CAPÍTULO 22

5.5K 294 5
                                    

—¿No tienes frío?

—No pequeña, me gusta la brisa del mar.

—A mí también, pero me da frío.

—Pobre pequeña — me abrazó.

Caminamos un poco más, pero me detuve, estaba cansada, faltaba un poco más para llegar a la cabaña, a pesar de que mi cuerpo tiene buena forma, no soy muy buena con el ejercicio.

—¿Qué pasa? — preguntó Elliot.

—Ya me cansé.

—¿Te cansaste?

—Sí — Se inclinó frente a mí, dándome su espalda — ¿Qué haces?

—Cargarte ¿o quieres seguir caminando?

—No.

Me subí a su espalda, Elliot se levantó como si nada, este hombre si que tiene fuerza, comenzó a caminar de regreso, recargué mi cabeza en su hombro y sonreímos, cuando llegamos a la cabaña, tomamos todo y lo subimos al auto, ya estaba todo, nos subimos y Elliot comenzó a conducir a casa, mi estómago gruñó en el camino.

—Elliot.

—Dime pequeña.

—Tengo hambre.

—Ahorita llegaremos a una tienda y compro algo para comer.

—Gracias.

—No hay problema.

Recargué mi sillón y lentamente me fui quedando dormida, me desperté porque me estaban moviendo suavemente, abrí los ojos, Elliot estaba en el asiento del conductor con una bolsa.

—Traje sándwiches.

—Genial — me entregó uno con un jugo — Gracias.

—No hay de que.

Continuamos con nuestro camino después de comer, ya había oscurecido.

—¿Ya vamos a llegar? — pregunté.

—No, todavía no, aún falta un rato.

—El camino es lo único que no me gusta de los viajes — se rió.

—Señora Harrison, para ir a Grecia subiremos a un avión.

—No puede ser.

—No te preocupes, será privado.

—Sigue siendo un avión.

—Un avión con tu esposo, privacidad, una cama... — tragué grueso y sentí mis bragas humedecerse.

—Basta ya, Elliot Harrison.

—Podría apostar que ya estás completamente mojada para mí — su mano apretó mi pierna y fue subiendo hasta llegar a mi entrepierna, comenzó a acariciarla por arriba del short hasta que pudo desatar el broche de este, introdujo su mano dentro de él y tocó mi entrepierna húmeda.

—Como lo supuse, mojada y caliente solo para mí.

—Elliot...— gemí su nombre.

Introdujo sus manos dentro de mis bragas y comenzó a tocar mi entrepierna, introdujo sus dedos robándome un gemido, sus dedos se movían dentro de mí, comencé a mover mis caderas circularmente, Elliot aceleró sus movimientos, mordí mis labios para evitar gemir ante las sensaciones que me provocaba, Elliot sacó el auto de la carretera, a un lugar más oscuro y solo, apagó el auto, desabrochó su cinturón, y se bajó los pantalones y la ropa interior, acomodó su asiento.

—Nos...ahhh...pueden...ahhh...ver...ahhh...aquí — le dije con la respiración pesada.

—No nos ven, además soy yo el que te está haciendo gemir.

NUESTRO ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora