Capítulo 22

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22.- No juegues con fuego.


Desperté con esa extraña sensación de que algo no va bien. Sentado sobre la cama, mirando fijamente a través de una de las ventanas, recordé mi pequeño altercado con Steer. Aunque me dije que no había tenido importancia, seguía sintiendo que algo estaba fuera de lugar.

¿Qué más da? Ya volverá -pensé.

El baño era igual de opulento que todo lo demás. Se accedía a él a través de una puerta a la parte derecha de la habitación. Antes de quitarme la ropa abrí el grifo, esperando a que el agua caliente decidiera hacer su aparición. Me miré al espejo. Deslicé la mirada por mi cuerpo desnudo; estaba como siempre. Instintivamente, comencé a pensar en todo lo que había pasado. Me había jugado todo lo que tenía a una única partida. Por lo tanto, hube tomado las decisiones necesarias mucho antes de comenzarla. No tenía a penas nada de lo que preocuparme; en realidad, todo iba bien. Pero la sensación de malestar no desaparecía. Di un fuerte golpe sobre el lavabo y cerré los ojos con fuerza; pasados unos segundos, comprobé que el agua se estaba convirtiendo en vapor poco a poco. Inmediatamente me metí en la ducha. Dejé que mi piel se deleitase con el dulce y suave tacto del agua caliente durante un buen rato. Aunque el agua abrasara mi piel, no me moví ni un ápice. Me gustaba esa sensación. Era una de las formas que tenía de comprobar que aún no me había perdido del todo a mí mismo. Por lo menos me seguían gustando las mismas cosas.

Salí de la ducha cuando me hube dado cuenta de que había pasado demasiado tiempo desde que entré. No era mi objetivo arruinar al hotel. Aunque, en realidad, sería divertido. En ese momento un travieso sueño infantil cruzó mi mente: ¿por qué no abrir todos los grifos de todas las habitaciones del hotel? Sería una inundación digna de ver.

Sequé todo mi cuerpo lentamente y me puse ropa limpia. Dejé la toalla doblada encima del váter. Hice, más o menos, la cama, ya que me agobia tener cosas desordenadas, y salí de la habitación. La imagen que me encontré al abrir la puerta no tenía precio. Había un montón de máquinas en el salón, arreglando silenciosamente, lo cual parecía algo imposible, la cristalera. Y, en el sofá, durmiendo en posición fetal, como un dulce e inocente niño, estaba Steer. Se habría colado por la noche para dormir. Por lo menos había tenido la decencia de ponerse de nuevo la ropa.

Poco a poco me acerqué a él. Con suavidad, quedando inclinado hacia él, aparté algunos mechones de pelo que tenía en la cara.

- Steer... -Susurré suavemente.

Él agarró uno de mis brazos y lo abrazó con fuerza. Gimoteó un par de veces y se estremeció aún acostado en el sofá. Parecía estar profundamente dormido. Genial.

Hice crujir mis nudillos y me aclaré la garganta.

- ¡Despierta, pedazo de mierda! -Grité a todo pulmón.

Acción reacción. Inmediatamente, sobresaltado, se agitó en el sofá, moviendo los brazos en un frenesí inexplicable y totalmente innecesario. Finalmente se quedó apoyado en el respaldo del sofá, despeinado, respirando con dificultad. Creí verle sonreír cuando encontré sus ojos lilas debajo de toda la mata de pelo anaranjado.

- Te odio -dijo-. Estaba soñando algo totalmente increíble. Estábamos yo, un grupo de jovencitas vírgenes...

- ¡Calla! -Le corté-. No quiero saber tus depravadas fantasías nocturnas.

- Vale, vale, no te diré nada de nada. Pero sigue siendo un sueño genial. Que tú has estropeado.

- No sé quién te ha dado permiso para que te quedes ahí a dormir -comenté caminando hacia la cristalera. Observé los robots de cerca-. ¿Crees...? -Susurré.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora