El Primer Baile

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–¿Son en verdad necesarios todos estos listones y flores falsas?

Rozemyne asintió, sonriendo complacida al notar como Justus observaba a su alrededor con sorpresa mal disimulada, justo igual que Eckhart, Sthral, Cornelius y Mattias. El único que seguía acomodando todo y dando indicaciones sobre los adornos y arreglos era Razfam.

–El próximo año podríamos hacer una decoración que recuerde la nieve y el hielo, si es lo que prefieren –sugirió la Aub antes de mostrarle un diagrama a Razfam.

–Aub Rozemyne, es un acomodo audaz, ¿está segura?

–Por completo, Razfam. Necesitaremos un espacio donde interpretar los bailes, además de espacio para los instrumentos.

El asistente miró de nuevo el papel, asintiendo despacio antes de mirarla a los ojos y cruzar los brazos frente a su pecho.

–¡Se hará como mi señora ordene!

Luego de lo cual el hombre comenzó a dar indicaciones al resto de los asistentes ahí reunidos.

Rozemyne nunca había visto a aquel hombre brillar de esa manera. En verdad era un asistente de primer nivel.

–Aub Rozemyne, ¿hay alguna razón para que nos llamará a todos? –inquirió Sthral.

–Deseo su opinión en el acomodo de los guardias para coordinar el evento y que elijan a los caballeros que llevarán dicha labor a cabo. Además de eso, me gustaría que ustedes asistieran cómo invitados junto con mi séquito privado, ya que son quienes conocen los pasos de baile.

La muchacha habló un poco más con los caballeros, sonriendo al escuchar como se ponían de acuerdo en tanto Clarissa anotaba todo en un díptico.

Una vez dio el visto bueno y les solicitó instruir a los caballeros de la lista, paso a hablar con Justus.

–¿Cómo va el proyecto?

–¿Le parece prudente hablar aquí, mi señora?

Clarissa soltó una risa divertida, contagiando a Rozemyne, haciéndola experimentar una sensación de complicidad imposible de resistir.

–Lord Justus, Aub Ferdinand se encuentra en la ciudad baja con mi marido y Lord Laurenz para verificar los nuevos instrumentos que ambos planean introducir durante esta temporada.

Justus le dedicó una mirada de entendimiento, seguida de una sonrisa cómplice. El hombre estaba disfrutando más de lo que era sano escondiendo algo tan grande a plena vista de su señor, luego procedió a sacar un libro de entre sus ropas que Rozemyne se apresuró a verificar.

El tamaño de las hojas era más pequeño de los libros que solían hacerse incluso en sus talleres. La cubierta estaba hecha de papel grueso con un terminado en marmoleado blanco con azul y pétalos rojos al frente que saltaban a la vista de manera escandalosa. ¡Era perfecta!

Confiando en que los dos eruditos cuidarían sus espaldas, Rozemyne se aventuró a abrirlo, sorprendiéndose de manera grata al observar los elegantes diseños que mostraban los genitales y sus explicaciones. El tamaño de las hojas hacía imposible tener los cuatro diagramas en dos hojas, de modo que las primeras dos páginas después de la contraportada y el índice eran la flor y el cáliz, mientras que al dar la vuelta, podía verse la espada enfundada de frente en una hoja y erecta, desglosada y abierta por un lado en la otra.

Después venía una especie de glosario, en el cual se explicaba la masturbación, el juego previo, la excitación, el orgasmo... por supuesto todo llevaba nombres que, obviamente, eran nobles eufemismos para la alcoba, cerrando con la explicación sobre el ciclo de Gedhuld y como calcular el mejor momento para quedar embarazada, además de la explicación sobre la fecundación. Sonrió al notar que su discusión con Ferdinand la última noche del festival de la cosecha, hubiera alcanzado a ser agregado al manual.

Los Dioses del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora