Anexo #8: Calipso Belladona.

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Este Anexo contiene escenas que dañan la sensibilidad. Lee bajo tu propio riesgo, el sismance no se hace responsable ni aceptará críticas después de esta advertencia.

***

—No sé por dónde empezar —Ella se sentía como la vez en que fue a la biblioteca municipal donde había un montón de libros a su alrededor, apilados y ordenados sobre miles y miles de estantes que rodeaban todas las paredes y llegaban hasta el techo. Estaba completamente abrumada mientras se preguntaba, ¿por dónde debería empezar?, ¿cuál libro cuenta la historia verdadera?, ¿cómo saber si la historia que se está leyendo es la falsa o la real? No quería ser engañada por falsos testimonios, o recibir una versión minimizada de los hechos, por más crueles y horripilantes que fueran.

¿Por qué alguien no contaría la historia real? ¿Por qué el escritor censuraría la realidad? ¿Por miedo? ¿Por moral? ¿Culpa? Eso no quita que no hubiese ocurrido, así que, ¿para qué mentir o suavizar las crudezas de la vida?

Eso era lo que pensaba.

Lo conocí, cuando mi padre empezó su campaña política. Su representante de marketing le dijo que debían crear una imagen humilde, bondadosa y honrada, una que al pueblo le gustara. Aparte de lanzar las típicas promesas y mentiras que ya la gente tenía memorizadas, debían de probar con nuevos métodos para convencerlos de que mi padre era alguien de fiar. Por tanto, los correligionarios sugirieron, y luego invitaron al Señor Belladona a asistir a los cultos de la Iglesia más famosa de la ciudad, conocida por atraer a una gran cantidad de personas por sus brillantes milagros y sus agradables discursos.

Incluso tenían su propio canal en la televisión, era todavía mejor, significaba más publicidad.

Así que, un día, el candidato a concejal, el señor Belladona, agarró a su despampanante esposa y a su adolescente e ingenua hija, para que lo acompañaran a la iglesia evangélica, y de este modo, demostrar al país que eran la mejor y más perfecta representación de una familia tradicional estadounidense con una fuerte creencia hacia Dios. Cuando llegamos al lugar, nos dieron asientos en primera fila, que ya habían sido reservados de antemano. Las cámaras estuvieron sobre nuestros rostros durante toda la ceremonia, pero no fue un problema para mí, desde muy pequeñita, ya había aprendido a lucir un semblante sereno y gentil, aunque estuviera ardiendo de nervios por dentro.

Era una de esas cosas que mi madre me había enseñado: "Mantén la cabeza en alto, si quieres llorar, hazlo en tu habitación y grita con una almohada en la cara, pero nunca demuestres tus verdaderos sentimientos al resto del mundo, porque al resto del mundo no le importa lo que te pase". No lo dijo, y yo no se lo pregunté, pero estaba segura de que también se incluía a ella misma. Lo único que compartía con ella eran algunas características físicas, y que alguna vez, lo que resulta casi imposible de imaginar, había estado dentro de su vientre. Pero, desde que tengo uso de razón, sólo puedo percibir a mi madre como una figura sin rostro, una voz elegante en la sala de estar, un accesorio en el brazo de mi padre.

La única función de mi madre, era ser una esposa trofeo. No me quería, pero al menos, tampoco me odiaba. Sencillamente, no le importaba en lo absoluto, en la misma medida en la que no le importamos a los extraños.

Entonces, sucedió después de que terminara la ceremonia. Mi padre y mi madre estaban lejos, conversando con el pastor, fingiendo que no se enteraban que estaban siendo grabados, mientras concienzudamente lucían sus mejores expresiones de humildad. Yo estaba sentada en un banco, cuando giré casualmente mi cabeza y lo vi, de pie al lado de un par de personas, él se veía lo suficientemente apuesto para llamar la atención, pero no lo suficiente para opacar al resto. Era mayor que yo, por varios años. Tenía rasgos suaves y bonitos, el tipo de rostro del que nadie desconfiaría, que no causaría envidia, sino que era agradable de ver. Su cabello era naranja como las zanahorias. Y era alto, y delgado, de complexión estilizada como un guepardo joven.

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