Capítulo 24 - Al compás

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Panem - Dentro de la arena

Morgan golpeó la coraza del animal con una piedra, consiguiendo abrirlo para extraer la carne blanda que arrancó para tirarla dentro de uno de los cuencos tejidos que Finnick había fabricado hacía poco.
Éste último se mantenía en el agua con la red que había conseguido de la cornucopia, recogiendo más de los moluscos antes de llevarlos hasta ella y dejarlos caer a su lado sobre la arena.

—Mira— le dijo Finnick haciendo un gesto con el mentón para señalar a Katniss a su lado. La castaña se rascaba el cuello con insistencia a mitad de su sueño, causando que las heridas de las gotas de niebla tóxica en su piel comenzaran a sangrar.

Habían decidido dejarlos dormir, tanto Katniss como Peeta habían caído dormidos luego de armar una estera de hierba que apoyaron sobre las ramas del árbol más cercano para crearles sombra con ayuda de Finnick. Dormían profundamente en un sueño inquieto sobre la arena.
Finnick se había ofrecido a montar guardia mientras ellos descansaban, necesitando tiempo para llorar la muerte de Mags en privado, sin embargo Morgan se sentía demasiado desestabilizada por los eventos recientes como para pegar un ojo; por lo que se mantuvo a una distancia prudente viendo al chico de cabello dorado tejer cuencos, pescar y armar la estela con los ojos vidriosos.

Morgan se acercó a la castaña para tomar sus manos e impedir que continuara arrancándose las costras del cuello con sus propias uñas, pero el gesto fue suficiente para despertarla. Katniss abrió los ojos despacio, mirando adormilada el agarre antes de incorporarse para sentarse.

—¿Cuánto hemos dormido?— preguntó ella con la voz somnolienta, mirando al rubio tumbado a su lado.

—No mucho— respondió Morgan antes de tomar otro de los cuencos, éste repleto de agua, para ofrecérselo y mirarla beber.

Katniss se puso en pie después para ir al agua a lavar los restos de sangre en sus uñas. Harta, volvió a la sombra bajo la estela a grandes zancadas.

—No sé qué es más insoportable, si el picor de antes o el dolor de ahora— confesó palpando las heridas en su cuello con la yema de los dedos.

—Algo para la piel nos vendría bien— respondió Morgan y fue por eso que cuando un paracaídas descendió lentamente del cielo fue casi cómico.

Morgan se incorporó para permitirle al tubo de ungüento aterrizar sobre su palma abierta, desprendiéndolo de la tela del parachute para destaparla.

—Ya era hora— resopló Katniss viéndola volver a su lado mientras desenroscaba la tapa y se echaba una pequeña cantidad de pomada oscura y espesa que apestaba a una mezcla de alquitrán y agujas de pino en la mano.

Morgan se puso en cuclillas a su lado, embadurnado la pomada sobre las heridas abiertas del cuello de Katniss, quien soltó un suspiro de alivio.

—Parece que te estás pudriendo— comentó Finnick al llegar a ellas, observando con desagrado el espeluznante color gris verdoso que adquirían sus costras.

Morgan le tiró el tubo al terminar, viéndolo vacilar un instante antes de tomar su propia porción de la pomada para restregarla sobre sus hombros heridos.

—Pobre Finnick, ¿es la primera vez en tu vida que no estás guapo?— preguntó Katniss con burla en la voz.

—Eso parece— asintió él lanzando el tubo de vuelta a Morgan para que se curara la mandíbula y el cuello —. La sensación es completamente nueva, ¿cómo hiciste tú para soportarlo tantos años?

Morgan sonrió divertida al escucharlos, volviendo a enroscar la tapa en el tubo al terminar.

—Sólo tienes que evitar los espejos. Al final se te olvidará.

Cenizas | Katniss EverdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora