Capítulo 9: Hablar es importante

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    • Perdona, yo... - titubeó Damon mientras se disculpaba. – Lo siento. – soltó sin más, y ni siquiera registró la respuesta de Elena porque estaba ocupado hablando consigo mismo en su mente.

"La has visto antes en bikini, esto es lo mismo. La has visto antes en bikini, esto es lo mismo.", repitió como si fuera un mantra, tratando no pensar en el contraste de la piel morena de Elena con el sujetador rosa pálido. O en lo suaves que parecían las curvas de los pechos que había atisbado antes de que la chica se cubriera con las manos y se girase completamente roja.

No había querido mirar, pero era hombre y los hombres estaban programados para mirar cuando encontraban a una chica guapa semi desnuda. "Maldita biología", pensó, aunque la culpa era completamente suya por entrar sin llamar a la puerta. Hubiera evitado el incómodo encontronazo si lo hubiera hecho.

Por su parte, Elena se había apresurado a ponerse la primera camiseta que pilló, la de tirantes que usaba como pijama porque aún no había decidido que ponerse para salir. Al menos llevaba puestos unos shorts vaqueros cuando Damon había entrado. Mortalmente avergonzada, pensó que debería haber cerrado la puerta del todo.

Atisbó por encima del hombro y vio que el chico seguía allí plantado, dándole la espalda. Racionalmente sabía que debería echarle de la habitación y darle una charla por entrar sin llamar, lo segundo como mínimo. Pero había notado la emoción en su voz y la ilusión en sus ojos azules cuando se quedó mirándole para comprobar que realmente acababa de entrar mientras se vestía, antes de taparse y darse la vuelta.

Ella nunca le había visto así y fue precisamente eso lo que la hizo decidirse. Se acercó despacio y apoyó con cuidado una mano en su antebrazo. Damon dio un bote y aumentó el rubor que cubría levemente sus mejillas.

• Siento no haber llamado. No se volverá a repetir. – se disculpó de nuevo el chico, ya con más control sobre sí mismo y de forma más coherente.

• No pasa nada, pero llama la próxima vez. – dijo la chica, tratando de quitarle importancia a pesar de que seguía avergonzada. - ¿Querías enseñarme algo?

• Sí, yo... - Damon se medio giró hacia ella, deteniéndose bruscamente para darle la espalda a toda prisa.

• Está bien, puedes mirar. – le tranquilizó Elena.

Damon se dio la vuelta con una mezcla de timidez e indecisión. Sus ojos estaban ahora llenos de arrepentimiento y la chica extendió los brazos para demostrarle que no pasaba nada.

• Tengo algo. – dijo Damon, alzando la mano con la que sujetaba el portátil. – Pero primero me gustaría hablar de unas cosas.

• Claro, siéntate. – le invitó la chica, mirando el ordenador con curiosidad, y sentándose en la cama.

A pesar de que había suficiente espacio para los dos, Damon tomó la silla y la colocó del revés para sentarse, dejando el ordenador en el escritorio pero fuera del alcance de Elena. Estar en la habitación de una chica podía no parecer gran cosa, pero lo era para él y ayudaba el hecho de que no fuese permanente, de que en realidad se tratase de una simple habitación de invitados. Sin embargo sentarse en la cama donde ella dormía, la cama de una chica que no fuese Rebekah, era demasiado.

• Dime que no es romance, por favor. – empezó suplicante.

A Elena le costó un poco pillar de qué hablaba, pero rió entre dientes al comprender que se refería a lo que iban a escribir.

• Mierda. – Damon se cubrió la cara con una mano al tomar eso como un sí.

• No es tan malo. – le consoló ella.

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