Capítulo 20: Se invierten los papeles

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 Al levantarse, Elena revisó su portátil porque lo había dejado descargando una película que lleva tiempo queriendo ver, y además de la película encontró un mail de Damon. El segundo capítulo de la historia que el chico había empezado a escribir, que seguramente sería tan bueno como el primero y no podía llegar en peor momento.

No pudo resistirse a leer y se sentó en la cama con las piernas cruzadas. Devoró el capítulo, que era aún mejor de lo que imaginaba. Damon era realmente bueno cuando se daba el tiempo y la paciencia necesaria como para completar algo él solo. Claro que ella pensaba eso solo porque era lo que parecía, no sospechaba el alcance que podía tener la imaginación del chico ni que era un escritor reconocido. A sus ojos Damon era alguien que se esforzaba por mejorar y que le ponía ganas a lo que hacía, por eso ese mail con ese capítulo tenía más significado del que parecía.

Aún no había decidido que iba a decirle a Damon cuando al fin se decidió a bajar, pero podía haberse ahorrado el esfuerzo porque el chico no estaba en condiciones de comentar nada. Se había quedado completamente dormido, tumbado en el sofá con un cojín como almohada y llevando aún los vaqueros de la noche anterior, y no se despertó cuando Elena se acercó. Ella reprimió una sonrisa al ver lo inocente y despreocupado que parecía así, como un niño y no el adulto torturado por los recuerdos que ella sabía que era.

No se atrevió a tocarle ni quiso hacer ruido para no despertarle. A Damon le venía bien el descanso y así ella no tenía que poner ninguna excusa para evitarle. Vio que el portátil del chico estaba en el suelo y fue a recogerlo para quitarlo del medio. La pantalla estaba subida y se encendió cuando lo movió.

Elena se quedó congelada, sin saber que había tocado. En la pantalla, un Damon más joven y una guapa rubia de ojos azules que había visto en fotos, la novia de Damon, le devolvían la mirada a la vez que le pedían la contraseña de acceso al ordenador. En la imagen, Damon estaba abrazado a su chica y ella reía. Una vez más, resultó evidente lo mucho que se querían y esa información caló hondo dentro de Elena.

¿Cómo se supera un amor así?, se preguntó mentalmente a sí misma, torturándose mientras dejaba el ordenador sobre la mesa, intentando no mirarlo mucho hasta que la pantalla se apagó de nuevo. Se apresuró a salir del salón en cuanto lo hubo colocado y fue a cocina a preparar el desayuno, lo más silenciosamente posible.

Puso tanto cuidado que el chico siguió durmiendo sin inmutarse mientras ella desayunaba y después mientras se preparaba para ir a la playa. Se detuvo y contempló al chico dormido cuando pasó por el salón de camino a la entrada. No le parecía buena idea irse sin que Damon lo supiera. Podía dejarle una nota, pero si por algún motivo no la veía, se preocuparía y podría entrar en pánico. Y ese era un episodio que Elena no quería repetir.

Suspiró, pero se acercó y empezó a despertarle con cuidado. Tampoco quería que se hiciera daño en el brazo por culpa de algún movimiento brusco, bastante malo era ya que hubiera dormido en el sofá. Desorientado, a Damon le costó un poco ubicarse, el mismo tiempo que tardó en recordar que se había quedado dormido en el salón.

Lo que sí reconoció a la primera fueron los dulces ojos castaños de la chica que estaba arrodillada a su lado. Y eso le gustó, porque también la reconoció a ella. La chica con la que podía convivir cómodamente, la que le había estado acompañando en el hospital, la que no solía rendirse con él. En resumen, quién le había despertado era la Elena que le gustaba ver y con la que tan cómodo se sentía.

Buenos días, dormilón. – le dijo ella al ver que estaba despierto.

Serán para ti. – bostezó Damon, desperezándose todo lo que su hombro le permitía.

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