SS Cornelius & Leonore: Regalo inesperado.

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Los bautizos y las presentaciones de invierno se habían llevado a cabo. Todos los niños de entre 10 y 15 años habían partido ya a la Academia Real y en el Palacio de Alexandria solo quedaban adultos y niños pequeños.

La socialización de invierno se había llevado como siempre, para alivio del matrimonio de caballeros apostados junto al estrado en dónde se encontraban los dos Aubs del ducado.

–Nobles de Alexandria –anunció Aub Rozemyne poniéndose de pie. Su meñique derecho sostenido todavía por Aub Ferdinand, quien permanecía sentado mirando a los nobles–, al parecer, Dreganuhr ha hilado nuestros hilos con gracia y rapidez.

–Que el Dios de la Oscuridad nos guarde del duro juicio de Ewigeliebe –dijo ahora Aub Ferdinand poniéndose en pie sin soltar a su esposa– y Schlatraum nos bendiga con un sueño reparador.

Los nobles invitados dieron sus propias despedidas tanto a los Aubs cómo entre ellos antes de comenzar a vaciar la sala.

Cuando solo quedaron los habitantes regulares del Palacio y sus sirvientes, Aub Ferdinand jaló a su esposa, besándola en los labios con una sonrisa divertida, diciéndole algo con el manos libres que hizo reír a Aub Rozemyne, la cual respondió del mismo modo antes de soltarlo.

Cornelius miraba el intercambio con mala cara, antes de recomponerse al recibir un codazo de su esposa Leonore en el costado.

—Ya están casados, Cornelius —le murmuró su esposa sin moverse de su lugar.

—Sigue siendo indecente que hagan ese tipo de cosas en público, van a provocar otro desmayo.

—¿El tuyo? —se mofó su esposa.

Estaba por responderle algo cuando los dos notaron que su hermana pequeña estaba de pie frente a ellos, mientras que Ferdinand salía del salón seguido por sus propios guardias.

—Tengo un regalo para Leonore y para ti, hermano. Me gustaría que ambos me siguieran a mi sala de lectura privada ahora que las cosas estarán más relajadas en el palacio.

Se sentía confundido. Corenlius miró a Leonore, quien parecía tan desubicada como él, luego ambos miraron a Rozemyne, quien había cubierto parte de su cara con el abanico para que su risa divertida no fuera tan notoria.

—¿No puedo hacerle obsequios a mi familia por ser Aub?

Leonore se tensó en ese momento, él solo se relajó, dándole un golpecito en la frente a su hermanita y sonriéndole con confianza.

—Claro que puedes, solo nos tomaste desprevenidos, no esperábamos un obsequio luego de que nos dieras una finca en el barrio noble de Alexandria.

Rozemyne sonrió de nuevo, despachando a sus asistentes y eruditos antes de comenzar a caminar con ellos, un paso por detrás como dictaba el protocolo.

—Escuché que sus esfuerzos por hacerse con la carga de Gedulhd han sido infructuosos. No deseo disponer de los servicios de Leonore, pero sería demasiado egoísta de mi parte evitarles su propia felicidad, así que, he decidió intervenir.

Cornelius se sonrojó. ¿Intervenir? ¿Iba a entrar con ellos a la habitación o algo así?

Su hermanita debía conocerlo demasiado bien porque no tardó en voltear a verlo, sonriéndole antes de mirar a Leonore.

—Pienso que han tenido mala suerte al no saber como planificar estas cosas, entonces, seré Anhaltaung para ustedes y les daré el obsequio para que lo examinen y lo usen. Los espero en mi despacho en dos días para discutir cuando voy a prescindir de sus servicios, de modo que puedan enfocarse en llevar la primavera a casa.

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