Era un día lluvioso de finales de primavera, uno de esos raros días de la hoja en que ninguno había tenido que asistir al castillo a cumplir sus obligaciones. El Ducado estaba en paz, bastante equilibrado para este momento y Aub Rozemyne tenía a Grettia y Liesseleta turnándose para descansar y para entrenar a las jóvenes que al fin se había dignado seleccionar para incrementar la cantidad de asistentes personales con ella.
Las gotas de lluvia golpeteando contra el vidrio de la ventana, las hojas de los árboles y la tierra del patio creaban una melodía agradable al interior de la finca archinoble. Los asistentes de la pareja estaban ocupados limpiando y preparando la comida, dejando que el joven matrimonio disfrutara de algo de intimidad en la sala de libros.
Sentados en un sofá de tres plazas con un par de manos entrelazadas intercambiando maná de manera constante se encontraban Matthias y Grettia en su pequeño ritual de besos gentiles y cortos, uno detrás de otro como si fueran pequeñas galletas diminutas y espolvoreadas con ese endulcorante nuevo que parecía harina.
La mano de Matthias que no intercambiaba maná estaba fuertemente anclada en la cintura de su esposa, mientras ella usaba su mano “libre” para acunar el rostro de él.
Un par de besos más y ambos se miraron sin tratar de ocultar del otro el noble color de Geduldh de sus mejillas, la nariz o las orejas.
–¿Cómo te sientes? –preguntó Matthias sin soltarla todavía, mirando a su esposa a los ojos con atención.
–Feliz… supongo… es lindo que te conformes solo con esto.
Matthias sonrió. Deseaba más que ese magro intercambio, sin embargo, se había jurado esperar mientras ayudaba a sanar a su mujer. Se lo había explicado muchas veces y esta no fue la excepción.
–¿Quieres hacer algo más, Grettia? Haré lo que gustes mientras lo desees y te sientas cómoda con eso, no importa lo que sea.
Ella sonrió, sonrojándose como de costumbre antes de lanzarse a sus brazos y soltar su mano. Era parte de su rutina durante sus días libres. Abrazos y algunas demostraciones de afecto. Al principio solo era Grettia tocando su rostro o pidiéndole que cepillara su cabello. Sus avances habían sido lentos y pequeños, pero constantes. A Matthias no le importaba si cumplían cuarenta para cuando al fin recibieran las bendiciones de Bremwarme, Beischmacht y Entrinduge, o si debían adoptar. Esperaría con calma.
–¿Matthias? ¿No, no te gustaría probar con… otro tipo de besos?
Tenía que ver con lo que le habían hecho. No era la primera vez que dudaba al pedirle algún tipo de contacto específico, empezando siempre con ese “no te gustaría” que nunca sabía cómo interpretar.
–Si te hace feliz, entonces quiero probar, mi Diosa.
Nunca ahondaba en qué tipo de Diosa era ella para él. Ya estaba decidido a tomarla como su diosa única, después de todo, ¿cómo podría sanarla o procurarla si tuviera que preocuparse por otra esposa?
La sintió separarse de él y la miró a los ojos, perdiéndose por un momento en el brillo curioso reflejado en ellos, el ligero rubor en sus mejillas y la forma en que se estaba moviendo.
Grettia no hacía casi ningún gesto. Era raro que sonriera, mostrara angustia o incluso timidez en su rostro, todo era siempre su postura. La forma en que movía sus dedos cuando estaba nerviosa. Su espalda un poco encorvada al sentirse avergonzada. Sus hombros subiendo y juntándose un poco cuando se sentía presionada. El leve temblor en sus manos y piernas cuando tenía miedo… Ese día debía estar entusiasmada por alguna razón. Sus movimientos eran más fluidos y ligeros de lo usual.
–Podría gustarte… demasiado.
Ahí estaba ese enorme sonrojo que le cubría toda la base del cuello y las orejas, además de sus dedos jugando con su falda de forma casi imperceptible cuando hacía alusión a algo vergonzoso que además la aterraba en cierto modo. Matthias no lo sabía porque no se atrevía a preguntar directamente, pero sospechaba que los veronicanos que entrenaron a Grettia en las artes de Bremwarme solían golpearla si ella los estimulaba demasiado pronto… su joven esposa siempre tenía problemas para verlo a los ojos cuando él hacía nevar por un par de besos extras o una caricia de más. Era una bendición que no durmieran juntos como algunos de sus compañeros o sus Aubs, estaba seguro de que Grettia pararía de hablarle si descubría cuan seguido tenía que lavar sus sábanas con washen durante las mañanas.
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Los Dioses del Amor
FanfictionFanfic Erótico. Proceda con precaución. RozemyneYurgensmith es una tierra de fantasía en una época un tanto medieval. Rozemyne acaba de completar su unión de las estrellas con Ferdinand y no está muy complacida por la falta de conocimientos de su co...