Capítulo 24: Solo quédate

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Damon estaba sentado solo cuando volvió. Con expresión impenetrable, sostenía su vaso con una mano y el otro brazo lo tenía sobre el respaldo del asiento vacío que tenía al lado. No se inmutó cuando Elena lo ocupó, el único signo de reconocimiento fue quitar el brazo del sillón cuando se sentó. La chica notó que su vaso vacío había sido remplazado por una nueva copa y apuntó mentalmente que debía pagársela a Damon, pero primero tenía que hacer algo antes de que perdiera el valor.

• Damon. – le llamó, y el chico bebió un poco más de bourbon antes de dedicarle atención. - ¿Estás bien? – cambió de idea al solo ver oscuridad en sus ojos.

• ¿Por qué no habría de estarlo? – respondió el joven a la defensiva.

Elena sabía que a veces estar con sus amigos era complicado para él, pero no sabía cómo decírselo sin que pareciera que estaba metiéndose donde no la llamaban.

• ¿Querías algo? – preguntó Damon al solo obtener silencio como respuesta. Estaba tan incómodo con la presencia de Elena que buscaba distraerse de la única forma que podía: bebiendo.

Elena lo dejó estar y aprovechó el cable que Damon le acababa de tender sin saberlo. Puso sobre la mesa la pequeña caja cuadrada envuelta en papel de regalo azul que había estado ocultando entre sus manos. Hasta su conversación con Ric no estaba segura de sí debía dárselo a Damon, lo había metido en el bolso en un impulso, por si acaso se presentaba alguna oportunidad. Claro que ni se imaginaba que la oportunidad fuese así.

• Quería darte esto. – dijo, empujando tímidamente el paquetito hacia él.

Damon lo miró con los ojos como platos, demasiado sorprendido como para reaccionar de otra forma que no fuera bebiéndose medio vaso de un trago.

• No sabía si querías que te felicitase por tu cumpleaños, por eso no lo hice. – continuó explicándose Elena, dejándole claro que se había acordado. – Pero esto ya lo tenía de antes y bueno, es para ti.

• Gracias. – dijo, cogiendo el regalo con recelos. – No tenías que regalarme nada. ¿Además cómo lo sabías? – preguntó extrañado.

• De cuando te ingresaron y me dejaste rellenando tus datos.

• Es verdad. – recordó Damon, cuando todavía se llevaban bien y podían hablar de cualquier cosa. Precisamente por eso le extrañó que se hubiera acordado y que tuviera un regalo para él. No tenía sentido. – De todas formas no tenías que haberte molestado. – insistió.

• Solo es un detalle. – se encogió de hombros Elena, ya no tan segura de que hubiera sido una buena idea. En su momento, cuando Damon la había obligado a irse a casa después de pasar la noche en el hospital, le había parecido un detallazo cuando lo vio mientras compraba algunas cosas que necesitaban.

• No sé qué decir. – negó un poco con la cabeza, completamente desconcertado.

• Gracias es lo que se suele decir en estos casos. – sonrió levemente Elena porque Damon no la estuviera rechazando como tanto temía.

• Gracias. – repitió el chico y se dispuso a abrirlo.

• No, espera, no lo abras aquí. Mejor cuando estés solo. – le pidió Elena, impidiéndoselo cuando ya había roto un poco el papel.

Damon miró fijamente la mano de ella sobre la suya y ya no aguantó más. Todo el alcohol que había bebido hizo que sus barreras se derrumbaran, y se expuso sinceramente ante a Elena, a pesar de las altas posibilidades de salir herido de nuevo. Soltó el paquete sobre la mesa y se llevó ambas manos a los cabellos, apartando bruscamente la de Elena.

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