CAPÍTULO 29.

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—Elliot...quiero...ahhh...que...me...des...ahhh...duro... — sonrió.

Tomó mi cintura y comenzó a moverse acelerando el movimiento, sus estocadas eran duras y fuertes, cada que entraba en mí, mi cuerpo se contraía de placer.

—Más...ahhh...ahhh...rápido...

Elliot comenzó a subir la intensidad, mi clímax estaba cerca, enredé mis piernas en su cintura para presionarlo más contra mí, alcancé mi orgasmo y mi cuerpo tembló ante la explosión de sensaciones, Elliot se vino dentro de mí y salió de mi interior, nuestros cuerpos estaban completamente sudados, Elliot se acostó a mi lado y me abrazó.

—¿Cómo están? — dijo Elliot.

—Estamos bien, debes dejar de preocuparte tanto.

—Mi amor, como quieres que no me preocupe.

—Es que apenas hago un movimiento y ya estás preocupado.

—Es que no quiero que les pase nada, yo no siento lo que tu sientes y quiero protegerlos.

—Lo sé cariño — me reí — pero solo falta que pongas cámaras en la oficina para vigilarme todo el día. — lo miré y no dijo nada, solo giró la mirada a otro lado para no verme, eso solo significaba algo. — Elliot Harrison ¿pusiste cámaras en la oficina? — exclamé.

—Ah — contestó haciéndose el desentendido.

—¿Es enserio?

Quité su mano de mi cintura y me levanté de la cama muy rápido y me mareé, me senté lentamente, Elliot intentó acercarse a mí.

—Amor...

—Amor nada.

Me levanté nuevamente cuando ya estuve bien, tomé ropa interior y me puse un vestido, estaba enojada, puso cámaras para vigilarme como a un preso, tomé todo lo que estaba en el suelo y lo aventé al sillón, Elliot se puso el pantalón y su ropa interior y se levantó rápidamente hacia mí.

—Amor, cálmate, tienes que estar tranquila.

—Cálmate ¿¡Quieres que me calme!?

—Isa.

—¡Isa nada, ¿cómo me voy a calmar?, mi esposo no me tiene la confianza suficiente de que me voy a cuidar y estaré bien, está a unos pisos de la maldita oficina y me puso cámaras, me vigilará como a un preso que quiere huir de la cárcel, no me tienes confianza, si no crees que voy a ser una buena madre dímelo desde ahorita.

—Isa, yo no dije que serías mala madre.

—Parece que no confías en mí.

—Claro que confío en mí.

—Entonces ¿por qué me vigilas? ¿acaso crees que pondré en riesgo la vida de nuestro hijo?

—Isa tranquila.

—¡Tranquila nada Elliot Harrison!

—Lo hice por ti y por el bebé.

—Claro, lo hiciste por nosotros, para vigilarnos porque no me crees capaz de tener una responsabilidad tan grande como un hijo.

—Isa — cerré los ojos y respiré profundo, si seguía así, terminaría por explotar y eso no le hace bien a mi bebé.

—No digas más Elliot Harrison — fui al baño y cerré la puerta, estaba enojada, frustrada, abrí la ducha, me desvestí y entré, comencé a llorar, Elliot no confía en mí para ser una buena madre, duré un poco más de media hora en la ducha, cuando salí tenía los ojos hinchados, Elliot estaba en la cama, cuando me vio, intentó acercarse, pero lo detuve con la mano.

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