Capítulo 04: sin precio

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Panem - Capitolio

Comenzaba a levantarse el alba en el Capitolio y junto con ella aparecía el aire brumoso de la ciudad. Morgan entró en la regadera, configurándola para recibir nada más que agua fría en compañía de un jabón que solamente tenía la leyenda «tropical».

Al salir se colocó un par de pantalones negros, una especie de túnica negra larga con capucha y zapatos negros de piel.
En cuanto entró al comedor y no encontró a nadie supo que le venía mejor. Miró al avox que se mantenía erguido a un lado de la mesa, recordando el incidente de Katniss y Delly Cartwright. Tomó un plato y comenzó a servirse cereales calientes condimentados con canela junto a un muffin de mora azul y una taza de café negro amargo. Estaba por tomar asiento cuando escuchó pasos.

Katniss entró al comedor con tanta emoción como ella. No dijo palabra mientras tomaba un plato y comenzaba a servirse por sí misma, ni siquiera la miraba. Era como si nuevamente volvieran al principio.
No fue hasta que llegaron Peeta y Haymitch que el ambiente se aligeró. Comieron en silencio hasta que cada uno hubiese terminado, entonces Haymitch se reclinó en su silla destapando su botellita de licor.

—Bueno, vayamos al asunto; el entrenamiento— comenzó a decir mientras Morgan bebía de su taza con la mirada puesta en el balcón —. Antes que nada, pueden entrenarse por separado si así lo quieren, decídanlo ahora.

—¿Por qué íbamos a querer entrenar por separado?— preguntó Katniss.

—Supongamos que tienes una habilidad secreta que no quieres que sepan los demás hasta el día en el que sean lanzados al estadio.

—No tengo ninguna— respondió Peeta a la mirada de Katniss —, y la tuya ya la sé. Es decir, he comido más de una de tus ardillas.

—Pueden entrenarnos juntos— declaró Katniss, a lo que Peeta asintió.

—De acuerdo, entonces denme una idea de lo que saben hacer— pidió Haymitch.

Ninguno respondió de inmediato hasta que Peeta suspiró.

—No sé hacer nada, a menos que hornear pan cuente.

—No lo hace— respondió Morgan con la mirada puesta aún en la vista a la ciudad.

—Bueno, bueno— prosiguió Haymitch al notar el recelo —, Katniss ya sabemos que eres buena con el cuchillo.

—En realidad no— confesó Katniss.

—Es buena con el arco y la flecha, tiene una puntería que podría ser letal— intervino Morgan, mirándola finalmente —. Y si quieres una estrategia, mantente alejada de los arcos hasta el día de la sesión con los vigilantes.

Morgan dejó la taza vacía sobre la mesa, poniéndose de pie una vez hubo dicho eso y salió del comedor. Llegó a su habitación, recostándose y decidida a ceder ante el cansancio. Estaba dispuesta a soportar un par de pesadillas si eso significaba olvidarse de la realidad por un instante.

Esa misma noche, después de la cena en la que Effie y Haymitch se habían encargado de bombardearlos con preguntas sobre el primer día de entrenamiento, conciliar el sueño se le hacía imposible.
Comenzaba a sentir calor dentro de su habitación y sabía que podía modificar la temperatura hasta congelarla como el Ártico, sin embargo decidió salir al balcón con la cajetilla y el mechero en mano. Era lo más parecido que tenía al pórtico de su casa. Y le ayudaba. Le ayudaba a mantener el control.

Encendió el cigarrillo, dando la primera calada y sintiendo el humo quemarle la garganta hasta ser expulsado. Extrañaba a Madge. Extrañaba a su padre. Extrañaba a su madre.

Cenizas | Katniss EverdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora