SS Harmut & Clarissa. Nuestra diosa siempre adelante

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Con el Festival de Elpberg y Erwaschlehren terminado, el trabajo de los eruditos del castillo era algo que los mantenía ocupados.

Era temprano cuando Harmut y Clarissa llegaron a la sala de infantes en el castillo donde habían comenzado a dejar a su pequeño Dominik a partir de la primavera para que Clarissa pudiera volver a trabajar.

—¿Se les hizo tarde entrenando? —preguntó Harmut mientras escoltaba a su pequeña familia por los pasillos del castillo.

—Para nada —respondió Leonore con su pequeño hijo Frederick en brazos—, de hecho, queríamos llegar antes pero, bueno, alguien se negaba a despertar y ya conoces las políticas de admisión de Aub Rozemyne.

El pequeño de un año y medio les dedicó una mirada aburrida y cansada, abrazada al cuello de su madre antes de voltearse de nuevo.

—Debe ser difícil para Frederick seguirle el paso a sus padres, que son caballeros de la archiduquesa —comentó Clarissa de manera juguetona.

—Lo es solo por las mañanas —confesó Cornelius—, pero tampoco es como que se levante junto con nosotros, a diferencia de su nana, que debe llegar temprano para estar con él en caso de que despierte antes.

—Lord Frederick disfruta mucho pasar su tiempo con Lady Aiko y Lady Bettina —informó la nana del niño delante de la pareja en cuestión.

—Espero que él y nuestro pequeño Dominick se vuelvan buenos amigos muy pronto —respondió Clarissa con una sonrisa enorme—, después de todo, ambos trabajarán juntos para Lady Aiko.

—¡Oh, si, mi querida Clarissa! Ya muero de ganas por saber que milagros realizará la hija de nuestra santa encarnación de Mestionora, ¿cuántas virtudes habrá heredado de sus padres? No importa si no se convierte en una Santa como su madre, estoy seguro de que incluso los mismísimos dioses bañarán en bendiciones a Lady Aiko para que sea capaz de crear sus propias leyendas y...

—Si, si, Harmut, lo sabemos —murmuró Cornelius con enfado antes de taparle los oídos a su hijo—. Mejor no sigas, no me gustaría ver como te consumes en los fuegos de Bremwarme por puro fanatismo.

Harmut guardó silencio y Clarissa soltó una risita divertida antes de detenerse frente a la puerta del cuarto de juegos para los niños prebautismales. Si bien le encantaría escuchar a Harmut predicar sobre los milagros de su Santa Aub, debía admitir que tanto hablar de ella y de sus obras podría llevarlos a ambos a un estado de éxtasis que sería difícil de aplacar sin invocar al invierno ahí mismo.

La puerta se abrió y las nanas voltearon para esperar a que las dos madres les entregaran a sus protegidos.

Leonore pegó su frente a la de Frederick diciéndole que se portara bien y comiera todo lo que le sirvieran. Cornelius le despeinó el cabello y pronto el pequeño Frederick comenzó a mover su manita en señal de despedida, asomado por el hombro de su nana.

En cuanto a Dominick, tanto Clarissa como Harmut le dieron un beso en cada mejilla antes de entregarlo a su respectiva niñera.

—No dudes en mandarnos un ordonanz si es pasa algo peligroso o algo importante —le recordó Harmut a la cuidadora de Dominick.

—Si dice el nombre de nuestra amada diosa y Aub, por favor grábalo en un ordonanz y envíalo a nosotros, o mejor, ¡grábalo con este pequeño aparato mágico, por favor, Berniece.

La niñera puso una sonrisa noble antes de tomar al pequeño de poco más de medio año y luego entró. La pareja se quedó ahí un poco más, observando a Lady Aiko caminando y dando vueltas por el corral donde colocaban a los más pequeños junto con Bettina, la hija de Liesseleta y Markus. Ambos llevaban shumils en los brazos gritando "mira" y "¡uh, bebé!" antes de soltarse riendo divertidas, recibiendo a sus compañeros con fuertes gritos llenos de felicidad.

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