CAPÍTULO 45.

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Estamos preparándonos para la cena de negocios, me puse un vestido elegante, ajustado de arriba, pero suelto en la parte de la barriga para no aplastar a los bebés, Elliot está terminando de bañarse.

—Elliot, apúrate que se hace tarde.

—Ya voy, tranquila.

Unos minutos después salió y comenzó a vestirse, me acerqué a él y abroché los botones que le faltaban de la camisa.

—Se ve preciosa señora Harrison.

—Gracias señor Harrison, usted se ve muy guapo.

—Tengo que estar al nivel de mi esposa — le di un pico.

—Rápido que se hace tarde.

—Voy.

Terminamos de vestirnos y salimos directamente al restaurante donde cenaríamos, llegamos a tiempo, saludamos a los hombres que estaban ahí y nos sentamos, comenzó la cena, a la mitad de la cena los bebés comenzaron a moverse muchísimo, comencé a sentirme incómoda y me removió en el asiento, traté de sonreír lo más normal que pude, acaricié mi vientre lentamente para tratar de tranquilizar a los bebés, pero solo conseguí que se movieran más haciéndome sentir más incómoda.

—Disculpen, ahora vuelvo — me levanté de la silla, todos se levantaron y fui al baño, esperé unos minutos y salí al pasillo, ahí estaba Elliot. — ¿Qué haces aquí amor?

—Esperándote pequeña ¿te sientes bien?

—Sí, no te preocupes, solo son los bebés.

—¿Qué tienen los bebés?

—Están un poco intranquilos.

—¿Quieres que vayamos a casa para que descanses?

—Estoy bien cariño, no te preocupes, tú atiende los asuntos importantes.

—Ustedes son importantes.

—Pero estamos bien, terminemos con la cena y volvamos a casa.

—Está bien, vamos.

Rodeó mi cintura con su brazo y caminamos a la mesa nuevamente, Elliot no me soltó la cintura para que pudiera sentarme.

—Señores, quiero ofrecerles una disculpa, pero mi esposa se encuentra indispuesta y como ustedes saben, la familia es primero, espero que no les moleste — les dijo Elliot.

—Para nada señor Harrison — contestó uno de los hombres.

—No se preocupe, váyanse tranquilos, ya habrá tiempo de hablar sobre esto, el lunes podemos ir a su oficina.

—Me parece perfecto — contestó Elliot, nos despedimos y salimos del restaurante.

—Te dije que podía esperar amor.

—Es mejor que vayamos a casa.

Caminamos a la camioneta, Elliot abrió mi puerta y me ayudó a subir, una vez arriba cerró mi puerta, rodeó la camioneta y se subió, abroché el cinturón nuestro pequeños seguían moviéndose.

—Tienen demasiada energía — puso su mano sobre mi vientre y sintió una patada.

—Van a ser futbolistas.

—Que guarden esas energías para los partidos, a mami le duelen mucho las patadas y la espalda está comenzando a dolerme.

—Vamos a casa para que descanses.

Encendió la camioneta y arrancó directamente a casa, incliné mi asiento, me quité el cinturón y me acosté de lado para mirar a Elliot, sonrió al darse cuenta de que lo estaba mirando.

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