XII. Sombra

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Abrió los ojos viendo a Natasha aún dormida a su lado, era preciosa, se estaban abrazando, no creía que esta era la última vez que dormiría a su lado, estaba harta, acercó su frente a la de ella, no entendía porque el que se amen era incorrecto si era tan bonito lo que sentían.

Despertar entre sus brazos o a veces con besos en su rostro era una sensación agradable, ¿Porqué para la gente era erróneo por el hecho de que sean dos mujeres? No había lógica ni sustento alguno para que su amor sea tan aborrecido y odiado por la gente.

Pero el tenerla tan cerca, hablar hasta tarde a la luz de una vela, darse besos o tomarse de las manos era lo más inocente y puro que podrían demostrar de su amor, no tenía que besarla o tener sexo con ella para saber que era una gran compañía, sólo necesitaba estar a su lado mientras la vida o ella se lo permita, no sabía hasta cuando sería eso, pero sí que le iba a doler cuando termine.

– Buenos días, vida... – Escuchó Wanda y sonrió de inmediato sintiendo esos besos en el rostro que le fascinaban, no podía creer que al día siguiente no amanecería con ella al lado

– Buenos días, mi Nat – Juntó su frente a la de ella – ¿Disfrutaste nuestra última noche juntas?

– ¿Por qué lo repites? – Hizo un adorable puchero abrazándose más a Wanda – No quiero que te vayas de aquí...

– Vendré a tu habitación por las noches si me dejas – Rio levemente acariciando su nariz con la de ella

Natasha sintió sus mejillas enrojecer – Eso me agradaría en demasía...

– Quedamos en eso entonces – Besó su mejilla – Disfruta tu último día en cama, aunque vuelvas a tus actividades vas a ser muy cuidadosa, porque no puedes arriesgarte a que las costras se desgarren ¿De acuerdo?

– Sí, voy a tener mucho cuidado, te lo prometo – Sonrió

– Perfecto – Apretó su mejilla con cuidado – Iré por nuestro desayuno, ya vuelvo, mi Nat

– Nos vemos en unos minutos, vida – Sonrió viendo como se levantaba y salía por el pasillo

Sentía un cosquilleo en el estómago, habían hablado tanto esos últimos días, de una variedad de cosas, incluso empezó a llamarla de modo cariñoso, pues una noche en la que hablaban de lo mismo, Natasha bromeó en el hecho que Wanda creía que no había vida eterna, sólo tenían la que vivían ahora, entonces la novicia le respondió que entonces la vida era única, como ella, así que así la llamaba desde esa noche, era muy lindo estar cerca suyo.

...

Se habían visto todos los días desde que dejó de cuidarla, Natasha ya casi no tenía costras, sólo unas cicatrices perceptibles al tacto de los cortes más graves, se tendría que quedar con eso, se encontraban debajo de la sombra del árbol riendo, escribiendo y dibujando.

– Estoy cansada de cerrar los ojos y tapármelos – Escuchó Wanda

– Dame dos minutos más, no quiero que veas lo que escribo hasta que acabe – Emitió intentando apurarse con lo que hacía

– Te espero – Posó la mano en el muslo de Wanda sintió electricidad cuando lo hizo

Natasha percibió un beso en su mejilla – Ya está

– A ver... – Sonrió bajando una mano de sus ojos – Me escribiste un poema... – Sintió nervios al sostener la hoja entre sus manos

– Nunca había escrito para mostrárselo a alguien más... – Emitió sintiendo sus mejillas rojas, escondió el rostro en el cuello de Natasha

Hazme Pecar  | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora