Capítulo 37

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37.- No es exactamente así.


Aguanté mi mirada contra el espejo. El baño estaba frío. Después de haberme dado una reconfortante ducha me quedé mirando mis heridas con atención. El hombre que me miraba desde el espejo no se parecía en nada a lo que habría querido que fuera. Querría haber visto a alguien con una amplia sonrisa, con un toque optimista en la mirada; querría haber visto a una persona que no me recordara que había vuelto a fallar.

Las magulladuras y cortes eran lo de menos; ya estaban cicatrizando. Lo peor de todo era que había perdido a Ran. ¿Por qué le haría caso? Sabía desde el principio que ellos no jugarían limpio y, sin embargo, había permitido que se llevaran a la pequeña Ran delante de mis narices.

Golpeé con fuerza el lavabo y aparté la mirada. Me vestí rápidamente y ordené el baño antes de salir. Cuando llegué al salón apoyé la espalda contra el sofá y me senté en el suelo, observando el mundo que se extendía a través de la enorme cristalera. Me sentía como un pájaro enjaulado; no podía abrir mis alas y volar libre por el cielo, ni siquiera podía permitirme un minuto de libertad. Supuse que aquel era el precio que tenía que pagar y me resigné a esperar pacientemente al día del asalto.

Hacía cuatro días que Ran había desaparecido. Cuando volví al Edificio Alfa encontré a todos, como de costumbre, en las salas de entrenamiento. Su primera reacción al verme fue llevarme a la enfermería, donde trataron mis heridas, aunque todas eran golpes superficiales.

Cuando les conté todo lo que había ocurrido lo primero que recibí como respuesta fue un silencio sepulcral. Las miradas comenzaron a volar en la pequeña enfermería y yo, tumbado en una cómoda camilla negra, no podía hacer más que sentirme cada vez más culpable.

- Lo siento -dije tapándome los ojos con el antebrazo. Sentía demasiada vergüenza como para mirarles a la cara.

Tras unos angustiosos minutos Benjamin se sentó en una silla cerca de la camilla.

- No pasa nada -dijo-. Si Ran hizo eso era porque quería hacerlo. Quizás suene un poco cruel, sobre todo viniendo de mi, su compañero, pero es preferible que se haya ido Ran a que te hayas ido tú. Si hubiera sido al revés todo habría acabado.

Aunque sabía que, más que una ofensa, era un intento de reconfortarme, aquellas palabras se clavaron en mi cuerpo como clavos ardiendo. Apreté los labios y reprimí unas cuantas obscenidades. Simplemente, me quedé quieto y esperé.

- Has dicho que no has encontrado sangre ni ningún otro tipo de rastro -analizó Sheryl hablando don un firme tono crítico-. Debemos pensar que no le han hecho nada y que, de momento, seguirá con vida.

- Les es más útil con vida que sin ella -declaró Blake-. Aris es un cerdo retorcido, así que el hecho de tener un rehén con el que controlarnos no creo que le parezca muy mala idea.

- Esa idea parece la más razonable. Pero tenemos que mantener nuestras prioridades: es duro, pero nuestro objetivo es derrocar a los Siete Demonios, no rescatar a Ran.

Me incorporé inmediatamente, desafiando a Sapphire con la mirada. La gélida mujer no apartó la mirada en ningún momento. Se cruzó de brazos y guardó silencio.

- ¿Cómo puedes decir eso? -Casi grité.

- Ha sido vuestra culpa; los demás no tenemos por qué hacernos cargo de vuestros errores. Si se puede, rescataremos a Ran. Pero, si no se puede, seguiremos directamente con el curso de la misión.

Cuando estaba a punto de lanzarme a por Sapphire una mano cálida y firme me sujetó con fuerza del brazo. A penas había puesto los pies en el suelo y Benjamin se había levantado y puesto entre nosotros dos.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora