengo miedo a eso.

—Isa, todo va a estar bien, es lo mismo que cuando veníamos aquí.

—Pero...

—Pero nada.

Se acercó a mí y se agachó delante de mí, no supe porque lo hacía hasta que iba sobre su hombro como costal de papas, le decía que me bajara y pataleaba pero él caminaba firme y riéndose de mí, subimos al avión y me sentó en el asiento, me crucé de brazos y me giré a la ventana.

—¿Estás enojada Isi?

—No.

—Bueno, me sentaré del otro lado para que no tengas que verme.

—No — dije rápidamente — siéntate aquí por favor — apunté el asiento de mi lado y se rió negando con la cabeza, se sentó y nos abrochamos los cinturones, el avión comenzó a moverse, tomé su mano y cerré los ojos, cuando lo sentí elevarse apreté su mano un poco y cuando ya no sentí más elevación abrí los ojos, solté la mano de Elliot y comencé a leer un libro mientras él revisaba unos documentos, me quedé dormida sobre el hombro de Elliot, pero me desperté porque estaba mareada.

—¿Estás bien? — preguntó Elliot mirándome atento.

—Solo estoy mareada.

—Es algo normal en los aviones, te traeré un poco de agua.

—Gracias — se levantó y unos segundos después volvió con una botella de agua, me la entregó, le agradecí y bebí agua, después dejé la botella, él se sentó.

—Será mejor que te acuestes un rato — asentí, desabroché mi cinturón y me acosté con mi cabeza sobre el regazo de Elliot, él comenzó a acariciar mi cabeza y lentamente me quedé dormida, el avión iba a aterrizar y Elliot me despertó para ponerme el cinturón.

—¿Te sientes mejor? — asentí, Elliot me abrochó el cinturón y tomé su mano, el avión comenzó a descender y apreté su mano, escondí mi cabeza detrás de su hombro y cuando el avión se quedó apenas abrieron la puerta, bajé corriendo de el, Elliot bajó detrás de mí y recibió nuestras maletas, fuimos al estacionamiento y nos subimos al auto, Elliot arrancó directamente al apartamento, apenas entramos, me tiré al sillón, llegué muerta.

—¿Tienes hambre? — preguntó Elliot.

—Sí ¿tú?

—También.

—Ahora comienzo a cocinar.

—No es necesario, podemos pedir algo.

—Elliot, hemos comido fuera estos días, pero ya estamos aquí y cocinaré.

—Como tú quieras.

—Muy bien — me quité los zapatos y fui a la cocina.

Saqué los ingredientes y todo lo que necesitaba, comencé a preparar la comida, Elliot entró a la cocina unos minutos después.

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