De viento y oscuridad

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Volver a Alexandría había supuesto un alivio y un montón de trabajo a partes iguales para la pareja archiducal.

Esta vez no había secretos, de modo que una visita a Ibiza había sido planeada para mediados del verano. Ferdinand moría de curiosidad por saber que tanto habían estado haciendo Justus, los fanáticos y todas sus diosas con ese lugar en la costa... claro que no contarían con Harmut y Clarissa para el viaje. La erudita de la espada estaba embarazada.

Ferdinand aún recordaba la cara de emoción estúpida que el hombre había puesto cuando les avisó apenas regresar de la Conferencia Archiducal. En su éxtasis, el insensato había tomado el ofrecimiento de Rozemyne de obsequiarles algo para festejar el feliz acontecimiento y Harmut había solicitado una piedra con el mana de Rozemyne para el bebé.

—Harmut, Gramarature debe estar haciendo una broma a nuestros oídos —había dicho Ferdinand de inmediato—, ¿no temes que el mana de Aub Rozemyne pueda contaminar el mana de tu hijo?"

El rostro de Harmut había pasado de la sorpresa a la confusión, luego a la más profunda introspección para luego estallar en su habitual estado exaltado, desviviéndose en halagos para su Aub y Santa.

—... además, Aub Ferdinand —continuó Harmut abrazándose a sí mismo y moviéndose de un modo incómodo de ver—, mi querida esposa y yo ya estamos envueltos en el mana de nuestra señora. ¡Es natural que queramos que su mana divino y poderoso cubra también la vida de nuestro pequeño para protegerlo e inspirarlo en todas las formas habidas y por haber!

Ferdinand se había sentido en shock, al grado de detenerse en el medio del pasillo y soltar la herramienta para evitar escuchas que los tres habían sostenido de camino al ala de niños.

Recordaba bien que se había preguntado como un padre podía ser tan irresponsable por mero fanatismo, comparándolo con el cuidado "excesivo" según Rozemyen que él había tenido de su esposa y su pequeña Aiko el año anterior.

Para su sorpresa, Rozemyne había soltado también el aparato, mirando de pronto a su alrededor con obvia confusión en su semblante.

—Nada de lo que voy a preguntar y ustedes a decirme puede salir de este grupo, ¡es una orden de su Aub! —dijo Rozemyne con autoridad.

Tanto su séquito como el de ella la miraron asombrados antes de cruzarse de brazos y arrodillarse frente a ella. Ahora él también se sentía curioso, de modo que la dejó continuar.

—Debo admitir que mi educación de dama fue incompleta, y es posible que no haya comprendido bien la que recibí de mi madre, así que quiero respuestas claras y directas. ¿Qué tan perjudicial sería para un bebé recibir mana del maestro de sus padres si estos le han dado sus nombres?

Ferdinand observó con curiosidad las caras llenas de desconcierto tanto de quienes venían de Ehrenfest como de quienes habían nacido en la antigua Arsenbach.

Grettia miró a Matthias y luego a Harmut. Ferdinand se dio cuenta en ese momento de que el entendimiento la había golpeado de pronto. Aun así, la chica no dijo nada en lo absoluto.

—Dado que el mana de los padres ya ha sido mezclado por el mana del maestro —explicó Justus cuando nadie más dijo nada—, se espera que el bebé sea protegido por el mana del maestro.

—Si me permite, Aub Rozemyne —ofreció Angélica con su inocencia usual—, si el bebé ha sido concebido luego de que los padres dieran sus nombres, su mana ya habrá sido contaminado por el mana del maestro. No sería raro que el maestro done un poco de su mana a sus sirvientes para mostrar su apoyo para el nuevo bebé, igual que no es raro que los hermanos del pequeño donen mana a su madre. Mi madre a veces comentaba que a mi me gustaba mucho abrazar a mi hermana menor y balbucearle mientras ella estaba dentro de su cáliz.

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