Jardines del Placer

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La primera dama de Werdecraft, Sieglinde, era una mujer Dunkelferger ejemplar. Excelente estratega, con la cabeza tan fría, que equilibraba a la perfección su sangre caliente y tan protectora de sus hijos y su ducado cómo él mismo.

Su matrimonio había sido más político que por amor y aún así, Bluanfah había bailado para ambos entre los fuegos de Brenwarme, trayéndoles a Lestilaut y Hannelore cómo recompensa. Ningún hombre era más afortunado o más feliz con su diosa de la luz como él... o eso había pensado hasta esa conferencia Archiducal.

–¿Entonces es verdad?

–Solo míralos, entraron tomados de la mano.

A pesar de no distinguir a las personas cuchicheando, Werdecraft también había notado como la joven Aub Alexadria y su consorte iban tomados de las manos a todas partes, la forma en que él le besaba la mano antes de soltarla para tomar su propio camino o los abrazos afectuosos en que la recién casada envolvía a su Dios Oscuro cuando se volvían a encontrar, cómo si hubieran pasado años desde que lo volviera a ver.

Aquel rumor de que ella le había ordenado compartir la alcoba todos los días debía ser cierta entonces.

Por supuesto, él no era el único que lo había escuchado, su esposa estaba incluso interesada en averiguar la razón, de modo que había organizado una fiesta de té con Aub Rozemyne y las primeras damas de otros ducados a la que siguió otra fiesta de té.

Esa noche, su esposa le habló sobre un nuevo proyecto para el cual necesitaba no solo su aprobación sino también su colaboración.

Los jardines de Besuchgweg parecían un proyecto complicado pero redituable. Había muchos tipos de comercio incluidos, aunque lo que más llamó su atención fueron los templos.

Un templo dedicado a Kuntzeal, más propio de Klassenberg que de Dunkelferg y un templo para Beismachart y Brenwarme.

–La antigua Santa mencionó los peligros de limpiar el templo y no tener un lugar adecuado para las ofrendas florales –le había explicado Sieglinde sin retirar sus ojos de un par de hojas de papel blanco en tanto escribía en otras.

Werdecraft la abrazó para poder leer sobre su hombro, sintiendo los colores subirse a la cara luego de un momento.

–¿De dónde has sacado esto, mi diosa de la luz?

–Aub Alexandria tiene ideas... interesantes. Hará un manual en las artes de Beismachart y Brenwarme que podrán ser impresas y distribuidas en los jardines, claro que, su amor a los libros no tiene límites.

–¿Un manual? ¿Imprenta?

–Sugirió que consigamos escritores capaces de hacer historias como está... maquillada a nuestro propio gusto.

Werdecraft miró ahora lo que escribía su esposa. De pronto había un jugador de ditter de cuerpo musculoso y apasionados ojos rojos en la nueva versión. Por un momento pensó que era él, al menos, hasta que Sieglinde comenzó a transcribir la parte más escandalosa con algunos eufemismos, bastante poesía y... no entendía porque si la compañera de este jugador ya estaba desnuda, él se conformaba solo con tocar y besar sin cargar con fuerza contra el cáliz.

–¿Qué escribes, querida?

–Espere a Lady Rozemyne en el pasillo luego de leer esto –comento señalando el escrito original–, sugirió que pusiera mis propias "fantasias" si pensaba ser escritora de... ¿Cómo lo llamó? Ero algo.

–¿Fantasías?

–Cosas que me gustaría sucedieran para encender los fuegos de Brenwarme. Incluso un buen ditter necesita de algunos preparativos previos, ¿O me equivoco?

Los Dioses del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora