Capítulo 21: ¿Qué he hecho?

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Era tan temprano que por suerte no había nadie por la playa. Por eso Damon había decidido airearse y dar una vuelta, incapaz de aguantar ni un minuto más encerrado entre cuatro paredes con Elena. No quería verla, en estos momentos ni siquiera quería estar cerca de ella después de la conversación de la noche anterior, en la que ella le había mentido sin remordimientos.

Se había ido a su habitación, pero no había podido dejar de darle vueltas. Le dolía que después de todo Elena no confiara en él, pero más le dolía que la única persona con la que se había abierto tras la muerte de Rebekah, porque por muy injusto que sonase se había abierto más con Elena que con sus amigos de toda la vida, ahora pasase de él sin darle ningún motivo. Aunque tampoco hacía falta ser un genio para saber lo que pasaba, Elena había terminado por hartase de la complicación andante que era él.

El constante sonido del mar a su lado le ayudaba a relajarse un poco, lo mínimo imprescindible como para no explotar en cualquier instante. Estaba a punto de darse media vuelta y volver, después de todo tenía una revisión en el hospital a la que no podía faltar, cuando vio algo que le dejó congelado en el sitio.

Mason estaba en la orilla, a unos metros de él, flirteando descaradamente con una joven rubia que llevaba el pelo recogido en una coleta. La acompañaba un perro, y Mason estaba agachado junto al animal, acariciándolo mientras que centraba su mirada en la chica. Un truco muy viejo, que Damon reconoció aunque nunca lo había puesto en práctica.

Pero eso no fue lo que le importó. Lo importante de esa escena era que Mason, con el que Elena le había sustituido porque no era ningún secreto que ahora salía a todas horas con él, estaba ligando con otra que no era Elena. Damon apostaría cualquier cosa a que Elena no tenía ni idea de a lo que se dedicaba su cita cuando no estaban juntos. Mason nunca le había caído bien aunque hasta entonces no había tenido ningún motivo real para justificarlo, siempre había odiado a los tipos como él.

• ¡Eh! – gritó, llevando derecho hacia ellos. - ¿Sabe Elena lo que estás haciendo? – preguntó con cara de niño bueno pero voz fría, fulminando a Mason con la mirada, quién no podía creer que Damon le estuviese fastidiando un ligue otra vez.

• ¿No tienes otra cosa mejor que hacer? – le respondió de mala gana, poniéndose un pie.

• ¿Eso es lo único que se te ocurre decir? – replicó Damon, en el mismo tono de voz que antes.

• ¿Quién es Elena? – preguntó la chica, tocando suavemente el antebrazo de Mason para llamarle la atención.

• Solo una amiga. – contestó el chico, sonriéndola y suavizando la voz.

• Mentira. – interrumpió Damon, aumentando la confusión de la chica.

• ¿Quieres callarte de una vez? – le soltó Mason, girándose hacia la chica y repitiendo que Elena solo era una amiga y que Damon no sabía lo que decía.

• Os he visto juntos. – le acusó Damon, insistiendo. – Sé como la miras, sé reconocer las señales, yo también soy un tío. Sé que hay algo entre vosotros.

• Sí, una amistad. – le recalcó Mason. – Escucha, mejor vámonos a otro sitio. – le dijo a la chica.

• ¿En serio? – alucinó Damon porque no se cortara ni un pelo. – Pienso contárselo a Elena, que lo sepas. – amenazó sin ni pensarlo demasiado, ya que Elena y él no estaban en un punto en el que pudieran simplemente sentarse a hablar.

• No te molestes, ya se lo cuento yo. No sé que ha podido ver en ti, de verdad. – replicó Mason con desprecio y tomó a la chica de la mano para alejarla un poco de Damon y que pudieran hablar más tranquilamente, aunque ahora gracias al idiota de Damon iba a tener que convencerla de que no tenía nada con nadie.

Mientras escriboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora