Capítulo 7: Algo a cambio

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Damon siguió su ruta habitual con la moto. Primero a las afueras, hasta la pista de tierra donde iban muchos de los chavales con sus bicicletas y se quedó parado sobre la moto con el casco quitado, contemplándolos mientras saltaban los obstáculos o hacían carreras. Los chicos estaban acostumbrados a verle ahí, la prueba fue que algunos le saludaron con la mano y uno hasta se acercó.

• ¿Hoy tampoco te animas? – le preguntó el chaval, de unos doce o trece años, derrapando con la bicicleta al detenerse a su lado.

• No estoy de humor. – contestó Damon, con los ojos fijos en la pista. Había visto más de una y sabía que también podía utilizarse la pista con motos además de con bicis. Y él desde luego que no iba a subirse a una bici, ni tampoco a arriesgarse con la moto mientras los niños estuvieran allí.

• Cobarde. – rió el chaval entre dientes.

• No he dicho que no, solo que no hoy. – dijo Damon y se giró a mirarle. - ¿Cómo te llamas?

• Tyler Lockwood. Y soy el mejor de todos estos. – señaló a sus amigos con el brazo. – Si quieres te enseño algún truco. – ofreció.

• Gracias, pero creo que aún no puedes llevar una de estas. – rió Damon, palmeando la moto.

• No puede haber tanta diferencia. – se encogió de hombros el chico.

• Está bien, lo tendré en cuenta. – cedió Damon, a lo que Tyler sonrió encantado. – Pero otro día, en serio. Hoy tengo otras cosas que hacer.

• Hecho. – sonrió Tyler más ampliamente y le ofreció la mano para sellar el trato chocando los cinco.

Damon lo hizo con gesto serio y se colocó el casco para ir a su siguiente destino.

• ¡Eh, espera! – le llamó Tyler. – No me has dicho tu nombre, ¿o prefieres que te sigamos llamando el mirón? – le preguntó, haciendo que Damon riera y se subiera la visera.

• Damon Salvatore. Ya nos veremos. – le guiñó el ojo y Tyler asintió con seriedad, pedaleando hacia sus amigos.

Damon esperó hasta que estuvo con el grupo y encendió el motor. En sus vagabundeos con la moto había encontrado varios lugares interesantes, incluida una pequeña calita de arena de apenas unos metros de ancho que estaba entre dos zonas de rocas. Seguramente era por eso por lo que pasaba desapercibida, pero era perfecta para alguien como él que buscaba estar solo y por eso fue allí donde le llevó su instinto.

Se quitó la camiseta y la dejó en el asiento de moto cuando guardó el casco y sacó una toalla y un libro. Se descalzó y se echó en la arena dispuesto a aceptar el consejo de Ric, o de Jenna según se mirase. Nunca había releído sus libros después de que estuviesen completamente editados y su trabajo hubiese terminado. Por eso le pareció buena idea, bueno, por eso y porque la noche anterior había soñado con Damien por haber estado leyendo a Elena.

Así que se armó de paciencia y abrió el libro por la primera página. Algunas partes tuvo que saltárselas, leer sobre la relación de Damien y Hannah era demasiado para él, especialmente porque algunas escenas estaban basadas en sus propias experiencias. Quitando esos pequeños detalles, la misión de Damien le pareció que estaba bien pero no le atrapó como recordaba del pasado. Y desde luego no como le había atrapado lo que había escrito Elena.

Dejó el libro tras varios capítulos y suspiró frustrado. Otra cosa más que tampoco funcionaba y ya había perdido la cuenta de todo lo que había intentado. Sacó el móvil para ver cuánto tiempo había perdido esta vez y vio que tenía varios mensajes. Se sorprendió porque uno de ellos fuese de Elena, de hacía un par de horas, y más que se sorprendió al leerlo.

Mientras escriboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora