Capítulo 7

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7.- Ni un minuto más, ni un minuto menos.


Me desperté sobre las siete de la mañana, sobresaltado. Había vuelto a ver en sueños el cadáver de Kyle. Respiré profundamente unas cuantas veces. Pasados unos minutos conseguí relajarme. Después de haberme echado un poco de agua fría a la cara decidí que tendría que buscar algo para bloquear aquellos sueños. Con todos los avances del Gobierno, tenía que existir algo. Y, si existía, tenía que haber sido diseñado por la División Técnica. Por lo tanto, tendría que estar en alguno de los informes que hube leído hacía una semana.

Me vestí con lo primero que cogí del armario y entré en el laboratorio. Me senté sobre la silla que quedaba en frente del ordenador.

"Iniciar sesión. Blake Heather".

Y, con aquellas palabras, el ordenador se enchufó. Comencé a buscar entre los archivos inmediatamente, seleccionándolos de diez en diez. Encontré algo interesante en el informe número cuarenta y ocho; se había diseñado una sustancia que bloqueaba la capacidad de soñar en cualquiera que la ingiriese por un periodo de seis meses. Si se quería dejar de soñar toda la vida, tenía que ir tomando aquella sustancia cada seis meses, como si de un tratamiento médico se tratase. No me terminaba de convencer, pero era mejor que nada. Además, en seis meses habría superado totalmente la muerte de Kyle, o eso esperaba.

La sustancia en cuestión se encontraba almacenada en cantidades industriales en una de las fábricas del polígono oeste. Aún así, no se podía comprar allí, ni siquiera siendo un Capitán. Como cualquier otro ciudadano o Empleado, debería ir a una farmacia y comprar una cajita de ampollas. Aunque la mayoría de criaturas que habitan el Gobierno no podían contraer enfermedades, seguían existiendo las farmacias. Estas ya no vendían medicamentos, si no que ofrecían productos que alteraban el orden natural de un organismo de una forma u otra.

Cuando terminé de leer el informe, sabiendo todo lo que quería saber, apagué el ordenador y salí del claustrofóbico laboratorio. Ya preparado para irme, ya que quería comprar aquella sustancia que ni sabía como se llamaba cuanto antes, escuché como alguien abría la puerta principal.

Lo observé entrar arrastrando los pies, deslizando una de las manos por las paredes del recibidor. Paró a unos cuantos metros de mí y bostezó enérgicamente.

- Buenos días, Blake – dijo Dylan-

- ¿Cómo que buenos días? ¿Se puede saber cómo has entrado? – Alcé un poco la voz. Ya me estaba alterando y no llevaba ni una hora despierto.

- Pues por la puerta, ¿es que no me has visto?

- Sí, ese es el problema, que te he visto.

- Vamos, Blake, no te pongas así.

Tratando de quitarle importancia al tema se acercó y me dio un par de palmaditas en el hombro. Después sacó un par de llaves de uno de los bolsillos de sus llamativos pantalones amarillos. Al final, se había decantado por los ceñidos.

- Hice una copia de las llaves.

- ¿Que has hecho una copia de las llaves? –Casi grité.

- Claro, como ahora somos compañeros de piso...

- ¡No somos compañeros de piso, fuiste tú el que apareció pidiendo que le dejase dormir en mi casa porque se sentía solo!

- Y tú me dejaste quedarme. Ya llevo aquí media semana, ¿qué importa que me quede un poco más?

- Importa, y mucho – estuve a punto de tirarle algún mueble a la cabeza, pero decidí que lo mejor sería calmarme; no merecía la pena perder los nervios con Dylan-. Verás, yo llevo viviendo sólo desde hace mucho tiempo. ¿Sabes por qué? Pues es porque no puedo convivir con nadie. Necesito mi espacio, estar a solas, saber que no hay nadie más conmigo. Por lo tanto, no pienso permitir que te quedes a vivir aquí teniendo una casa justo debajo de esta. Ahora, dame las llaves.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora