Instituto de Delincuentes Juveniles

Paso #33: Haz del pánico tu perra

En la cueva sismance, más oscura que nunca, Amer está acostada en un sofá con las piernas estiradas hacia arriba. Esta con el SPM, cólicos, y además de eso, una gripe le ataca. Ha bajado de peso considerablemente y sus labios están atorados en una línea dura.

RLKinn está sentada en otro, con su computador en los muslos, tecleando ferozmente con vestimenta negra y el pelo tan despeinado como si pájaros la hubiesen atacado.

—Terminamos, ¿hay algo más para agregar? — Pregunta RLKinn, alzando la mirada junto con sus enormes ojeras que parecen haberse instalado para siempre — Te toca apretar el botón de publicar.

—Ok. — responde Amer, pestañeando con parsimonia —sólo estoy avisando a los lectores AQUÍ, que haremos un Q&A en celebración del aniversario del amerkinn, y que dejen sus preguntas —Amer mira hacia sus lectoras con una sonrisa cansada — ¡Aquí! ¡Cualquier pregunta indecorosa, interesante, metiche que quieran!

—Bien. ¿Listo?

—Listo— Amer vuelve a releer el capítulo por centésima vez, como lo acostumbrado — ¿Ya revisaste todos los errores ortográficos que pueden haber?

—Ajá.

— ¿Leíste el solangelo?

—Ajá. Exquisito. Hermoso. Sukulento. Corte y queda. —un tic nervioso empieza nacer en el ojo de Kinn.

— ¿Tenemos que dedicar algo a...?

— ¡SÓLO APRIETA EL PUTO BOTÓN AMER!

—... —Amer aprieta el botón. —Listo. Ahora podemos volver que desaparecer por otros 15 días, mientras escribo rock antes de que me maten.

Rlkinn tira su computador contra la pared y se deja caer de cara contra el suelo, para morirse un ratito e intentar descansar.

🌝~~🌝~~🌝

Nunca en mi vida, odié tanto el sol, como estos dos últimos días. Ni siquiera sabía que eso fuera posible, porque vamos, YO AMO esa estrella gigante y caliente en el universo que nos da calor. Sin embargo, mi inevitable repulsión nació cuando empecé a quemarme y ni con todo el áloe del mundo, evitó que las quemaduras en mi espalda y brazos dolieran como el infierno. Además, la forma en que la piel de mi nariz se pelaba (y ardía), no era para nada, atractivo.

Es domingo por la tarde casi rodeando el crepúsculo, el sol está en su pico más alto, y en este día, nos tocaba limpiar el polvo del césped sintético de la cancha de fútbol. Lo cual era extremadamente complicado ya que estábamos en medio de un maldito desierto, con fuertes vientos calurosos que devolvían todo el polvo a su lugar apenas lo limpiábamos. Jason, Percy, Leo, y yo (oh, y los buitres planeando con hambre encima de nuestras cabezas porque al parecer, estábamos empezando a oler a muerte), somos los encargados de la tarea, mientras la otra mitad del grupo debía estar limpiando la piscina o las ventanas de los edificios.

Nos habían separado porque mantenernos juntos era un peligro inminente según el director.

—Ahg, ¿cuánto queda para terminar? — preguntó Leo, teniendo dificultades para respirar, traía una pañoleta naranja atada alrededor de su cabeza y una botella de agua pegada en su cintura con cinta adhesiva — Estoy empezando a sentirme como en esa película llamada Holes, la maldición de los hoyos. Excepto que, en vez de encontrar un tesoro, probablemente sea un cadáver escondido por Nico.

Ni siquiera me molesto en regañarlo. Le doy una media sonrisa sarcástica, porque mi cerebro derretido no podía forzar algo más. Además, entiendo porque lo hace, la broma había sido lanzada en dirección a Percy, chico deprimido que ni siquiera se inmutó. No llegó a oírlo o fingió no hacerlo. No importa, ha estado así desde que salimos de las Vegas y no parecía que su decisión estuviera flaqueando.