Capítulo 22: Distancia

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    • No puedes estar hablando en serio, Ric. – dijo Damon, tras lo que a su amigo le parecieron horas.

Ric se acercó al sillón en dos decididas zancadas.

• Espabila, Damon. – le regañó dándole una colleja, con lo que Damon le atravesó con la mirada. - ¿Por qué crees que te jode tanto que se vaya con otro? ¿O qué te ignore cuando estáis en la misma casa? ¡Es porque te gusta! – le gritó, harto de la actitud de Damon al ver en sus ojos que estaba cerrándose en banda.

Damon dejó el ordenador a un lado y se levantó, colocándose frente a Ric.

• Tú estás delirando. – dijo, negando con la cabeza.

• Venga ya. – se desesperó Ric, pasándose una mano por la cara en gesto de frustración. – Si es que ni siquiera quieres verlo. ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo que te guste Elena?

• ¿Qué tiene de malo? – repitió Damon, poniendo los ojos como platos.

• Sí, joder. Es guapa, simpática, divertida, te ha ayudado un montón y lo sabes. Es muy buena chica, ¿qué le ves de malo? – preguntó de nuevo.

• Pero Ric, ¿tú te estás oyendo? ¿Cómo eres capaz de decirme eso? – preguntó horrorizado, ignorando la pregunta de su amigo.

• Pues para que espabiles, asumas la realidad y hagas algo al respecto en vez de estar aquí tirado. – respondió Ric sinceramente, sosteniéndole valientemente la mirada.

• ¿Tú le harías eso a Jenna? – preguntó Damon.

• ¿Qué? Claro que no, la quiero con toda mi alma y lo sabes. – contestó su amigo, algo desconcertado por el cambio de tema.

• ¿Entonces cómo eres capaz de decirme que lo haga? – insistió Damon.

• ¡Porque es diferente! ¡Tú no estás con nadie! ¡No fuiste el que murió! ¡Supéralo de una puta vez y vive tu vida! – le soltó desesperado, dándose cuenta demasiado tarde de que había cruzado un límite, especialmente porque era un tema tabú del que no hablaban, al ver la reacción de su amigo.

Damon tensó la mandíbula como si fuera a rompérsela y empezó a palidecer al escuchar las palabras de Ric. Sus barreras cayeron y el dolor se reflejó claramente en el azul de sus ojos, y Ric lo vio, sintiéndose culpable al instante. El chico abrió la boca para disculparse pero Damon no le dejó al salir huyendo.

Consiguió alcanzar la habitación en la que se estaba quedando y puso la puerta entre ambos, dejando que actuara como barrera. Respiraba agitadamente, intentando controlarse, mientras se aferraba al pomo para impedir que Ric entrase.

• ¡Damon! Lo siento. – se disculpó Ric desde el pasillo, tratando desesperadamente de abrir, apoyándose incluso en la puerta, ya más calmado. – No debería haber dicho eso, no sé en que estaba pensando. – continuó cuando Damon no contestó. – Déjame entrar, por favor, hablemos. – le suplicó.

Para su sorpresa la puerta empezó a abrirse lentamente.

• Lo has dicho porque es lo que piensas que debería hacer. – dijo un alicaído Damon cuando la puerta se abrió del todo, seguía agarrando el pomo como si le fuera la vida en ello.

• No, es lo que me gustaría que hicieras porque te echo de menos, Damon. – se apresuró a rectificar Ric, y Damon se limitó a agachar la cabeza. – Entiendo que tiene que ser a tu ritmo y nunca te he presionado, tampoco quería hacerlo ahora. Siento que haya sonado así. – se disculpó de nuevo.

Damon no respondió nada y se rascó pensativo la cabeza.

• ¿Por qué dices que me echas de menos? Si nunca me he ido y tú eres el que siempre está liado. – preguntó extrañado.

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