Paso #54: Sé sincero contigo mismo

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Tengo frío. Hace demasiado frío.

—Ellos son los nuevos estudiantes. Ambos, denle la debida bienvenida a la Academia Yancy.

El aire que entra por mi nariz y mis labios entreabiertos está helado... ¿O es lo que sale de mi interior?

—Tranquilo, Cherry, déjalo a nuestro cargo. Les daré un tour más fabuloso que el que les darían en la Casa Blanca —dice Leo, su voz tan alegre y jovial como siempre, pero ahora parece provenir del lugar más profundo del bosque—. Acompañados de su sexy anfitrión, ¡Leo Valdez!, y su candente compañera, ¡Calipso Belladona!

Entonces, percibo el eco de un pasado helado que golpea mi corazón y lo estruja hasta soltar más escarcha, que se extiende por mi sangre. Oigo el susurro de las ramas que parecen rasgar el cielo. Y escucho su voz, familiar, y distinta a la vez; pronunciando mi nombre, lento y dubitativo:

—¿Ca... lipso?

Oigo gritos. Sé qué sólo están dentro de mi cabeza, tratando de abrirse paso como a golpetazos, pero parece que se han puesto justo sobre mi oído de nuevo, cantando y riendo, celebrando y murmurando, mientras todo se tiñe de rojo. Y estoy temblando, muy fuerte. Me doy cuenta después de un rato, porque mis huesos empiezan a dolerme por la gravedad de ello. Casi puedo ver el vaho, otra vez, delante de mis labios.

Es demasiado frío, realmente siento que voy a morir por el frío.

Inconscientemente, me acerco más hacia Leo, poniéndome incluso detrás de él. No puedo evitarlo. Una pequeñita parte de mí está luchando por rebelarse, sabe que no debería tener esta reacción, tan débil y sumisa; pero el resto de mí, simplemente quiere esconderse, ir en búsqueda de la calidez, la cual, sorprendentemente, parecía provenir del único lugar en el que jamás esperé encontrarla: Leo.

Él se da cuenta de mi reacción, sería un idiota si no lo hiciera, y a pesar de que se lo digo incontables veces, en realidad, Leo no es ningún idiota. De hecho, es tal vez uno de los chicos más perceptivos que he conocido, sin embargo, por alguna razón, éste se esmeraba en demostrar lo contrario. Por alguna razón, siempre ha actuado como un idiota delante de mí, pero ahora, sus ojos marrones están serios y centrados, y desprenden un brillo de interés que se mueve hacia uno de los nuevos alumnos, al que había pronunciado mi nombre.

—Disculpa —comienza Leo, y su tono es extrañamente calmado pero sin quitar del todo su habitual jovialidad. Cuando agacho la mirada, noto que uno de sus dedos está dando repetitivos golpecitos sobre su muslo, y atisbo fugazmente una sonrisa comedida sobre sus labios delgados—. ¿Ustedes se conocen?

Todo dentro de mí se horroriza, a la espera de la respuesta. ¿Por qué no puedo moverme? Es como si estuviera atada... atrapada... y los gritos, y risas... no paran de sonar como si los estuvieran repitiendo cerca de mi oído. Pensé que me había librado de ellos, pero ahora, todo ha vuelto, con la facilidad con la que subes un interruptor para encender la luz y encontrarte con todos los cadáveres que habías estado guardando en la oscuridad.

¿Pero qué hace él aquí? Se supone que es demasiado mayor... ¿Entonces, cómo?

—Me llamo Humbert —responde retrasando la verdad, y su voz se incrusta en mis huesos como carámbanos que esparcen aún más la infinita frialdad que me invade. Me pregunto si Leo nota que está ignorando su pregunta.

—¿Ese es tu nombre real? —pregunta Leo con una mueca de espanto—. Es un nombre de mierda... Eh... sin ofender.

Él, esa cosa con forma humanoide que se hace pasar por una persona, se ríe, con tanta naturalidad que siento que me volveré loca porque no es justo, no es malditamente justo que esté allí tan tranquilo y feliz mientras yo... mientras yo he estado arrastrando una herida tan grande en mi pecho, que con cada paso que he dado desde entonces, sólo he dejado una marca de sangre maloliente detrás de mí, y la restante, dentro de mi cuerpo, solo ha conseguido hacer que me pudra lentamente, hasta convertirme en esta cosa irreconocible que soy ahora.

Instituto de Delincuentes JuvenilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora