42.- Sólo seréis un estorbo.
Entreabrí los ojos tratando de ver a través de la pantalla de humo. Aunque podía distinguir dos siluetas no supe acertar quienes eran. Aunque deseaba que fueran Sheryl y Benjamin, no podía estar seguro. Noté movimientos, escuché pasos. Mi cuerpo se tensó automáticamente, expuesto a cualquier ataque. En aquel momento odié a Sheryl. Pensé en atacar, por lo que me concentré en las sombras que me rodeaban. Pero, ¿me merecía la pena gastar tanta energía para atacar al aire? Con el corazón en un puño esperé a que la pantalla de humo desapareciera. Aquel momento se me hizo eterno y, cuando vi el resultado de la explosión, casi deseé que el humo nunca hubiera desaparecido.
No pude ver a Thrill por ninguna parte. ¿Habría escapado? Decidí que no debía prestar atención a aquella mujer, no en aquel preciso momento. El pequeño cuerpo de Sheryl estaba tirado en el suelo como un peso sin vida. Parecía no respirar. Noté como un sudor frío me recorría la espalda y empecé a forcejear con las agujas. La imagen del cuerpo magullado y herido de Sheryl estaba quemándome por dentro. Al lado de ella estaba el cuerpo de Hedge, tumbado boca abajo. Tampoco parecía respirar. La explosión había volado gran parte de su espalda y piernas, donde apenas se podía ver piel; sólo se podía percibir una masa quemada y sangrienta, magullada y sanguinolenta. A su lado Sheryl podría dar gracias; aquel hombre no tenía salvación.
Alcé la mirada, desesperado. Cuando mis ojos encontraron los de Benjamin este apoyaba un hombro contra la pared, avanzando con un gran esfuerzo; como mínimo tendría varios huesos rotos y hemorragias internas. Costaba creer que pudiera seguir moviéndose.
Se dejó caer con pesadez frente al cuerpo destrozado de Sheryl. Clavó las rodillas en el suelo y, como si sus brazos estuvieran hechos de una débil tela, apoyó las manos sobre su rostro. Un temblor incesante se apoderó por completo de su cuerpo. Sus ojos parecían perderse en el rostro de Sheryl.
-¡Benjamin! –Grité-. ¡Benjamin, escúchame!
Pero Benjamin no estaba escuchando. Tenía que reaccionar rápido: él era el único que aún podía hacer algo por ella, pero parecía demasiado aturdido para pensar con claridad.
-No seas idiota, Benjamin. ¡Haz algo! –Seguí gritando, desesperado, tirando cada vez con más fuerza de las agujas. Me daba igual quedarme desnudo si con ello podía salvar la vida de Sheryl.
Escuché un débil murmullo, un trémulo quejido que se esparció por todo el lugar. Luego su voz rota.
-Sheryl... Sheryl, despierta... Despierta... -Repetía sin dejar de contemplar su rostro apagado-. No puedes dejar de respirar, Sheryl... Si no respiras... Si no respiras mueres...
Un quejumbroso llanto quebró sus palabras. ¿No estaba respirando? Noté como si un martillo me golpeara el pecho. Por un momento creí que aquello no podía ser cierto. Que era una broma.
Las lágrimas de Benjamin caían como una cascada de dolor. Comencé a temblar como un flan. No era la primera vez que veía morir a un ser querido, no. Pero a esas cosas nadie se acostumbra ni en un millón de años.
Entre los sollozos y las lágrimas de mi amigo se escuchó una inhalación, profunda y resquebrajada. Ambos abrimos los ojos como platos al ver el pecho de Sheryl alzarse. Acababa de respirar. Lo que significaba que aún estaba viva.
-¡Benjamin, reacciona! –Volví a gritar, esta vez con más fuerza que nunca.
No hizo falta decirle nada más. Una cúpula dorada se alzó alrededor de ambos y el polvo dorado comenzó a flotar entre ellos.
-Vamos, vamos, vamos -se le escuchó susurrar entre sollozos-. No me dejes, Sheryl, no te vayas...
El rostro de Benjamin se convirtió en una mezcla entre esperanza y dolor. Frunció los labios y trató de secarse las lágrimas, pero parecía imposible detenerlas.
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El Ángel de Lucifer [Completada]
ActionTras una guerra que acabó con la mayor parte de los humanos, los seres que siempre se habían ocultado entre las sombras, aquellos siempre temidos, surgieron de la oscuridad y el mundo cambió para siempre; la historia del Ángel de Lucifer es la pieza...