Capítulo 38

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38.- ¿Estáis preparados para sufrir?


Desde la azotea se podía ver casi toda la Capital. El edificio de las afueras, de diez plantas, ofrecía unas vistas inmejorables de la fiesta. Las calles estaban iluminadas y la gente reía y bebía. Cuando miré mi reloj de muñeca comprobé que eran casi las nueve y media de la noche.

Me senté al borde de la azotea dejando que mis piernas se mecieran al antojo del viento. Habíamos estado esperando aquel momento durante mucho tiempo; cada uno de nosotros trataba de parecer tranquilo y sereno pero, en el fondo, todos estábamos nerviosos. Nos habíamos convertido en un amasijo de nervios silencioso que no se atrevía a hacer el menor ruido.

Aunque sabíamos que estábamos preparados para ello, las dudas y la inseguridad seguían siendo parte de nosotros. Confiábamos en el éxito, pero temíamos el fracaso. Sólo podíamos dar lo mejor de nosotros; sabíamos que fallar no era una opción. Nos jugábamos demasiado y eso era algo que teníamos presente en todo momento.

Una de las instrucciones de Sapphire había sido que teníamos que llevar ropa cómoda y sencilla que nos permitiera movernos con libertad. Me había decidido por unos pantalones negros, anchos y llenos de bolsillos; una chaqueta fina de color gris oscuro y una camiseta oscura. Ropa cómoda y sencilla.

No me había peinado ni arreglado para la ocasión; nosotros no íbamos a participar en la fiesta. En realidad, nunca había participado en aquella fiesta. El cumpleaños del Gobernador era una fiesta en la que todo, o casi todo, estaba permitido. Las calles, aunque aún era relativamente temprano, se habían convertido en una orgía de desenfreno, violencia, alcohol, drogas y sexo. Cuando una persona sabe que puede hacer todo lo que quiera sin ser juzgada suele tender a perder el control. Se toma la justicia por su mano y toma decisiones de dudoso criterio. Sin embargo, por las calles habían actuaciones y puestos de comida y accesorios. Al principio de la noche aún había algunas personas que intentan disfrutarla de una forma pacífica. Pero basta con una chispa para desencadenar un incendio. Aunque quedaba mucha noche por delante ya se podían percibir los estragos de aquel desenfreno.

- ¿Puedo sentarme?

Asentí y miré de reojo a Sheryl.

- Estoy nerviosa -confesó; un dulce aroma a primavera comenzó a rodearme.

Sheryl llevaba puestos unos finos pantalones flexibles y un jersey grisáceo de aspecto cómodo que le venía un poco grande; su cabello caía como una cascada roja a su espalda, apareciendo de su sien un par de trenzas que se unían en la parte de atrás de su cabeza. Aquello le daba un toque dulce y desenfadado.

- Yo también lo estoy.

- Se te nota.

Guardamos unos instantes de silencio.

- La verdad es que no deberíamos preocuparnos. Cualquier tipo de inseguridad podría llevarnos al más absoluto fracaso -dije tratando de convencerme también a mi mismo.

- Tienes razón. Pero a veces se hace un poco difícil.

La observé con atención. Su rostro tenía un matiz de tristeza que no había advertido nunca antes. ¿Estaría pensando en su hermano? ¿O se trataba de una cosa totalmente diferente?

- ¿A qué vienen esas caras tan largas?

La voz de Benjamin paseó entre nosotros. Le dediqué una sonrisa cuando se sentó al lado de Sheryl y ella se pegó a él.

Bejamin había dejado sus gafas en casa y había decidido que las lentillas serían una opción menos arriesgada. Sin sus gafas, con aquel abrigo largo y los pantalones vaqueros desgastados, parecía una persona totalmente diferente. Lo único que seguía como siempre era su fino cabello oscuro.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora