Gutembergs en Drewanchel

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–Aub Sebastián, permítame que le presente a mi jefe de Gremio y Comercio, el señor Benno y a su asistente, el señor Mark.

Benno respiró profundo antes de ofrecer una reverencia y uno de esos saludos de primera vez que tanto le gustaban a los nobles, conteniendo el malestar en su estómago lo mejor que pudo bajo el escrutinio del hombre que lo miraba con interés sin dejar de estudiarlo.

El saludo fue devuelto, pero ni una sola luz de bendición salió del anillo para él, su asistente o las esposas de ambos.

–Así que estos son parte de sus famosos Gutembergs, Aub Rozemyne. Deben ser muy capaces para que tuviera a bien solicitar que llegaran por el círculo de teletransporte como si fueran nobles.

El tono era cordial, casi juguetón y de todos modos, Benno percibía a la perfección los afilados bordes que su Greifechan particular había invocado con su insolencia.

–¿Es así, Aub Sebastián? –inquirió Rozemyne colocando la mano bajo su mejilla cómo solía hacer desde que entrara en la Academia Real cuando intentaba fingir demencia o hacerse la desentendida–. Admito que es la primera vez que solicitó un permiso para que mis Gutembergs puedan viajar desde la Soberanía, sin embargo, Dregarnuhr, la diosa del tiempo no ha sido muy espléndida con nosotros. Una semana para preparar un viaje, así sea de tres o cuatro días es un tiempo algo corto para toda la logística involucrada en desplazar a mis valiosos Gutembergs. Odiaría tener que solicitar cualquier tipo de compensación en nombre de Gebotornung si algo les pasara por esta falta de la bendición de Seheweit.

Ahora se sentía mareado, no solo porque solo pudiera comprender una parte de lo que la mocosa que ayudó a entrenar estaba diciendo, sino porque, a todas luces, era una amenaza de guerra velada.

Un vistazo y notó que Aub Ferdinand mostraba una de esas sonrisas brillantes que no lo engañaban. El hombre estaba fastidiado y con justa razón. Por lo que sabía, esta visita fue solicitada a dos días de que terminara la Conferencia de Archiduques, dejándoles poco más de una semana para prepararse. Por más rápidos y eficaces que fueran en sus preparaciones, no podrían llegar a tiempo al Ducado de la serpiente, alcanzar a Rozemyne, hacer su trabajo y volver.

Sí, desde que el Ducado comenzará a subir un nivel tras otro en importancia cada año, Benno se había encargado de que comerciantes, cocineros, y cada uno de los gremios estuviera listo para movilizar gente a otros Ducados durante el verano... pero nunca con tan poca antelación.

–Tal y cómo Ortwin y yo le explicamos en nuestra reunión, Dregarnuhr tampoco nos ha sido especialmente amable con el asunto principal por el que hemos solicitado su presencia aquí.

La pareja archiducal de Alexandría hizo lo posible por qué no se notara que estaban suspirando en tanto Benno, Mark y sus mujeres seguían ahí en posición de sumisión y respeto.

Por lo que Benno sabía, Alexandría estaba un lugar por debajo de Drewanchel este año, de modo que no podían negarse a ninguna solicitud de ellos... aún. Con todo lo que su antigua pupila había preparado a lo largo de ese año, era seguro esperar que le arrebataran su lugar al Ducado del conocimiento en la siguiente Conferencia.

–Pueden ponerse de pie –les autorizó su Aub con una cálida sonrisa luego de discutir apenas un poco más–. Aub Sebastián ha preparado una escolta especial para guiarlos a la ciudad baja, donde habrá que hacer una revisión a los talleres relacionados con la imprenta. Mañana los llevarán al jardín de Besuchweg para que puedan verificar la imprenta oculta y el tercer día estaré esperando un informe de sus observaciones.

Benno y los demás agradecieron la información y apenas levantar la cabeza para mirarla, aprovechando que Aub Ferdinand estaba entreteniendo a Aub Sebastián y su esposa, Benno aprovechó para murmurar la primera mitad del credo de los comerciantes que le hubiera enseñado tanto tiempo atrás a una pequeña de nombre Myne. Su archiduquesa sonrió confiada, poniendo la misma mueca que usaba cuando hablaba de negocios con él o con cualquier otra persona y recitó en un susurro la otra mitad. Ambos asintieron y pronto se marcharon.

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