CAPÍTULO 23

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POV VANESA

- ¿Quieres, Mónica? - Le susurré, ella cerró los ojos para sentir mis labios sobre su piel. -¿Quieres ser mía esta noche?

- Si quiero. - Mónica susurró casi en un gemido.

Viaje por la línea de su columna vertebral, con una de mis manos hasta que llegue a su cuello, donde delicadamente enlace mis dedos en sus cabellos oscuros tirando su cara hacia la mía. Tomé el cuerpo desnudo de Mónica contra la
pared fría, haciendo a la mujer jadear cuando sintió mi cuerpo presionado contra el suyo.

- Sé que lo quieres, no es necesario que digas nada más. Sólo siente, - Susurré lenta y sensualmente en su oído. Retirando un par hebras de cabello, dejando su cuello
a merced de mi boca, que se movió en el dejando besos húmedos y prolongados. Su piel era tan suave y sensible que el enrojecimiento se hizo más visible. Podía sentir.los vellos de su cuerpo erizar justo en el momento exacto
que mi lengua se deslizó sobre su pulso con un poco de presión.

Mónica deslizó sus pequeñas manos por mi espalda, clavando las uñas en la tela húmeda de mi blusa. A medida que subía con los besos desde su cuello hasta el lóbulo de su oreja succionando con apuro. La mujer se quedó sin aliento, dejando escapar un gemido que me
dejó completamente mojada.

- Quítate eso ahora! - Susurró la mujer perdida en el deseo.

Le solté una sonrisa maliciosa, me miraba con esos ardientes ojos verdes tan familiares.

- Porque no me la quitas tú, Carrillo.

Mónica no se hizo rogar, llevó las manos a los botones de mi blusa y los desabotono de uno en uno, sin apartar su mirada de mí. Cuando termino, la mujer llevo sus manos hasta mis hombros retirando lentamente la tela de mi
cuerpo, admirando cada parte de mi cuerpo desnudo. Me sentía caliente, fuego bajo su mirada sumergida en la lujuria.
Ágilmente toda la ropa estaba en el suelo, dejándonos completamente desnudas en esa habitación oscura. La penumbra de la noche la hacía ver tan atractiva, destacando sus curvas bajo la poca luz que las lámparas ofrecieron.
Besé su boca intensamente, y Mónica correspondió de la misma manera. Ella separo sus labios permitiendo el paso de mi lengua que se deslizó dentro de ella con hambre.
Estamos batallando por quien domina y yo gane.
Sus manos se movían arriba y abajo a toda prisa,
presionando mi cuerpo contra el suyo. Rápidamente guie a la mujer conmigo a la cama pequeña de la habitación. Tiré el cuerpo de la castaña en la cama. La mire ahí, pidiéndole a Dios que no fuera un sueño, porque si así
fuera no quería despertar hasta hacer a esa mujer mía. Me arrastré sobre ella, encajando nuestros cuerpos de manera tan perfecta que no podía evitar el gemido ronco que se escapó de mis labios. Intercambiamos miradas intensas y calientes, era increíble la conexión que sentía a través de ellas. Besé sus delicados labios, y seguí desde su cuello hasta sus pechos. Mónica jadeo cuando sintió mi boca alrededor de su pezón. Los succione con un abrumador deseo que
hizo a la mujer gemir, apretando sus dedos en mi pelo en suplica.

-¡Oh cielos, Vanesa! - Javiera gimió, inclinándose hacia delante, ofreciéndome más de su cuerpo.

No dije nada, sólo seguí mi trabajo. Deslizando la lengua por su piel suave, succionando su pecho, mientras mi otra mano masajeaba el otro con cierta agresividad que hizo que la mujer se retorciera. Estaba hambrienta, hambrienta de su cuerpo que por tanto tiempo se escondía de mí. Deje los rojizos y extremadamente sensibles pechos de Mónica, para bajar a su suave  abdomen, distribuyendo besos y mordiscos en él.

- Eres maravillosa señorita Carrillo. No voy a ser capaz de detenerme. - Dije entre besos.

La mujer se retorcía casi en suplica por los besos que iba dejando hacia abajo, donde su placer sería más intenso. Pero todavía no era el momento adecuado. Seguí con el mismo ritmo, no quería que ese momento fuera solo
sexo. Por alguna razón desconocida, sentí que sería algo importante. Lleve mis labios desde su vientre hasta alcanzar su húmedo centro. Mónica era tan sensual. ¡Cielos! Me perdería mil veces en el cuerpo de esta mujer.
Lentamente bese la parte interior de los muslos,
deslizando mi lengua por su ingle. Mónica se sentó sobre sus codos, mirándome casi enojada por dicho retraso.

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