V. Cuidados

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Se sobresaltó al ver su puerta abrirse de manera abrupta, su mamá estaba ahí, ella sólo la vio sin entender lo que sucedía.

– ¿Qué le dijiste a Natasha? – Preguntó con firmeza

– ¿A qué te refieres? – Cuestionó temerosa, pero intentó que no se le note, esperaba que a Natasha no se le haya escapado nada de sus creencias o preferencias sexuales, pues su mamá le había prohibido decírselo a cualquiera por seguridad

– Natasha se acercó a mí después de leer tu carta y me dijo que sólo te dijera que gracias y que te envía saludos, tú no sabes la ilusión en sus ojos y como corrió a leerla para responderte cuando se la di... así que dime Wanda ¿Qué le escribiste que de repente ya no quiso escribirte de vuelta? Tenía los ojos al borde de las lágrimas cuando habló conmigo ¿Qué le dijiste?

– Sólo respondí las preguntas que me hizo... – Le restó importancia con la voz cruzándose de brazos

Iryna entendió perfectamente, Wanda seguro fue tan fría que Natasha no quiso seguir molestándola – Insisto en que no es justo que la trates con la punta del pie por lo que sea que hayan peleado...

– Mamá, yo sé con quién relacionarme y quien no, sabes que te adoro, pero no soy una niña pequeña para que me digas a quien debo tratar bien o a quien debo tener como amiga, Natasha no quiere hablar más conmigo, está perfecto para mí, se acabó – Volvió la atención a sus cosas – Estoy ocupada

– No vale la pena perder una amistad de alguien como Natasha, pero no seguiré intentando convencerte, y te vas a arrepentir de no volverle a hablar, más aún de la manera tan horrible en la que lo estás haciendo – Advirtió viendo como su hija volvía a sus labores y ni siquiera le prestaba atención

...

Sonrió al mover su pieza de ajedrez, apenas había comenzado la partida y ya estaba ganando como de costumbre.

– Jaque mate – Afirmó la castaña con una sonrisa moviendo una última pieza

– ¿Qué? – Emitió el anciano sorprendido

– Gané, Roy... – Se encogió de hombros – ¿Quieres que reiniciemos la partida o podrías ceder tu lugar a alguien más?

– Iniciemos la partida de nuevo, yo me descuidé – Emitió el anciano devolviendo las piezas a su lugar

– Okay – Rio levemente viendo a las ancianas reír con suavidad y a los otros ancianos admirarse

– ¡Wanda! ¡Wanda! ¡Al fin te encuentro! – La castaña escuchó la voz de su padre aproximarse al recinto de los ancianos

– Disculpen un minuto – Se excusó levantándose de la silla y acercándose a su padre

Wanda salió alcanzándolo a medio camino, vio que su papá llevaba corriendo un rato y tenía su maletín en la mano derecha.

– ¿Qué pasó? Te ves agitado... – Dijo ella preocupada

– Hay una emergencia... – Intentaba recuperar el aire – En el convento, la paciente está muy enferma, necesito alguien que la cuide por la noche...

– ¿Quieres que yo lo haga? – Preguntó sorprendida, su papá mayormente llevaba a su mamá a esta clase de cosas

– Sí, a parte de que ya es tarde y no llegas a casa, vámonos ahora – Indicó

– De acuerdo, iré a despedirme de los ancianos, intenta respirar, ahora vuelvo – Indicó la castaña volviendo

No podía negar que tenía emoción de acompañar a su papá al trabajo, estaba totalmente segura de que era un resfriado común o alguna falta de vitaminas por ayunos, eso era normal en el convento, cuidaría de una de las chicas y aplicaría todo lo que aprendió de su papá, claro que no debía saltar a conclusiones y menos en un tema tan delicado como lo es la salud, pero no podía negar que la emocionaba ese tema, ella quería ser doctora, aunque el término ni siquiera existía, mucho menos una mujer podría llegar a desarrollarse profesionalmente en la medicina.

Hazme Pecar  | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora