Capítulo 18

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18.- Los muertos no hablan.


Jane estaba sentada en el sofá de su apartamento. No se sabía qué hora era, pero tomaba tranquilamente un aperitivo. El ruido y las voces que emitía la televisión no dejaban escuchar nada más. Así se pasó una buen rato, a penas se movió. Parecía completamente concentrada en lo que sea que estaba viendo. O quizás ni siquiera se fijó en ello. Quizás sólo estaba pensando. Era, en realidad, lo más probable.

Se levantó del sofá y, con mañana, recogió su media melena oscura en una coleta alta. Llevaba ropa cómoda, de estar por casa. Apagó la televisión y recogió un poco el salón. Se quedó de pie, mirando a través del ventanal. Un fuerte golpe; incluso las cámaras temblaron. Jane se alteró. Fue a su cuarto, cogió tres o cuatro estuches que colocó en su cinturón con facilidad y se dirigió a la salida de la casa no sin antes coger también su arma de fuego.

La cámara cambió al pasillo. Ella miró a su alrededor, alerta. Había sonado como algo rompiéndose. Cargó el arma y comenzó a avanzar con esta en alto. Sus pasos eran cortos, lentos; avanzaba con el dedo en el gatillo, preparada para disparar a cualquiera que se cruzase con ella. Jane no tenía ninguna habilidad especial. No era una Empleada. Y tampoco tenía sus sentidos demoníacos desarrollados. Aquella pequeña pistola era lo único que tenía para defenderse.

Subió por las escaleras, paso a paso. Jane llegó a la segunda planta. La registró de punta a punta, siempre con sumo cuidado. Se escucharon golpes sordos que parecían provenir del piso de arriba, como si varias cosas hubieran chocado contra las paredes y caído al suelo. Alzó la mirada y, con un paso más rápido y alocado, se lanzó de nuevo a las escaleras.

Subió a la tercera planta. Un nuevo golpe; el suelo tembló y las cámaras lo reproducen perfectamente. El ala este estaba despejada, nada sospechoso. Jane cambió de ala. Con ella cambian las cámaras. Un plano de todo el pasillo desde una punta de este. Aunque a penas se veía a esa distancia, se podían distinguir varios cuerpos tirados en el suelo. A medida que Jane avanzaba la imagen de los cuerpos se veía más clara; una nueva silueta apareció en escena.

Jane se detuvo a apenas unos metros de ellos; por un momento, al ver los cuerpos sin vida de los soldados, bajó el arma, pero en seguida volvió a alzarla, nada más ver que alguien seguía con vida. Una mujer alta que llevaba puesto un vestido ceñido; plumas y adornos muy extravagantes en las mangas y en la parte superior del vestido, el cual era de palabra de honor. Tacones de aguja, cabello negro: una telaraña bien tejida con azabache, leves ondulaciones hasta llegar a la cintura. Labios rojos, los ojos pintados, colorete. Esa mirada desafiante, desalmada, oscura y prepotente. No parecía ser una mujer muy agradable. Antes de que Jane hablase la voluptuosa mujer apoyó el codo en la palma de una mano y colocó uno de sus dedos en la comisura de los labios. Sonrió. Llevaba las uñas largas y pintadas de negro. Al lado de ella, con la ropa de andar por casa y sin arreglar, Jane parecía una pordiosera.

- ¿Quién eres? -Preguntó Jane.

- Llámame Pressure.

Jane avanzó un par de pasos, sin apartar la mirada de aquella mujer. Hasta yo pude notar la tensión que surgió entre las dos.

- Pressure, ¿no? ¿Has matado tú a estos hombres?

- ¿Tú que crees?

Se encogió de hombros. La respuesta era evidente. Jane respiró profundamente, sus ojos se cerraron. Pero esto sólo duró un segundo. Inmediatamente apretó el gatillo; no lo dudó. No habría imaginado que Jane tuviera esa sangre fría.

El eco del disparo se repitió por todo el pasillo. La mujer de negro, Pressure, se cruzó de brazos con total tranquilidad. Su rostro se tornó afilado y especulativo. La bala yacía suspendida en el aire a apenas un par de centímetros de su rostro. Inmediatamente la bala cayó al suelo, rápido; apenas se vio el movimiento. Quedó pegada, no rebotó; una caída perfecta.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora