CAPÍTULO 39.

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Estoy en el auto esperando a Elliot para irnos a nuestro nuevo hogar, la mudanza terminó de llevarse las cosas, íbamos a llevar las cosas en el auto, pero cuando comenzamos a empacar, nos dimos cuenta de que necesitábamos un transporte más grande, Elliot subió a el auto y lo encendió.

—¿Lista?

—Sí.

—Vamos a nuestro hogar.

Tomó mi mano y la besó suavemente, arrancó el auto directamente a nuestro hogar, cuando llegamos, la mudanza estaba terminando de bajar nuestras cosas, bajamos del auto y esperamos a que terminaran, una vez que terminaron la casa quedó sola, Elliot y yo nos sentamos en el sillón, estaba cansada, habíamos empacado toda la mañana desde muy temprano.

—¿Cómo te sientes? — puso su mano sobre mi vientre.

—Un poco cansada.

—Descansa.

—No gracias, estoy bien, mejor continuemos con lo que debemos hacer.

—Mi amor, no debes esforzarte tanto.

—Estoy bien cariño, no cargué nada pesado.

—Así debe ser.

—Comencemos por la cocina, debemos acomodar todos los trastes.

—Está bien.

Nos levantamos del sillón, Elliot llevó las cajas de los trastes a la cocina, mientras yo acomodaba los trastes, él distribuía las cajas por toda la casa, estaba subiendo el último vaso a la alacena, me puse de puntitas, pero el vaso se resbaló y cayó al suelo, Elliot llegó corriendo a la cocina.

—¿Estás bien?

—Sí, tranquilo, se me resbaló el vaso. — me agaché para recogerlo y al agarrar un trozo de vidrio me corté — Auch.

—Deja ahí, déjame ver el corte.

—No es nada.

—De todas formas.

—No pasa nada.

—Isabella.

—Está bien — me levanté y Elliot se acercó a mí, tomó mi mano y miró el corte.

—Es pequeño, pero hay que desinfectado.

—Pero...

—Pero nada.

Me tomó de la cintura y me sentó en la barra del desayuno, buscó el botiquín y cuando encontró lo que necesitaba se acercó a mí, se paró entre mis piernas y comenzó a desinfectar la herida, hice una mueca porque me ardió.

—Lo lamento.

—No te preocupes.

Al final, puso una bandita sobre la herida, lo besé suavemente y sonrió, me ayudó a bajar y limpió los vidrios, me ayudó a terminar de acomodar todo, después de la cocina fuimos a la habitación, comencé a acomodar todo dentro del armario, la parte derecha era mía y la izquierda era de Elliot, cuando llegué a los zapatos, ya no pude más, estaba cansada, me dolían los pies y la espalda, me senté en el suelo, Elliot entró al armario, él había acomodado todo en el sótano.

—¿Qué pasa pequeña?

—Faltan los zapatos, pero me duele la espalda y los pies también.

—Descansa, yo me encargo de terminar.

—Gracias ¿Me ayudas a levantarme?

—Sí.

Se acercó a mí y me abrazó por la espalda, me ayudó a ponerme de pie, una vez de pie fui a la cama y me acosté, Elliot llegó y me abrazó por la cintura, puso su cabeza sobre mi vientre y comenzó a besarlo suavemente.

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