CAP60 3:00am

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Toda parecía de película de terror allí dentro. El piso rechinaba con cada paso que daba, las paredes estaban sucias, manchadas por un rojo opaco. No quería ni imaginarse de que era.

Lo primero que se encontró al entrar en la cabaña fue una gran sala con mueble viejos y en una esquina una antigua librería con más de cien libros por lo que veía, más atrás había una cocina con un pequeño comedor en una esquina. De la nada algo callo frente a el sacudiendo el polvo que había, - eso no era bueno para sus alérgias - llevando la luz de la linterna al suelo se encontró una tabla frente a el y por instinto levanto la luz al techo acompañada de mirada localizando e lugar de donde había caído.

Caminando hacía las escaleras que estaban del lado derecho de la cabaña,  subió a la segunda planta y para su sorpresa todo seguía igual. Las cuatro puertas rasgadas en la parte inferior seguían cerradas y rogaba porque se mantuvieran así hasta que saliera, no quería lidiar con lo que había dentro por nada del mundo. Entre las paredes se escuchaban los gritos de varias personas y después las risas de los pequeños que habían sido asesinados allí, como el había dicho antes, sus almas quedaron atrapadas en ese lugar pero tomaron un aspecto demoníaco. El tic tac del reloj lo ponía nervioso, también le parecía increíble que todavia funcionara.

En medio del pasillo tenía dos habitaciones a cada lado de el, decidido a avanzar más, una campanada lo detuvo, otra le puso la piel de gallina y la tercera le helo la sangre. Girando a ver el reloj que colgaba en la pared, se dió cuenta que eran las 3:00am, mirando el suyo para estar seguro confirmó sus sospechas. 3:00am.

El chillido de la manija de una puerta lo puso a temblar, luego fueron tres más las que escucho, las puertas se abrieron lentamente. Buscando un lugar donde esconderse corrió al final del pasillo y se oculto detrás de una cortina que llegaba al suelo, el corazón le latía a mil por segundo ese momento no era para jugar. Por un pequeño orificio que había en la tela miro hacia afuera notando  una luz en el suelo. «¡Maldición la linterna!» Palpando el aparato encontró el botón y sin esperar más lo presiono dejando todo a oscuras. Las puertas quedaron abiertas de par en par pero nadie salia, hasta que dos manitas se asomaron en el suelo, seguidas de dos más en la puerta de al lado y dos más en la del frente. Pero en la otra no salia nadie, ni un alma, eso le dió la esperanza de que los chicos estuvieran allí, el problema eran los "mini demonios" los tres pequeños que eran un total peligro y si lo veían ese seria su fin.

Espero a que el ultimo saliera y fuera rumbo a la planta baja, allí tuvo su oportunidad. Saliendo de su escondite camino sin hacer tanto ruido hacia la barandilla de las escaleras y confirmo que los tres estuvieran abajo, dándose vuelta regreso al centro del pasillo hasta que un olor desagradable llego a sus fosas nasales, venía de la habitación se al lado, el horrible olor a carne podrida le revolvió el estómago. Al parecer la cena de la otra noche y el desayuno no durarían más tiempo en su interior.

Cubriéndose la nariz con su brazo miró hacía esa habitación encontrando una mano debajo de la cama. Hastiado, continuo su camino pero el chillido de un tablón lo hizo frenar. El silencio domino en todo el lugar, si se movía en cualquier momento subirían los diablillos.

Después de un rato las carrerillas se volvieron a escuchar, eso lo hizo soltar el aire que había retenido en sus pulmones, ni el mismo sabia que lo había retenido. Quitando el pie del tablón lentamente rezaba porque no sonará y así fue haciendo que el alivio lo invadiera por completo, retomando nuevamente el camino por donde iba se acerco a la habitación donde solo había silencio.

Al entrar en ella no vió más nada que un viejo mueble y un pequeño altar, en su centro colgaba un crucifijo acompañado de tres más pequenos y en la mesita un frasco con agua bendita. No había nadie, entrando en su totalidad el chillido de la puerta lo alarmó haciéndolo estirar la mano hacia el frasco.

- No es necesario Williams.

Volviéndose hacia dirección de la puerta, se encontró con Max sentado en el suelo, pero eso no significaba que confiaría así nada más.

- ¿Cómo se que no eres uno de ellos?

- Pruébalo, - señaló el rubio la masa - dame un crucifijo o échame agua.

Al terminar de hablar lo primero que sintió Max fue agua en su rostro.

- Creo que quedamos a mano con eso. - dijo sin abrir los ojos.

- Que bueno. - sonrío Emiliano acercándose a el mientras se limpiaba la cara - ¿Qué haces sentado allí? ¿Sabes que hay un mueble?

- Es hasta donde me dejo llegar la pierna. - Max señaló la misma - Esta rota.

- Valla. Eso es.. Inoportuno.

Le miró Williams.



Mientras los demás esperaban sentados en el suelo, Nataly caminaba de un lado a otro, el estrés la traía loca y no sabia exactamente cuanto tiempo llevaba Emiliano dentro ya que los relojes se había detenido. Por lo que le había comentado el, a esa hora el peligro en el bosque aumenta.

«Pero claro, tenían que detenerse cuando Emiliano esta dentro de esa cabaña, cuando más que nunca necesitamos el tiempo, tenía que pasar justamente a las tres de la madrugada, la hora cero en el bosque.»






La pierna rota de Max complicaba más las cosas, era claro que no podía caminar bien. Los tres pequeños volverían en cualquier momento, así que sería mejor darse prisa en salir de la cabaña, pero siempre hay un pequeño detalle, y ese era Ben. «¿Dónde podría estar?» Era la pregunta que hacía Emiliano, no podría buscarlo fácilmente con esas cosas sueltas.

- Max, - le extendió la mano - vamos tenemos que irnos antes que suban aquí y hagan lo que quieran con nosotros.

- Cálmate, - respondió adolorido - ellos no entran aqui por eso.

Señaló el altar.

- Es claro. ¿No? Pero vamos igual, tenemos que buscar a Ben.

- ¿Con eso abajo? - pregunto Max - Hay que hacer un plan para sacarlo del sótano.

Emiliano lo miró con los ojos bien abiertos, no tenía una buena relación con ese sótano y el lindo recuerdo que le dejo tampoco era bueno. Ese lugar le causo un horrible pavor, tanto que ni siquiera entraba al sótano de su casa.

- ¿Dijiste que esta en el sótano?

- Si eso dije. - respondió el ojiazul tomando la mano de Emiliano - Lo... Llevaron allí para cuando nos trajeron aquí.

- ¿Y porque no te llevaron con el? - le ayudo a incorporarse.

- Me les escape, corrí hacia las escaleras y tropecé. Hice lo que pude para subir, vi esta puerta abierta entre y cerré con seguro. Espere a que vinieran pero ni siquiera se acercaron aquí.

«Que se van a estar acercando. Si con el altar lo menos que pueden hacer es alejarse» pensó Emiliano.

El problema ahora esta como bajar sin que los vieran o escuchen, mientras pensaba en algo, su vista se poso en el altar allí tuvo una idea. Dejando a Max en el mueble tomo dos crucifijos y regresando con el rubio, dejaron la habitación atrás aferrándose en las fauces del lobo.

Entre las Sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora