Capítulo 1

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1.- En el fondo tienes buen corazón.


Cerré los ojos y me senté sobre la pequeña silla que yacía ante la mesa de trabajo. Las obras habían terminado y yo seguía sin encontrar ningún tipo de respuesta. Habían pasado dos semanas y no tenía noticia alguna sobre Kyle. Comenzaba a preocuparme.

Tras cinco eternos minutos en la misma posición me puse en pie y paseé por la habitación. Mi antiguo trastero ahora parecía una pequeña sala de los horrores. Los azulejos blancos la hacían parecer una habitación de centro psiquiátrico. Para más inri, había una camilla, una pequeña mesa de metal con material esterilizado y, sobre la mesa de trabajo, un imponente ordenador que parecía valer más que toda mi casa junta. Al fondo, un armario de aluminio guardaba cosas que aún no quería descubrir.

Tras dar varias vueltas en círculos comprendí que quedarme allí no iba a solucionar nada. Realmente no había nada que solucionar porque no sabía qué estaba pasando. Aunque aquellas dos semanas mi vida continuó como siempre, en el fondo comenzaba a desesperarme.

Abandoné la asfixiante sala y recorrí un estrecho y corto pasillo que desembocaba en mi habitación. Recogí las cosas, hice la cama y luego me senté sobre ella, mirando frente a frente a mi reflejo en el espejo del armario. El cabello que llegaba por los hombros, lacio y de un color gris apagado impropio incluso de las canas. La mirada azul cansada e inflexible. Había vuelto a perder peso; la chaqueta oscura me venía un poco grande. Hacía tiempo que odiaba en lo que me había convertido pero, con el paso del tiempo, comprendí que yo tenía poco que hacer ante mí mismo. Quizás por cobardía, quizás por pereza. Estaba cansado de esperar alguna respuesta, de esperar algo que resolviera alguna de mis preguntas. Ni siquiera sabía qué hacía aquel laboratorio en mi casa. Decidí que era mejor no pensar más en ello, por lo que me puse en pie y salí de la habitación. Una vez en el salón, una amplio espacio bien iluminado, ordené las cosas que había tiradas por la mesita y el sofá y me dediqué a mirar un par de minutos por la gran cristalera que tenía vistas a toda la ciudad. La Urbanización Central se extendía como un bosque de acero oscuro, edificios angulosos de negros colores creados para aquellos con una superioridad absurda. Más allá, la Capital, triste y lúgubre, con sus edificios altos y desgastados, de colores apagados y rodeada de un aura de miseria a la que, extrañamente, ya me había acostumbrado.

Caminé hacia el recibidor pensando en salir a dar un paseo, huir, o hacer cualquier otra cosa de mayor provecho que quedarme en casa retozando entre mi incerteza. Podría visitar a Klaine, hacía tiempo que no le veía...

Toc, toc, toc.

El sonido de unos nudillos golpeando la puerta me separó de mis pensamientos. Con la mano apoyada en el pomo, me quedé inmóvil. ¿Una visita? ¿Quién podría pensar en visitarme? Justo antes de que mirase por la mirilla una voz me detuvo de nuevo.

- Blake, sé que estás en casa. Siempre estás en casa -dijo la voz con un leve tono de sorna.

Suspiré, reconociendo aquella voz. Debí haberlo pensado antes. Las únicas personas que vendrían a visitarme serían Kyle o alguno de los mellizos. Abrí la puerta y miré a los ojos verdes del joven pelirrojo.

- Dylan, si has venido a molestar puedes irte por donde has venido.

- Vamos, Blake, ¿qué pasa con ese humor de perros? -Reprochó, haciendo su gracioso y habitual gesto con la nariz cuando algo le preocupaba.

- Siempre tengo un humor de perros -crucé los brazos, apoyándome en la puerta-. ¿Qué quieres?

- ¿No puedo venir a pasar un rato con un amigo?

Dylan, más bajito que yo y con una cara joven y aniñada, no parecía ser más que un adolescente. Su pelo rojizo levantado hacia arriba y su mirada pilla. Si buscabas la definición de actividad y optimismo, lo mejor que podías hacer era buscar a Dylan. He llegado a pensar que nos llevamos bien porque somos completamente diferentes.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora