Semillas de Bluanfah III

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–¡No estás hablando en serio!

–Lo hago, y espero que me apoyes con esto, Ferdinand.

El hombre de cabellos azules soltó un largo suspiro, sosteniendo el puente de su nariz con una mano y aferrando la cintura de su esposa con la otra, evitando que bajara de su regazo.

–¿Tienes idea de todos los problemas que esto nos va a traer con los nobles? ¡Van a tomarlo cómo nuestra forma de deshacernos de ella y de su facción!

–Si, pero ellos… Aghhhh malditos nobles.

–¡Rozemyne! –dijo Ferdinand en tono de advertencia, aferrándola lo suficiente para forzarla a recargar su cabeza en él.

–Mira, si Letizia está flirteando con uno de los hermanos de Giebe Ibiza, no la voy a detener. No mientras el muchacho vaya en serio con ella. En cuanto a los nobles y sus estúpidas creencias, si no se nos ocurre nada útil, haré lo que he estado haciendo desde que ascendí a Aub Alexandría.

–¿Leer en tus ratos libres? –se burló Ferdinand sintiendo cómo el dolor de cabeza disminuía un poco.

–... Ignorarlos. Si me preocupara por cada una de las tonterías que van diciendo esos viejos ahrsenbachianos, no saldría de mi sala de lectura.

Ferdinand soltó un suspiro corto así cómo el puente de su nariz, mirando la sala en la que estaban tomando un descanso para hablar sobre Letizia y descansar.

El otoño estaba por dar inicio y así como Leidenshaft parecía estar bajando su lanza para ceder el paso a Schutzaria, así estaba disminuyendo el voraz apetito de Ferdinand por las atenciones de su esposa. Pronto podría dejar de buscarla dos veces al día para quemar en los fuegos de Brëmwarmë la distracción que le suponían los malditos susurros de Beischmach y regresar a su agradable rutina de dos o tres veces por semana.

–Supongo que es lógico, todas mis diosas. ¿Qué mejor lugar podrías encontrar para evadir la realidad que este?

Eso pareció satisfacerla, pues no tardó nada en colgarse de su cuello para besarlo en la mejilla y el cuello, haciéndolo reír un poco.

–¿Entonces? ¿Nos apoyarás, Ferdinand? No tiene caso forzar a Letizia a un puesto que no desea o atar sus estrellas con alguien que no le interesa solo por las exigencias de una facción, en especial cuando pronto tendremos tres hijos que bien podrían elegir el camino del Aub.

–Lo pensaré –respondió solo para verla inflar las mejillas indignada, besándola en el cuello y disfrutando de escucharla soltar un jadeo y luego reír.

Si la carga de Geduldh no estuviera apelando tanto a las bendiciones de Brëmwärme, no estaría actuando de forma tan escandalosa.

Un golpe en la puerta lo hizo alejarse del cuello de Rozemyne y ella a su vez le sonrió.

–Ferdinand, tu mano. 

–¿Mi mano?

–Bueno, si no te importa que Jazmín te vea…

El peliazul bajó la mirada, notando de pronto que la parte suave que había estado aferrando y en la que estuvo dibujando círculos de maná durante toda la conversación no era el vientre de su esposa.

–Lo siento –se disculpó sintiendo sus orejas y parte de su cara ser engullidas por el calor del noble color de Geduldh.

Rozemyne soltó una risilla divertida en lo que él se cercioraba de abrazarla por la cintura, preguntándose porque su esposa no se sentaba a su lado cuando esta dio permiso de entrada a la asistente en turno.

Té, sandwiches de ave cortados en pequeños triángulos, una sopa ligera, una pequeña fuente de tartaletas con fruta de temporada y una jarra fría con jugo de frutas además de otra fuente con galletas saladas era todo lo que venía en el carrito así como dos servicios para comer que la chica no tardó en acomodar en una mesa plegable con pequeñas llantas diseñada para que ambos pudieran alimentarse en la sala de lectura.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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