Capítulo 25: La cruda realidad

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Damon no quería despertar, estaba más agusto de lo que recordaba en años. Se acurrucó un poco más contra el cálido cuerpo que sentía al lado. Tenía la costumbre de dormir abrazado a algo, normalmente una almohada porque desgraciadamente dormía solo tras perder a Rebekah, y por eso no le extrañó estar abrazado a ese cuerpo. También tenía una pierna enredada en otras dos que no eran suyas y notaba contacto directo piel con piel allí donde se le había subido un poco el pantalón.

Notaba que le martilleaba la cabeza y ese era un motivo más para no despertar, estaba tan bien así que luchó con todas sus fuerzas para seguir durmiendo. Con los ojos cerrados, escondió la cabeza contra un hueco del que emanaba un leve pero conocido olor a frutas y depositó un suave beso allí.

Su acompañante se removió un poco al sentir la caricia de sus labios y eso le dio la conciencia a Damon de que era real. No estaba soñando que despertaba con Rebekah, de verdad estaba durmiendo con alguien. No, con alguien no, con Elena como reconoció por la colonia y eso lo hacía todo aún peor.

Abrió los ojos asustado a la vez que la apartaba de él con un empujón. Usó tanta fuerza que la tiró de la cama, despertándola bruscamente.

• ¿Damon? – preguntó Elena confundida, tratando de espabilarse por encima del dolor de cabeza y el golpe del brusco despertar.

Al alzar la cabeza vio que el chico la miraba incorporado en la cama con los ojos muy abiertos, en los que era claramente visible el pánico.

• No. – fue todo lo que alcanzó a decir, repasándola con la mirada de arriba abajo, comprobando que efectivamente no se había equivocado y que llevaba puesta una camiseta suya y aparentemente nada más.

• ¿Estás bien? – se preocupó Elena, poniéndose en pie a pesar del nudo que sentía en el estómago por la negación de Damon.

Damon saltó literalmente de la cama, desesperado por poner espacio entre ellos y tropezó con sus propios zapatos. Los cogió y se miró a sí mismo, comprobando que tenía el resto de la ropa en su sitio. Al menos no se había acostado con Elena, pero ¿entonces qué había pasado entre ellos? La llegada de los recuerdos de la noche anterior borró el poco alivio que le había producido el verse completamente vestido.

• Joder, no. – dijo, llevándose la mano libre a la cabeza para revolverse el cabello.

• ¿No a qué? – preguntó Elena con un hilo de voz, haciéndole volver a la realidad.

• No a esto. A lo que fuese que pasase anoche, solo fue un error. Me emborraché demasiado. – confesó sin atreverse a mirarla a la cara.

• No es verdad, deseabas esto. – le rebatió la chica, cruzándose de brazos. – Estábamos borrachos, sí, ¿y qué? Lo pasamos bien y no hicimos nada que no quisiéramos, ¿no?

• No quería esto, no lo quiero. – negó Damon rápidamente. Después comprendió que así estaba destrozando la amistad que habían arreglado anoche, pero ya era demasiado tarde como para volver atrás, necesitaba dejar claro los límites.

• ¿Entonces por qué me devolviste el beso anoche? ¿Por qué te metiste en mi cama y me abrazaste cuando volviste a la playa? Porque ahí no puedes poner el alcohol como excusa. Sientes lo mismo que yo, ¿verdad? – preguntó, con lágrimas a punto de brotar de sus ojos al sentir que le estaba perdiendo otra vez.

Damon negó con la cabeza y no fue capaz de aguantar más la situación. Echó a correr con los zapatos en la mano como si le persiguiera el mismísimo diablo en persona, incapaz de darle una respuesta a Elena. La chica no consiguió reaccionar a tiempo, solo el sonido de la puerta de la entrada al cerrarse la hizo comprender la cruda realidad. No pudo reprimir las lágrimas porque Damon la hubiera dejado sola después de todo lo que había pasado la noche anterior y se dejó caer al suelo, acurrucándose sobre sí misma.

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