II. Natasha

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Habían terminado sus rezos matutinos, ese día tendría uno relajado, clases para señoritas en las que tejerían, bordarían, leerían la biblia, nada fuera de lo común, lo bueno es que después del almuerzo podría relajarse una o dos horas en el patio, no le era permitido leer algo que no sea la biblia así que sólo se recostaría en un árbol a disfrutar de su sombra y contemplar el paisaje, se sentía revitalizada ese día.

No era un convento percé, pues algunas de las chicas que asistían eran algo rebeldes, así que sus padres las mandaron para que fueran mujeres de bien y futuras esposas, el caso de Natasha sí era de fe, pero a la vez un gran desinterés por casarse o los hombres en general, no sabía cómo explicarlo, no tenía una fe ferviente como muchas de las monjas, pero tampoco le veía solución a su vida al casarse con un hombre que ni siquiera le atraía, sus padres insistían con que se case desde los dieciséis, a sus veinte años era impensable que siga sin siquiera comprometerse, así que les rompió el corazón a sus padres diciendo que quería tomar un voto cristiano y volverse monja, porque no sentía que había conocido a nadie que le atraiga, sus padres eran un poco más consentidores al respecto de no sólo casarla porque lo querían, puesto que ya sabían lo que era perder una hija, no querían que nada malo le pase a Natasha.

Ella empacó sus maletas y de la gran ciudad llegó a este pueblo apenas hace una semana, no sabía si estaba lista para los hábitos de monja, pero no podía imaginarse con un hombre, no sabía lo que sentía, pero ni cuando tuvo la oportunidad de besar a uno le gustó, así que prefería entregarse a Dios que a un hombre que quiera sobrepasarse con ella, no le gustaba el pensar en eso, no porque fuera un pecado tener esos pensamientos, si no porque no le causaban ningún placer o le atraían, todo lo contrario.

Así que debía ser una religiosa, porque la otra opción sí era un pecado, había descubierto que tenía cierta inclinación a las chicas, no diría que le gustaban, Maria a quien conoció en el lugar le dijo que le gustaban las chicas, que eran muy bonitas y había besado a algunas, nadie lo sabía, sólo ella, le aclaró que Natasha no le gustaba, la rubia se puso a pensar en las mujeres en general, claro que le llamaban la atención y le parecían lindas, pero besar a una mujer no era algo que Dios permitía, no estaba bien, así que sólo le dijo a Maria que no lo repita de nuevo y que debería rezar mucho para que esos pensamientos se le quiten de la cabeza o hacerse monja como ella, claro que la constante interrogante de porqué las mujeres sí llamaban su atención de una manera en la que no lo hacían los hombres rondaba su mente, aunque debía comportarse, eso no es algo que la biblia inculque, todo lo contrario, lo condena y debía adecuarse a lo que decía el sagrado libro.

Después del desayuno y unas clases fue al patio, llevó una pequeña mesa en la que podía poner el tintero y la pluma, así podría hacer algo al aire libre, según ella le escribía a sus padres aunque unas páginas eran suyas, narraba sus sentimientos y lo que hacía en el día, no era la gran cosa, pero al menos se mantenía entretenida, el papel era algo difícil de conseguir, pero sus padres le dejaron mucho, así que podía estar cubierta un tiempo.

Ser novicia no era tan difícil, no se imaginaba el ser monja, pero sus tareas eran pocas, oraba mucho porque el camino que haya elegido sea el correcto, admiraba a la madre superiora, la hermana Agnes siempre tenía palabras de consuelo y les decía a las chicas lo que era mejor para ellas, las cuidaba de sí mismas, pues ya habían intentado escapar algunas, la comida también era buena, no creía que alguien pueda tener queja alguna de su comportamiento o ella como persona, sentía que era apreciada por las monjas mayores, así que tal vez debía sentirse que hacía lo correcto, entre sus oraciones siempre estaba su hermana, su recuerdo permanecía en su corazón.

– ¿Qué escribes? – Esa voz la hizo respingar y casi bota la mesa en la que estaba apoyada

– Le hago cartas a mis padres... – En esa ocasión no mentía

Hazme Pecar  | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora