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El hombro de Aegon se encontraba húmedo por las lagrimas de la princesa Alysanne, todo indicaba que Gaemon había muerto.

Ninguno podía articular palabra alguna, Aegon se quería mostrar fuerte para Alysanne pero era inútil aunque las lagrimas no estuvieran recorriendo sus mejillas, la peli blanca podía escuchar como su corazón latía rápidamente al igual como no paraba de mover la pierna. 

– Lo siento – las palabras salieron de un hilo en su voz mientras se separaba de su hombro – Eras su padre, debería apoyarte...

– Y tu eras su madre, tu estuviste ahí e incluso lo amaste más de lo que alguien puede amar a alguien – Aegon paso su mano por la mejilla húmeda de la princesa – Te lo agradezco porque gracias a ti, Gaemon supo lo que era el amor de una madre 

Antes de que ambos pudieran aferrarse uno al otro para compartir el mismo dolor, fueron interrumpidos por la reina viuda y Otto Hightower. Alysanne se levanto rápidamente, paso las manos repetidas veces por los pliegues de su falda e hizo una pequeña reverencia que fue de ayuda para poder limpiar las lagrimas que aun brotaban de sus ojos. 

– Disculpe majestad, no sabíamos que estaba ocupado – Aegon pudo notar como su madre tras decir aquello le regalo una mirada preocupada a su abuelo 

– Agradecería que la próxima vez se molestaran en tocar – el Rey se levanto y camino hacía ellos, llevándolos fuera de sus aposentos – Ya no soy a aquel niño al que le daban órdenes, ahora soy su Rey estaría bien que no lo olvidaran 

Los ojos de la peli blanca ardían, las manos no paraban de temblarle y la reacción de Aegon no era de mucha ayuda, al mirarlo así, con aquella mascara de superioridad con un poco de arrogancia, algo dentro del pecho de la princesa se contrajo. Tal vez uno de sus miedos más grandes se harían realidad, Gaemon  estaba muerto y aunque el corazón de Aegon siempre le había pertenecido de ella eso no quitaría que ella era la esposa de su hermano. 

– No es necesario iniciar una guerra – soltó en un leve murmullo Alysanne, haciendo que Aegon la mirara desconcertado – Volaré a Dragonstone – todo el valor que pudiese tener se convirtió en miedo – Hablaré con mi madre...

– No – las palabras del Rey Aegon, salieron ásperas y con superioridad pero acompañadas de temor 

– Es una estupidez iniciar una guerra con tu propia hermana.... 

– No volaras a ninguna parte y no tendrás derecho a participar en nada que ponga en riesgo tu vida – La mirada de Aegon tenía una frialdad que Alysanne jamas había visto – Es una orden 

–  ¿Me lo pide el hombre que fue mi amigo de la infancia o mi nuevo Rey?

– Te lo pide el hombre que moriría si algo malo te sucediera 

El silencio inundo la habitación, ambos tenían los ojos rojos por el llanto y como si sus cuerpos tuvieran vida propia se abalanzaron el uno con el otro, juntado sus labios en un beso necesitado, las manos de Aegon comenzaron a repasar todo el cuerpo de ella como si necesitara verificar que era realidad que no era un sueño y no lo era, podía sentir su calor, su respiración, la pego más hacia él. Tantos años que había existido una brecha entre ellos, en donde se separaba el deseo y la decencia, al fin se había esfumado, sus lenguas danzaban al tono perfecto, una añoranza que al fin había llegado. Pero aquel beso fue fugaz, la princesa Alysanne dio varios pasos hacia atrás, pasando repetidamente su mano en sus labios como si tratara de limpiar lo que había pasado. Aegon la miraba confundido si había existido una sonrisa en su rostro ya no había rastro de ella pues en todos esos años  Alysanne jamás lo había mirado de esa forma, su mirada estaba llena de frialdad, de resentimiento y de culpa. 

– Aly...

– No.. Por favor Aegon – La voz de la princesa se iba quebrando en cada palabra y sus ojos azules se inundaban de lagrimas – Soy la esposa de tu hermano... soy la madre de su hija y no puedo fallarle a ella 

El Rey Aegon sabía a lo que se refería. 

– No le has fallado a nadie Alysanne 

– Le falle a Gaemon – Antes de que Aegon pudiera decir palabra alguna, la desesperación de la princesa estalló  – Si hubiéramos escapado aquella noche, nada de esto estuviera pasando, no se aproximaría una guerra, no hubiera muerto Gaemon y no tendrías que llevar el poder de ser rey cuando jamás lo pediste

– También lo crees, ¿cierto? – la peli blanca lo miro con el ceño fruncido – Crees que no soy apto para el trono – Alysanne negó levemente con la cabeza y antes de poder decir palabra alguna, Aegon soltó en un tono lleno de frialdad – Puedes retirarte 

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Habían pasado aproximadamente dos días desde que el príncipe Aemond había volado a Bastión de Tormentas. Aquella noche se podía sentir algo diferente en todo el castillo, la princesa Alysanne no había cruzado palabra con el Rey Aegon desde lo que se había suscitado entre ellos aquel día. La agonía de haber perdido a Gaemon había creado una brecha en la relación de ambos. 

La princesa Alysanne jamás había divisado un gran diluvio como aquel que estaba cayendo esa noche en King's Landing, lo observaba con detenimiento con su bebé en brazos, las pocas velas y la pequeña llama que emanaba la chimenea era lo único que iluminaba la alcoba de la princesa. Una gran ráfaga fría acompañada del sonido chirriante que emanaba la puerta siempre que era abierta hizo que la atención de la princesa se desviara hasta ese punto, todo su cuerpo se puso en alerta al divisarlo en aquella manera, empapado por la lluvia pero lo que realmente la paralizo por completo fue la mirada que él tenía. En ese momento eran un alma en dos cuerpos, pudo sentir lo destrozado que estaba, podía sentir como una parte de su alma estaba fracturada, dejo a la pequeña en su cuna y se dirigió hacia él. Aemond no podía verla a los ojos, no podía... no quería que su esposa lo mirara... lo conociera de esa manera, con extrema delicadeza ambas manos de la princesa se dirigieron a sus mejillas haciendo que Aemond la mirara a los ojos, no pudo evitarlo, la abrazo tan fuerte, atrayéndola hacía él, aferrándose a ella como si su vida dependiera de eso. Las lagrimas recorrieron las mejillas del príncipe y fue ahí cuando rompió en llanto, balbuceaba palabras sin sentido hasta que Alysanne se dio cuenta de lo que realmente quería decirle. 

Lucerys Velaryon estaba muerto y Aemond era el responsable. 

En ese momento la princesa Alysanne pudo sentir cómo algo en su pecho se retorcía, diferentes sentimientos allanaron su alma, Lucerys Velaryon, el hermano que las circunstancias de la vida le había arrebatado. Siempre culpo a los hijos de Rhaenyra por no haber recibido la atención de Sir Harwin Strong pero en ese momento mientras su esposo se aferraba a ella y su bebé dormía tranquilamente en su cuna pudo darse cuenta que ellos jamas tuvieron culpa alguna. Ninguno en su momento tuvo alguna culpa pues solo eran niños dejándose llevar y cargando con los errores de los adultos. 

– Tranquilo – susurro la princesa en el oído de su esposo mientras acariciaba lentamente su espalda, en ese momento el agarre de Aemond se volvió más débil y lentamente se alejo de ella 

– No soy el tipo de padre que ella necesita – miro con temor la cuna de su pequeña 

– Aemond – la princesa acarició con extrema delicadeza la mejilla de su esposo – ambos sabíamos que se desataría una guerra pero sí Rhaenyra llegase a estar en el trono y para asegurar su reclamo no dudaría en ponernos bajo la espada.  

Después de varios días en que en ambos había existido una gran tensión, aquella noche fue diferente. Ambos se acostaron con su bebé en medio de los dos, ambos la admiraban y acariciaban sus pequeñas manos, no hacía falta decir palabra alguna. Todo se sentía en paz, ignoraban lo sucedido, trataban de ser felices una última vez. 



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⏰ Última actualización: Aug 01 ⏰

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Enemy to lovers (Aemond Targaryen) (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora