Capítulo 13: no es una condena

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Panem - Capitolio

Dió otro sorbo a la copa en su mano mientras atravesaba el pasillo hacia la escalera. Había terminado de tocar como se lo habían ordenado, pero decidió por sí misma darse un respiro de todos. No quería bajar para volver a ser el centro de atención, para tener que sonreír otras trescientas veces y agradecer los halagos a su canción.
Apoyó ambos brazos en la barandilla de madera, mirando hacia abajo con la mente dispersa.

Después de siete largos meses en los que había sido forzada a quedarse en el Capitolio para la cortina de humo que era su relación con Madeleine, era enviada devuelta al único lugar al que no quería ir. Antes habría extrañado su hogar; despertar y ver las cosas en su habitación, levantarse en las madrugadas para beber café en el pórtico, sentir el humo del cigarrillo entibiarle las puntas de los dedos. Ahora simplemente resultaba fuera de lugar. No podía imaginar ver otras dos casas ocupadas, con las luces de las cocinas encendidas y el humo saliéndoles por las chimeneas.

—¡Es hora de dar las gracias y despedirse, niños!—exclamó Effie desde uno de los extremos del salón. Su voz había creado eco hasta llegar al tercer piso.

Morgan arrugó un poco la nariz al escuchar su expresión y bebió de golpe el licor que quedaba en su copa, avanzando para comenzar a descender la escalera hasta que una voz la detuvo.

—Ella no es quien ellos creen— la añeja e insípida voz de Snow se escapaba por la rendija que habían dejado abierta en el umbral de la puerta —. No es una líder, solamente quiere salvarse a sí misma.

—Eso es cierto— una segunda voz que Morgan no consiguió reconocer se había unido a la conversación. 

Ésta colocó la copa sobre la barandilla, acercándose con sumo cuidado al espacio entreabierto de la puerta para observar. Snow estaba de espaldas, mirando una proyección que había sido colocada sobre la mesa en donde se podían observar los disturbios de los distritos. Fuego, gritos, llanto, golpes. Incluso el sonido electrizante de los bastones paralizantes que usaban los agentes de la paz era perceptible.
Junto a él, un hombre regordete, rubio y de cabello escaso asentía con la cara rechoncha cubierta en un color rojizo.

—Ella se volvió una luz de esperanza para la rebelión. Katniss Everdeen tiene que ser eliminada— continuó Snow con la voz gélida.

—Coincido en que debe morir— asintió nuevamente el hombre —, pero a su debido tiempo y de la manera correcta. Debemos actuar con inteligencia. Destruir su imagen, el pueblo se encargará del resto.

—¿Qué sugieres?

—Hacerles ver que ella no es una de ellos, sino una de nosotros— continuó él al inclinarse sobre la mesa para hablar con voz baja —. Utilizar su boda para sembrar miedo.

Morgan endureció la mandíbula.

—El miedo no funciona si tienen esperanza— rebatió Snow con un siseó que delataba que comenzaba a perder la paciencia.

—Enfoquémonos en su compromiso. ¿Cómo lucirá su vestido? Latigazos. ¿Cuál será el pastel? Ejecuciones. ¿Quiénes asistirán? Miedo— una ancha sonrisa se abrió paso entre sus mejillas regordetas y rojas —. Para cuando terminemos lo odiarán tanto que la matarán por usted.

—Brillante.

—¡Dios mío, Morgan!— el grito de Effie desde el salón de abajo la hizo dar un paso atrás —. ¿En dónde te metiste? ¡Necesitamos cumplir con el horario!

No dudó en comenzar a bajar las escaleras para reunirse con su equipo. Aún sentía la sangre caliente, la mente le daba vueltas con todo lo que había escuchado, permitiendo que se repitiera en su cabeza como un mal disco.
Fueron transportados hasta la estación del tren en coches de vidrios oscuros. Morgan se encargó de llevar al ebrio Haymitch hasta su habitación, luego volvió para pedir una taza de café y cuando estuvo a punto de volver por el pasillo para meterse en su propio camarote un carraspeo la detuvo.

Cenizas | Katniss EverdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora