Capítulo 05: vidas diferentes

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Panem - Capitolio

Effie no paraba de caminar de un lado a otro, impaciente. Decía que ya habían tardado, que deberían estar de regreso, que sentía que desfallecería. Haymitch se dedicaba a calmarla explicándole que eran el último distrito, por lo que era inevitable que demoraran.

Durante la sesión privada con los vigilantes era importante utilizar las mejores habilidades que tuvieras entre manos. Ya que la sesión era privada, ellos se encargaban de calificarte entre uno y doce, donde uno era irremediablemente malo y doce era insuperablemente bueno. Ese era un punto de partida para los patrocinadores, lo cual guiaría la jerarquía de apuestas durante todos los juegos.

—¡Finalmente!— exclamó Effie en cuanto vió a Peeta salir del elevador —. ¿Qué tal lo hiciste? ¿Crees que hayas gustado? ¿Pudiste ver algún rastro de las presentaciones de los demás?

Haymitch le hizo un gesto con la mano que le indicó que se tranquilizara, poniéndole una mano al hombro a Peeta para guiarlo hasta la estancia.

—Démosle un respiro— dijo Haymitch en cuanto Peeta se sentó. El rubio sonreía a labios cerrados, pero había cierto atisbo de desilusión en sus gestos. Haymitch le tendió un vaso con un tipo de gaseosa naranja que burbujeaba en la boca —. Ahora sí, cuéntanos sobre tu presentación.

—Bueno— Peeta comenzó dudoso —, utilicé los pesos como habíamos planeado. No creo que me garantice algo, ni siquiera estaban prestando atención. 

—Eres más fuerte que la mayoría, tendrán que brindarte algo por eso— aseguró Morgan.

De pronto las puertas del ascensor se abrieron de nuevo. Katniss salió y atravesó el vestíbulo para seguirse de filo a su habitación, ignorando los llamados de Effie y Haymitch.

—Pero que modales son esos— soltó Effie con indignación. Morgan en cambio se levantó como si un resorte la hubiera arrojado fuera del sillón. Haymitch también se puso de pie.

—No, iré yo, esperen aquí— les dijo Morgan siguiéndola hasta su habitación. Dió dos ligeros golpes con los nudillos a la puerta. No hubo respuesta —. Katniss, soy yo.

Escuchó un par de pasos hasta que el pestillo de la puerta fue liberado. Morgan abrió despacio, entrando para cerrar la puerta tras de ella. Katniss estaba sentada al borde de la cama, intentando limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano.

—¿Qué sucedió?— preguntó Morgan.

La castaña la miró sintiendo sus ojos volver a humedecerse. Sabía que la voz le fallaría por lo que se levantó para ir a rodearle el cuello en un abrazo que Morgan correspondió al instante.

—Lo estropeé— respondió tras un par de segundos. Morgan se mantuvo en silencio, dándole el tiempo que necesitaba para aferrarse a su voz —. Enviarán a agentes de la paz para arrestarme. Quizá me conviertan en un avox. Quizá me corten la lengua.

Morgan dejó suaves caricias en su cintura, sin aligerar el agarre.

—Necesito que me cuentes lo que pasó—le pidió ella.

Entonces lo hizo. Comenzó a contar cuando llamaron su nombre en la sala de espera, era la última y la sala ya estaba vacía. En cuanto entró supo que estaba en desventaja; los vigilantes habían visto a veintitrés tributos más y para ese punto lo único que querían era marcharse. Ellos bebían, charlaban, reían y se codeaban como si estuvieran en una reunión más que en una sesión.
Katniss intentó llamar su atención, presentándose y diciendo el número de su distrito, luego tomó el arco junto a un carcaj de flechas que se echó a la espalda y se dirigió a la zona de tiro. En cuanto colocó la flecha supo que algo estaba mal; la cuerda estaba mucho más tensa. Disparó pero quedó a pocos centímetros del blanco, lo cual causó que perdiera la poca atención que los vigilantes habían puesto sobre ella.

Cenizas | Katniss EverdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora