CAPÍTULO 8.

6.1K 337 7
                                    

Desperté con un horrible dolor de cabeza, supongo que es parte de la resaca, tenía algo pesado sobre mi cintura, abrí los ojos bien y me di cuenta que era el brazo de un hombre, me giré rápidamente para ver de quien era y me encontré con Elliot, no, no, no, que no haya pasado lo que pienso, me levanté y tenía mi ropa puesta y al parecer Elliot también, solté el aire que había contenido sin darme cuenta, justamente Elliot se removió en la cama, abrió los ojos y miró un poco confundido, se sentó en la cama y se tocó la cabeza.

—¿Qué fue lo que pasó? — preguntó.

—No tengo la menor idea.

—Esta no es mi habitación.

—Es la mía.

—¿Y cómo terminé aquí?

—No lo sé, pero lo único que puedo asegurarte es que bebimos demasiado.

—¿No...pasó...nada? — me apuntó y luego a él.

—No, al parecer no, estamos completamente vestidos.

—No recuerdo nada.

—Yo tampoco, iré a ducharme.

—Está bien — fui al baño, me paré frente al espejo, lavé mi cara y cuando abrí los ojos, vi algo en mi mano, que no había estado antes, tenía dos anillos en mi dedo anular, era uno de compromiso y otro de...boda, no supe que hacer y grité, salí del baño y Elliot se levantó corriendo ya que al parecer se había quedado dormido nuevamente.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? — preguntó preocupado.

—Tu mano izquierda.

—¿Qué tiene mi mano — miró el anillo en su mano — izquierda...

—¿Qué hicimos Elliot? — le pregunté con un nudo en la garganta.

—Quizá es una mala broma. — se levantó de la cama y al lado de la rosa que había puesto en la cómoda había un papel, lo tomó y su cara cambió a una de asombro.

—¿Qué pasa?

—No es una broma.

—¿¡Qué!? — grité.

—Estamos casados, Isabella.

—No, no puede ser.

—Lo es, aquí está el acta de matrimonio.

—Quizá es falsa.

—Al parecer no lo es.

—No, no, no, no — me senté en la cama, todo estaba dando vueltas en mi cabeza y causó una sensación de mareo.

—Pero ¿cómo pasó?

—No lo sé, tengo que recordar, pero no puedo.

—Mira, relajémonos y quizá los recuerdos vienen solos.

—¿Relajarnos, Elliot, estamos en un problema? — grité exaltada.

—Isabella ya arreglaremos esto, nadie lo sabe, solo nosotros, antes de que se enteren podemos divorciarnos y seguir como si nada hubiera pasado.

—Está... — antes de poder terminar, el teléfono de Elliot sonó, contestó.

—Caden... ¿qué?...sí...no...¿cómo?...gracias... — colgó y me miró preocupado.

—¿Qué pasa?

—Creo que estábamos muy borrachos y...

—¿Y qué?

—Llamamos a Caden, a Sophie y a mí abuelo y les anunciamos de nuestro matrimonio.

—¿¡Qué!? — me levanté y comencé a dar vueltas por la habitación, Elliot solo me miraba y yo no podía parar de pensar

NUESTRO ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora