–Jazmín, ¿podrías llevar los refrigerios de milady a su sala de lectura privada? –indicó Liesseleta con algo de apuro–. Grettia está en casa cuidando de Matthias y todas las demás asistentes están demasiado atareadas con los arreglos para el Festival de Schlageziel.
–¿Sir Matthias? ¿Le sucedió algo?
Trató de hacer memoria. Laurenz no le había dicho nada sobre que su compañero fuera herido durante los entrenamientos como para faltar... claro que pasaba de la quinta campanada y no había vuelto a ver a Laurenz desde que desayunaron juntos a eso de la tercera campanada y media.
–Parece que le detectaron fiebre está mañana durante los entrenamientos, pero no estoy segura, solo sé que Grettia me envió un ordonnanz avisando que estaría en casa cuidándolo el día de hoy luego de salir corriendo tras la noticia de que lo habían llevado con los sanadores de las barracas.
–Entiendo –respondió la joven de inmediato, sonriendo ante la posibilidad de servir directamente a la Archiduquesa–, yo me encargo entonces, Lady Liesseleta, no se preocupe.
Esa era su oportunidad de brillar.
A diferencia de Sir Matthias y Lady Grettia, ella y Laurenz ascenderían a archinobles hasta que naciera su primer hijo con la cantidad de mana adecuado. Eso podría significar pertenecer al séquito exclusivo de la Archiduquesa y no solo al servicio del castillo en sí. No importaba que Laurenz fuera uno de los juramentados de la Aub o que hubieran recibido un trato preferencial durante su unión de las estrellas, subir en rango podría ayudar a que observarán su desempeño con más atención y la ascendieran.
Jazmín se encaminó a las cocinas anunciando que ella atendería a la Aub el resto de la tarde. Pronto un carrito con su juego de té y algunos platillos cubiertos con lujosas campanas doradas le fue entregado, además de dos juegos de servicios en la parte de arriba del carrito y al menos cuatro más en la parte de abajo. Imaginó que era lo usual, en caso de que el cónyuge de la Aub se apareciera o tuviera una reunión improvisada a esa hora.
Para cuándo llegó al pasillo que llevaba de forma directa a la sala de lectura privada de la Archiduquesa, encontró a Laurenz y a Lady Angélica montando guardia a una distancia prudente de la puerta. Un poco más atrás observó a Sir Eckhart y a Sir Ernest, los caballeros asignados ese día a escoltar a Aub Ferdinand.
–Hola, preciosa. ¿Se le ofrece algo o solo viene a admirar a los mejores caballeros de Alexandría? –preguntó Laurenz en un susurro apenas ella lo alcanzó.
–Temo que vengo a atender a la Aub. Mi marido podría molestarse si se entera que vine a espiar a los caballeros –respondió ella con un aire coqueto y juguetón.
–Así que si vino a admirar el trabajo de Angriff y Leidenshaft, milady. Mire todo lo que quiera. Prometo no decirle a su marido.
Laurenz le guiñó un ojo, haciéndola reír un poco y luego notó que Lady Angélica volteaba a mirar a Sir Eckhart un segundo o dos antes de que este rodara los ojos y le hiciera una negativa con la cabeza. Lady Angélica la miró entonces, luego a Laurenz, después de nuevo a Sir Eckhart y sonrió. Para sorpresa de Jazmine, Sir Eckhart le devolvió la sonrisa de inmediato por apenas un latido antes de que Sir Ernest le diera un codazo y los tres volvieran a parecer estatuas adustas y estoicas resguardando la puerta.
–¿Es mi imaginación o acaban de chismear sobre nosotros en silencio? –preguntó Jazmín luego de entregarle una herramienta antiescucha a su esposo en lo que verificaba que estaba todo en orden en el carrito.
–Ignora a esos dos. Si oyeras lo que se dicen a veces en los entrenamientos, sabrías que no debes tomártelo en serio.
Jazmín recobró su herramienta y terminó de hacer la primer demostración de que todo en los platos era comida y era seguro. Acto seguido, los cuatro caballeros se movieron dos pasos a los lados para dejarla pasar y ella siguió hasta la puerta, misma que abrió en silencio y con cuidado de no hacer ruido.
Lady Liesseleta le advirtió que no hiciera ruido al entrar y en su lugar, acomodara todo en silencio y luego, si su señora estaba demasiada absorta en su lectura, se acercara con un marcador de páginas para colocarlo en la hoja que estuviera leyendo su Aub para avisarle que el refrigerio estaba listo.
Por supuesto, Jazmín esperaba ver a la encarnación de la Diosa Mestionora admirando sus libros, el hermoso paisaje del puerto a su espalda desde la ventana bajo la que se encontraba el cómodo sofá en que a veces ella misma se sentó a descansar luego de asegurarse de que el área estaba limpia... incluso esperaba encontrarla perdida entre las páginas del último libro entregado a la biblioteca como se le advirtió... no...
–Tranquilo, Ferdinand. Sabes lo que opino de matar a otros solo porque no actúan como quieres.
–¡Es peor que la disputa entre los viejos Leisegang y los Veronicanos! He ido dos veces a tratar de solucionarlo y nada.
Jazmín trataba de no mirar en tanto preparaba las cosas en silencio. Ninguno de los dos Aubs la había notado todavía, claro que eso no era lo que la tenía nerviosa y abochornada...
Aub Rozemyne estaba, en efecto, sentada en su plácido sofá bajo la enorme ventana de su sala de lectura privada y de hecho había algunos libros nuevos descansando en la mesa de té junto al sofá... solo que Aub Ferdinand no solo estaba sentado junto con ella. El hombre estaba doblado sobre ella, con el rostro hundido en el escote de Aub Rozemyne y sus manos apretujando las bendiciones de Geduldh de forma rítmica y lenta. La Archiduquesa por su parte lo sostenía por los hombros con un brazo mientras le cepillaba el cabello con la otra. Jazmín notó que varios adornos para cabello descansaban en el marco de la ventana detrás de Aub Ferdinand, quién no había dejado de comportarse de modo tan desvergonzado.
–Entiendo que estés frustrado, Ferdinand, pero que sigan peleando entre ellos no amerita sentenciarlos a muerte... o encerrarlos en la Torre Blanca. Solo trata de calmarte un poco y buscaremos otras soluciones juntos, ¿de acuerdo?
Jazmín miró de nuevo atrás, notando el momento exacto en que Aub Ferdinand asentía, apretando las curvas de Aub Rozemyne antes de soltarlas de nuevo. Jazmín se volteó. ¿Qué estaba pasando ahí? Lo peor es que ya tenía listo todo para comenzar a servirlos y no podía hacerlo, temiendo que si el cónyuge de la Archiduquesa se daba cuenta de que lo había visto todo, le bloquearía el camino a un ascenso... ¡Podría terminar lavando ropa y platos con los asistentes laynobles por el resto de su vida!
–Hablando de calmarte, ¿te sientes un poco mejor ahora?
–Preferiría pellizcar tus mejillas.
–¡Ferdinand, eres un sadisti-k! No puedes ir atormentando mis mejillas cada vez que estás estresado.
–Es menos vergonzoso que lo que me tienes haciendo.
–... ¡No puedes pellizcar mis mejillas cada vez que las cosas no salen a tu modo! ¡En especial cuando ni siquiera es mi culpa!
–¿Pero está bien que te esté manoseando de este modo tan perverso?
La voz de Aub Ferdinand ya no sonaba amortiguada. Jazmín supuso que el hombre se había enderezado para hablar con su esposa cara a cara, así que volteó. En efecto, su rostro ya no estaba enterrada en el escote de su esposa, el cual estaba demasiado descubierto, más de lo usual. Sus manos, por otro lado, no solo seguían apretujando las grandes bendiciones de la Aub, Jazmín notó de pronto que una tela blanca con encajes y botones pendía de una de las manos del hombre.
–Si vas a usar mi cuerpo para tranquilizarte, prefiero que sea de este modo. Gracias.
–Desvergonzada.
–Gruñón.
Escuchó un sonido extraño y estrangulado junto a la risilla armónica de su señora y volteó. Parecía que Aub Ferdinand estaba riendo e intentando no hacerlo con demasiado esfuerzo. Sus manos ya no estaban sobre el cuerpo de su señora, pero la piel blanca entre los senos de Aub Rozemyne seguían al descubierto.
–Ferdinand, ¿seguro no quieres recostarte un poco más? Perverso o desvergonzado, parece que de algo sirvió el ejercicio.
Por toda respuesta, Jazmín escuchó un ruido como de queja altiva, luego un suspiro.
–Será mejor que te ayude a colocarte esto de nuevo. No quiero que nadie te vea así.
–¿No? ¿Porqué? –el tono travieso en la voz de su Aub la tenía nerviosa, no esperaba que nadie pudiera comportarse de modo tan despreocupado con el Aub Ferdinand, en especial su señora, que era de estatura tan pequeña y que se rumoreaba solía tener una salud muy frágil–. ¿No te gusta que sean... tan grandes?
Un sonido de sorpresa y luego un suspiro, seguido de un sonido de "¡Bwuhu!" y un balbuceo. Jazmín volteó de nuevo y encontró a su Archiduquesa siendo molestada por su cónyuge, quién ahora le estaba jalando las mejillas.
–¡Tú, en serio! Ese no es el tipo de cosas que una dama refinada diga como si nada!
Aub Ferdinand soltó las mejillas de la Archiduquesa y se cruzó de brazos en tanto su señora se sobaba las mejillas castigadas. Al menos su escote estaba oculto de manera propia y elegante debajo de la tela blanca con encajes y bordados dorados.
–¡Ouuuuuuch! ¡Ferdinand! Eres mi esposo, por todos los dioses. Se supone que pueda decirte lo que quiera, no importa el nivel de... desvergüenza o que tan inapropiado parezca.
–¡Dioses! –suspiró Aub Ferdinand llevándose una mano a la cara, adelantando la otra al rostro de la Archiduquesa y dándole una bendición de curación–. No me importa que te comportes vulgar o inapropiada en nuestras habitaciones, pero aquí... eres la archiduquesa de Alexandría, te ruego que te comportes como tal mientras no estamos en la alcoba... el servicio con el té no debería tardar mucho en llegar y...
Menos mal Jazmín había estado reacomodando la comida y alimentando el círculo mágico en la base de la tetera porque cuando Aub Ferdinand se interrumpió, pudo sentir con claridad su mirada en su espalda. Jazmín terminó de acomodar bien los dos juegos de servicios y luego se apresuró a mover el carrito hasta el sofá.
–Buen día Aub Rozemyne, Aub Ferdinand. El té y los bocadillos están listos, les ruego disculpen la tardanza. ¿Puedo comenzar a servirles?
–¿Tú eres? –inquirió Aub Ferdinand mirándola de tal modo, que juraría que Schneerst la había atrapado en una de esas ventiscas invernales que mencionaban en un libro que hablaba del sometimiento de un señor del invierno.
–Jazmín, milord. Asistente mednoble. –respondió ella cruzando los brazos en deferencia– Se me encomendó atenderlos debido a que Lady Grettia tuvo una urgencia personales y el resto de los asistentes están ocupados con los preparativos para el próximo festival.
–¿Eres la esposa de Laurenz?
La enorme sonrisa con que su señora lanzó la pregunta era tan cálida, que la hizo sonreír un poco más, olvidando como respirar al sentir todavía la mirada llena de fastidio del hombre en la sala de lectura.
–Señorita Jazmín, ¿le importaría hacer una demostración de que la comida no tiene veneno?
–¡Por, por supuesto!
–¡Ferdinand!
Jazmín procedió a colocar un tercer servicio y comenzar a servir el té en las tres tazas. Aub Ferdinand le indicó de cual de ellas beber y ella procedió a demostrar que era seguro. Luego sirvió una muestra de cada bocadillo y postre en otro plato, indicado por Aub Ferdinand y se apresuró a dar una probada demostrativa en cada uno. Estaba por comenzar a servirles a ambos luego de colocar las tazas de te en las mesitas especiales cuando la mano de Aub Ferdinand le impidió poner nada en el primer plato.
–¿Cuánto tiempo tenías aquí?
–Tenía poco de haber llegado, milord. Ustedes estaban conversando. Lady Liesseleta me indicó que debía concentrarme en arreglar y verificar todo en silencio antes de verificar que milady estuviera lista.
La postura en Aub Ferdinand se relajó apenas un poco y su mano se retiró, dejándola terminar de servir. Apenas terminar, Aub Rozemyne le pidió que los dejara solos, asegurándole que la llamarían si necesitaban algo más y eso hizo. Esperó un poco alejada de la puerta, consciente ahora de porque los caballeros no se apostaban en la puerta. Un rato después le llamarían para retirar el servicio. Los Aubs salieron delante de ella, de modo que fue su turno de cerrar y asegurarse de que todo estaba en su lugar.
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–¡Jajajajajajaja! ¡No es cierto!
–¡Te digo que lo es! Tú señora es... bastante...
–Innovadora, querida, jajajajaja, la palabra que buscas es innovadora.
A Laurenz le estaba costando bastante dejar de reír. Algo había escuchado sobre su señora comportándose de modo desvergonzado con Aub Ferdinand desde su primer Conferencia de Archiduques luego de su nudo estelar, Cornelius incluso dejó de quejarse de que su "Santa e inocente hermana" tuviera que soportar los avances de su marido en algún momento, quejándose de pronto de lo "desvergonzados y anormales" que eran todos a su alrededor. Laurenz tenía serías dudas de como fue concebida la hija de sus colegas teniendo en cuenta el comportamiento de Cornelius.
–Innovadora no era la palabra que estaba buscando y... bueno... supongo que los rumores son ciertos entonces.
–¿Cuáles de todos? No creo que te refieras a esa idiotez que repiten algunos de tus tíos sobre mi señora actuando como un títere de Aub Ferdinand.
Jazmín negó soltando un sonoro suspiro de cansancio ante aquella mención, haciéndolo sonreír.
–¡Por supuesto que no! Luego de lo que vi y escuché, empiezo a pensar que Aub Rozemyne hace lo que quiere y Aub Ferdinand no hace más que complacerla.
–Eso también es erróneo, querida –dijo Laurenz terminando de darle mantenimiento a la espada de hierro que debían portar todos los caballeros desde la invasión a Ehrenfest para luego guardarla en su funda y ponerla a un lado, mirando a Jazmín que seguía bordando un poco–. Si mal no recuerdo... Aub Ferdinand es quien contiene a mi señora. Tú no sabes la pesadilla que puede ser llevar a cabo TODAS las ideas que se le pasan por la mente. Es creativa e innovadora, está bendecida por demasiados dioses.
Jazmín pareció considerarlo antes de buscar unas tijeras en su caja de costura para cortar el hilo que había usado y luego comenzar a doblar la ropa junto a ella. Estaban ahorrando para cuándo los elevarán a archinobles, de modo que no tenían servidumbre.
–Ya que estamos hablando de rumores –comentó Laurenz en pie y parándose detrás de su esposa, masajeándole los hombros despacio–, escuché que la Reinascence principal de nuestra Aub ha estado pidiendo su asistencia a una diseñadora que acaba de abrir un local en la zona comercial. Leonore me dijo que solo se permite la entrada a mujeres casadas y hombres acompañados de sus esposas. Cornelius no ha querido que ella vaya.
–¿Dijiste que es una diseñadora? Entonces no creo que tenga que ver con los... artefactos de entretenimiento de Drewanchel que me mostraste en nuestro viaje a Ibiza, ¿no?
Laurenz apretujó los hombros de su esposa conforme la escuchaba, agachándose lo suficiente para no perderse el bonito sonrojo cubriéndole los pómulos. Jazmín podía ser muy divertida y audaz con sus palabras y con sus acciones... y de todos modos recordaba que la joven se sonrojó tanto cuando la llevó a la tienda mencionada para ver los juguetes de invierno que por un momento se preguntó si no seria otra persona tratando de hacerse pasar por su Jazmín.
Resultó que a muchas jóvenes ese tipo de... cosas referentes al invierno las podía volver tan tímidas como a Grettia.
–No sé si tenga que ver o no, solo sé que diseña ropa especial. ¿Te parece si pedimos que nos den nuestro día libre juntos y visitamos la rumoreaba tienda de Madame Ishtar?
Jazmín le sonrió y Laurenz la besó justo antes de agacharse lo suficiente para poner su rostro en lo que alcanzó del escote de su esposa antes de sujetarla de los senos y tratar de acercárselos más.
–¡Esto es muy incómodo! –se quejó el peliverde escuchando las risas de su esposa–. No veo como mi señora intentaba relajar así a Aub Ferdinand.
–¡Laurenz! Jajajajajajaja ¡Así no!
Laurenz la soltó, dio vuelta y volvió a intentar luego de arrodillarse frente a su esposa, frotando su rostro contra la tela del vestido que la mantenía a resguardo.
–¡Esto es mucho mejor! –canturreó el caballero tomando las curvas de su mujer para comenzar a apretar y soltar poco a poco, escuchándola tratando de contener la risa–. Huele bien y son taaan esponjosas, solo falta quitarte esta tela estorbosa.
–Laurenz, vamos a terminar invocando al invierno.
–¿Y? Para eso me casé, mujer. Para tener donde enfundar mi pobre y solitaria espada por las noches.
Más risas y luego Jazmín lo tomó del rostro, obligándolo a mirarla antes de besarlo y después lo empujó un poco, levantándose y encaminándose a la cocina.
–No quiero niños aún, así que tú pobre y solitaria espada seguirá triste y sola dos noches más.
–¡Noooooo!... Maldito libro de posiciones. ¡Se suponía que era para divertirnos, no para que me detuvieras de devorarte!
Jazmín solo se siguió riendo, entrando a la cocina de dónde comenzó a salir ruido de platos, ollas y otras cosas, además de un delicioso aroma a comida caliente y exquisita.
Laurenz se dejó caer en el sillón, disfrutando del aroma sin dejar de salivar.
Si, estaban ahorrando para cuándo los ascendieran a archinobles, pero también se estaba aprovechando de que su linda y bella esposa fuera tan buena siguiendo las indicaciones en los libros de recetas de su señora.
.
Era día de la fruta. Cuando Jazmín era más joven, su madre jamás le permitió salir a la zona comercial, decía que para eso tenían personal exclusivo. Ellos solo debían enviar una convocatoria y los plebeyos se presentaban en su casa para atender a sus peticiones. Cuando Laurenz comenzó a cortejarla, sin embargo, pasaron de salir a pasear por algunos pequeños parques del distrito noble a escaparse a la zona comercial cuando no tenían a alguno de sus primos o hermanos encima, sino a algún sirviente plebeyo fungiendo como chaperón.
Jazmín siempre se sentía fascinada por la zona comercial. No sabía cómo era esa zona cuando su Ducado todavía era Arsenbach, pero si sabía que jamás vio tantas luces saliendo de la zona comercial o la plebeya desde la sala de juegos en el castillo.
Las calles siempre estaban limpias y hermosas lámparas con formas de árboles se mostraban orondas a ambos lados de cada calle con sus hermosos colores estacionales relumbrando bajo los rayos de Leidenshaft durante el día, mostrando flores abriéndose y lanzando luz clara para acompañar en las noches a la diosa de la luz. Imaginaba que solo por ese pequeño cambio algunas de las tiendas permanecía abiertas un poco más de tiempo, como los restaurantes, las casas de sanación y algunas tiendas diversas.
Cuando encontraron la tienda de Madame Ishtar notaron que estaba frente a una sala comercial de té, así que decidieron entrar ahí primero para observar. En efecto, no solo eran más las mujeres que entraban ahí, todas llevaban el cabello levantado y debían pararse por un rato en la entrada antes de que un haz de luz les iluminará el cuello y la puerta se abriera.
–¿Qué crees que sea esa luz?
–No lo sé. ¿Quizás un verificador de soltería? –preguntó Laurenz aguantando la risa por su broma insulsa.
¿Cuál sería la sorpresa de ambos al pararse frente a la puerta y notar que la extraña luz se posaba sobre sus collares de matrimonio? ¿O que para activarlo, eran ellos quienes daban mana al tocar un anillo de hierro entre las fauces de la cabeza de una feybeast bellamente tallada en la puerta?
La puerta se abrió y ambos pasaron. A pesar de saber que varias mujeres seguían dentro, no vieron a ninguna, en cambio fueron recibidos en una pequeña en colores pastel con un escritorio con una de esas nuevas cajas de madera con botones de metal que tenía cada tienda en Alexandria para hacer pagos.
–Bienvenidos sean a la finca de los sueños de Madame Ishtar, donde Bremwarme y Efflorelume danzan con Bluanfah y Schlatraum. ¿Ya saben que tipo de ropa vendemos aquí?
Jazmín estaba un tanto sonrojada. Laurenz sonrió sin más a la joven vendedora a la que muy apenas podía sentir. Debía ser una mednoble rozando apenas la parte medio baja del espectro.
–Ahm... ¿hacen ropa interesante para que la alcoba sea más divertida? –aventuró Laurenz, escondiendo un quejido divertido detrás de una enorme y brillante sonrisa luego de que Jazmín le pisará con fuerza sin apenas moverse.
La joven que los atendía parecía no haber visto nada o estar ignora do el acto porque seguía sonriendo en su lugar, como si de una muñeca de cabellos violeta rojizo se tratara.
–Tenemos ropa divertida, así es. También tenemos ropa que hará que su diosa de la luz se sienta la encarnación misma de Efflorelume aún si no tiene la intención de invocar las singulares bendiciones de Brennwärme y Beischmacht, milord. Todo vale en el reino de Schlaftraum. Podemos vestirlo también a usted, si lo desea.
–¿A mí? –preguntó Laurenz incrédulo.
–¿A él? –inquirió Jazmín al mismo tiempo con una enorme sonrisa y en un tono divertido.
–¡Por supuesto! Tenemos clientes varones también. Somos muy discretos, así que nadie sabrá que tipo de ropa portan debajo de la ropa hecha para el público en general a menos que ustedes mismos decidan presumir de nuestros servicios.
Ambos se miraron a los ojos entre divertidos y asombrados. Laurenz sintió un escalofrío recorrerle la espalda en tanto Jazmín no dejaba de asentir despacio sin quitar esa sonrisa burlona de su rostro.
Sin oportunidad de negarse o defenderse, Laurenz disfrazó un suspiro derrotado por una sonrisa cortés antes de mirar de nuevo a la persona que los atendía.
–Nos gustaría... mirar algunos de sus productos antes de decidirnos... para ambos, por favor.
–Con gusto, milord, milady. Mi nombre es Alerah y los estaré atendiendo el día de hoy.
La joven dio una vuelta, puso algo de mana sobre el pomo de la puerta y un círculo mágico se activó. Alerah abrió la puerta, después otra puerta cerrada justo frente a la puerta, lo que al matrimonio le pareció extraño, entonces los invitó a pasar, siendo Laurenz quien ingresará primero sin soltar a Jazmín para asegurarse de que todo estaba en orden.
La asistente no tardó nada en entrar también y cerrar las puertas, primero la que daba a la entrada del local y luego la que daba a la habitación donde se encontraban.
Un diván rojo escarlata los recibió de inmediato junto a dos maniquíes de madera de lo más curiosos además de una cortinilla parecida a la del Templo de Kuntzeal.
–Por favor, tomen asiento. –indicó Alerah sin dejar de sonreír. Apenas ambos se sentaron, la chica les tendió un par de libros cuyas portadas marcaban en letras grandes la palabra CATÁLOGO, cada uno con una caligrafía un poco diferente , sin olvidar que el que entregó a Laurenz era azul en tanto el que entregó a Jazmín era verde.
–La dinámica es sencilla –comenzó a explicar Alerah–, estos catálogos tienen imágenes de los productos que ofrecemos así como muestras de los materiales con que son creados. Ustedes pueden solicitar cualquiera de estos modelos y yo se los exhibiré con gusto en el maniquí adecuado. Si el producto es de su agrado, puedo traerles uno en una talla similar para que pasen a probárselo aquí atrás.
Alerah abrió la hermosa cortina roja y quedó a la vista una especie de escenario pequeño rodeado de tres espejos. La mujer no tardó en subir para que pudieran apreciar como a su espalda aparecían varias imágenes de la espalda de Alerah desde diversos ángulos.
–Tenemos también la posibilidad de traer algún modelo de constitución física similar a la de ustedes para que se pruebe las muestras en caso de que prefieran mirar...
–¿Tú modelarías la ropa de mi diosa? –preguntó Laurenz con una sonrisa socarrona, aguantando de inmediato el pellizco que Jazmín le dio de modo más abierto que el pisotón de un momento atrás.
Alerah sonrió, bajando grácilmente antes de acercarse bastante a Laurenz, hasta quedar su rostro a pocos centímetros del de él.
–¿Eso sería del agrado de milord? ¿No le gustaría más que le muestre como vestir y desvestir a su diosa mientras es rodeada por todas esas bellas ilusiones creadas por nuestros espejos?
Laurenz estaba con la boca abierta y parte de su cuello sonrojado. Alerah se retiró un poco antes de acercarse ahora a Jazmín, dándole una mirada de pies a cabeza antes de acercarse a ella de la misma manera elegante y calculada que con Laurenz.
–Con lo bendecida que su diosa ha sido por Efflorelume. Claro que sí es usted quien me lo pide, milady, no me importaría mostrar un poco de piel a fin de que pueda usted juzgar si desea usar alguna de nuestras encantadoras prendas. ¿Quizás una capaz de robar el aliento a su Dios Oscuro? ¿O tal vez algo para disfrutar a solas? La seductora idea de saber que las bendiciones entregadas por Geduldh son abrazadas por suave satén y embriagadores encajes suele hacer maravillas por nuestras clientas. No hay nadie más seductora y bella que aquella que se siente como la mismísima Diosa de la Luz que rige Yurgensmith. ¿Le gustaría probar?
Laurenz estaba más sonrojado aún viendo como su esposa era hábilmente seducida por cada palabra saliendo de la boca de Alerah, dilatando sus pupilas, bañando de rosado y luego de rojo los pómulos de Jazmín e incluso la forma en que parecía estar pasando saliva sin apenas respirar.
Era todo un espectáculo.
De pronto Laurenz se encontró deseoso de averiguar que tan sensuales se verían esas dos cambiándose de ropa mutuamente... o deshaciéndose de ella junto a su lecho, daba igual si se olvidaban de él o no.
–¡Por los dioses! ¿Cómo puede alguien estar tan bendecida por Grammalatur? –murmuró Jazmín un poco después, mientras Alerah los observaba a ambos a una distancia prudente y sin dejar de sonreír. Jazmín incluso sacó su abanico para poder echarse un poco de aire que la ayudara a bajarse el sonrojo.
–¿Puedo ofrecerles té floral y galletas mientras miran los diseños y eligen?
Ambos dieron respuestas afirmativas de inmediato y Alerah les sonrió complacida, cruzando sus brazos ye inclinando la mitad de su cuerpo sin dejar de mirarlos a ambos o sonreírles, desapareciendo detrás de la cortina y regresando poco después con un carrito de servicio, mostrando los bocadillos y haciendo una demostración de veneno antes de comenzar a servirles y dejar todo a la disposición de ambos en pequeñas mesitas individuales para el té, a ambos lados del diván.
–Milord, milady, les dejaré un momento a solas para que puedan observar y seleccionar. Si ninguno de nuestros diseños es de su entero agrado, puedo ponerme a su disposición para crear la ropa de sus sueños y no se preocupen por el género. Podemos hacerles ropa del género contrario también, aquí ustedes dictan las leyes de la moda.
Alerah salió y ambos se miraron asombrados y todavía boquiabiertos. Jazmín seguía bastante sonrojada a pesar de estarse abanicando, terminando su té de un trago y haciéndolo reír.
–Veo que alguien comienza a comprender como me siento al contemplarla –se burló Laurenz de inmediato, tomando un sorbo moderado a su taza y tomando una galleta con la que comenzó a jugar de forma ausente–, ¿quieres que la asistente te bañé y te vista, mi diosa? ¿o la imaginaste sirviéndote de un modo distinto?
Jazmín no solo no le devolvió la broma con una respuesta ingeniosa ni se molestó en pegarle por su indiscreción. Su sonrojo solo aumentó y su rostro lleno de pánico comenzó a drenarse de color salvo por sus pómulos cuando ella volteó a verlo con los ojos anegados de lágrimas luchando por salir.
–Laurenz...
Eso lo tomó por completo desprevenido. El caballero se apresuró a ingerir su galleta y bajársela a la fuerza con el té antes de tomar las manos de su esposa y pasarle un poco de mana, inseguro de qué hacer.
–No, no llores, Jazmín. Sabes que digo estupideces cuando me pongo nervioso. ¡Y no sé que hacer cuando lloras! Y yo...
–¡Soy repulsiva, ¿verdad?!
Eso no lo vio venir, de algún modo, que su esposa estuviera tan asustada alcanzó a calmarlo un poco. Cómo si estuviera en una misión de reconocimiento y no conociendo una tienda de ropa curiosa.
–No, no creo que seas repulsiva, Jazmín. Más bien me pareces irresistible. Podría tomarte aquí mismo si no supiera que es inapropiado.
–¡Pero no vas a querer seguir conmigo si... yo...! ¡Laurenz!
Su esposa se cubrió la cara, perdiendo por completo la compostura y haciéndolo mejorar su oído justo a tiempo para oírla murmurar "esto nunca me había pasado... con una mujer" relajándolo aún más.
Laurenz se acercó lo suficiente para besarla entre sus cabellos, soltando una risita divertida para luego frotarle la espalda con un poco de mana.
–Oye, tranquila, preciosa. Vamos a mirar estos... catálogos, para ver si nos gusta algo... hasta te dejaré que me pongas a modelarte la ropa más rara que tengan en el de chicas si eso te hace reír, ¿si? Hablaremos en la casa y...
–¡Quiero a la vendedora, Laurenz! ¿no lo entiendes? ¡Es una verdadera desgracia?
–¿Lo es?
Jazmín parecía más desconcertada que molesta ahora, Laurenz no dejaba de sonreír mientras le entregaba
–Mi linda, adorada y bella esposa, podrían gustarte los gruns y no me gustarías menos.
–¡Laurenz!
El abanico de Jazmín se cerró, dejándole una sensación como de un aguijonazo en el muslo que lo hizo sonreír. Su esposa parecía estar de regreso.
–Bien, bien. Ahora que volviste a la normalidad... quiero verte feliz, ya sea que compremos ropa, le coquetees a la asistente o la hagas modelar la ropa... hasta le coquetearé a Matthias la próxima vez que nos lo encontremos si eso te hace sentir mejor.
–¡A ti no te gusta Matthias!
–¡Estás segura! Porque esa cara bonita no es lo único que tiene mi amigo a su favor. Esas abdominales son casi tan perfectas como las mías. Su espalda se ve tan grande cuando hay que cambiarse, ¡y esas benditas nalgas!
–¡Laurenz! ¡Si tanto te gusta Matthias tal vez lo invite a casa para ver cómo te coge!
Estaba riendo tanto luego de eso que soltó la herramienta antiescuchas. Alerah no tardó nada en aparecer y preguntar si necesitaban más tiempo a lo que ambos respondieron de modo afirmativo.
Ambos miraron los catálogos con sendos sonrojos y enormes sonrisas, bromeando entre ellos y sorprendiéndose al encontrar algunas prendas entalladas con orejas de animales.
Los catálogos tenían más ropa para mujer que para hombre, pero todo era novedoso e interesante, además de que las telas adjuntadas junto a los diseños era casi toda suave y agradable al tacto con muy pocas excepciones.
.
–¿Le gustaría probarse una muestra, milady?
Jazmín no podía sentirse más asombrada, admirando a la asistente contoneándose despacio con uno de los conjuntos y dejando que ambos la miraran conforme daba una vuelta con lentitud.
–No estoy segura de que se me viera tan bien. Mi complexión es algo más...
Los pasos rápidos la interrumpieron. Jazmín se sentía bastante sonrojada con la asistente de pie frente a ella a menos de un paso de distancia con ropas hermosas y tan escasas, que no estaba segura de poder usarlo con alguien más que con Laurenz.
–Si me permite mostrarle, milady. Estos lazos que mantienen todo en su lugar son excelentes para ajustar la ropa. No debe haber mucha diferencia entre nuestras proporciones, uno o dos dedos... tres a lo mucho. ¿Me permitiría medirla, milady?
Un vistazo al lado y Jazmín estuvo bastante tentada a pellizcar a Laurenz. El hombre estaba sonriente y demasiado feliz con un leve sonrojo en la nariz que le daba un aire de ebriedad que la estaba fastidiando.
–Permítame, milady –sonó la voz de Alerah al tiempo que la suave sensación de manos tomándola de un brazo llamó su atención.
Alerah la puso en pie, mirándola con sus enormes y expresivos ojos turquesa y obligándola a caminar sin dejar de mirarla o sonreírle. En algún momento ambas se detuvieron. La asistente no la soltaba aún ni dejaba de mirarla tampoco cuando sacó una cinta del hermoso adorno hecho de listones y encajes en un muslo, mostrándoselo de inmediato.
–Abra los brazos, milady. Tomaré sus medidas. Prometo ser gentil.
Su tono de voz era como el terciopelo. La manera sugerente y juguetona de decir lo último la hizo sonrojar una vez más. Jazmín abrió los brazos y Alerah caminó hasta ella, abrazándola sin tocarla... envolviéndola en la cinta y cortando el contacto de sus miradas para cerrar la cinta alrededor de su busto, sonriendo divertida.
–Tres dedos más que yo, milady. Geduldh parece amarla más que a mí. ¿Desea confirmarlo?
Alerah soltó la cinta, deslizándola despacio y levantando sus ojos hasta retomar la cinta en lo que pareció una eterna puntada en el tejido. La chica le mostró un número en la cinta y luego se la ofreció, levantando los brazos.
Jazmín se acercó entonces, rodeando a la otra asistente y notando al instante un delicioso aroma a flores y frutos salvajes mezclado con algo más. Cuando uno de sus dedos rozo por accidente la piel de la espalda de Alerah, se sintió torpe, la sensación de piel suave y delicada repitiéndose en su mente una y otra vez conforme ajustaba la cinta, cruzándola despacio sobre el busto apenas vestido de la otra chica a la que tuvo que mirar a los ojos para no poner demasiada atención en la forma tan sugerente en que la piel asomaba entre velos, listones y encajes.
–No puedo creer que acertara en la diferencia, señorita Alerah.
Jazmín soltó la cinta y Alerah la recogió de inmediato, sonriendo todavía.
–Yo no puedo creer que sea tan hábil midiendo, milady. Tiene una mano suave y gentil. Debe ser... una delicia ser cambiada de ropa por usted.
Era muy, muy tentador comprobarlo. No llegó a ver si la convencía porque Alerah la hizo detenerse de inmediato.
–¿Usted y su Dios Oscuro ya han al invierno, milady?
–¿Eh?... ¿Qué?... Bueno, si, claro.
–Entonces no habrá problema si le pruebo uno modelo como este con las cortinas abiertas, ¿verdad? ¿le gustaría que su Dios Oscuro me ayude a cambiarla? Muchas clientas admiten que recibir el invierno es más emocionante si su Dios Oscuro sabe cómo desvestirlas... claro que tenemos un par de clientas bastante adineradas que prefieren que sus dioses destrocen sus prendas.
Jazmín volteó a ver a Laurenz, sentado en el filo de su asiento y con su boca tan abierta, que temía que su mandíbula se desprendiera. Lo imaginó rasgando las ropas que Alerah llevaba puestas y los fuegos del invierno crepitaron por un latido en el centro de su jardín.
–¿Qué te acabas de imaginar, pequeña traviesa? –susurró Laurenz en su oído, sonrojándola de inmediato–. La señorita Alerah tiene razón en enseñarme a colocarte esas hermosas ropas. Dado que estamos ahorrando, temo que no nos alcanza Ara comprar ropa cada semana mientras me divierto destrozando cada conjunto.
El aire volvió a sus pulmones. Su cara ardía. Su centro ardía. Aún así sonrió y asintió, manteniendo los brazos abiertos y esperando a que la desvistieran, tratando de disfrutar de nuevo la sensación de una asistente competente cambiándola de ropa... claro que esa asistente era más que competente según parecía y Laurenz no estaba ayudando mucho.
–¿Cierres, milord? Parecen personas muy abiertas a las novedades o con un presupuesto bastante ajustado.
–Novedad y eficiencia, señorita Alerah. Todo por qué mi diosa sea feliz. Hasta tomaría otra diosa para complacerla.
–Espero que esa no sea una invitación descarada, milord. Otras parejas ya han ofrecido tomarme como diosa del agua. Nunca de un modo tan abierto.
–¿En verdad? ¿Y los ha rechazado porque tiene un Dios oscuro al cual servir?
–Temo que no, milord. Soy soltera.
Sus zapatos, su vestido, el fondo que mantenía su falda un poco más abierta desaparecieron pronto. Laurenz a su derecha y la asistente Alerah a su izquierda.
Las manos de ambos comenzaron a rozar su piel al tomar la camisa interior, justo después de que cada uno deshiciera los nudos a los lados para que su cabeza pudiera pasar sin problemas.
Laurenz, siendo el descarado que eran no tardó nada en meter sus manos entre sus bombachos y el arnés que mantenía sus calcetas en su lugar, acariciando la piel de su muslo y su asentaderas, pintando de mana en tanto la joven asistente lo ayudaba a bajar la prenda por el otro lado. Su rostro tan cerca que podía sentir su respiración. Las puntas de sus dedos apenas y rozaban su piel, haciéndola desear un poco más de contacto.
Jazmín posó una mano en la cabeza de Laurenz para sacar un pie, escuchando una risilla discreta de Alerah cuando no se atrevió a tocar su cabeza para sacar el otro pie.
–Milady, puede tocarme si lo necesita. No voy a morderla.
Ya fuera el tono o la posición se sorprendió a si misma preguntándose como se sentiría que está mujer le soltara una mordida traviesa como las que Laurenz solía darle en ocasiones. Si cerraba los ojos incluso podía verlos a ambos aferrándola de las piernas y dejando pequeñas mordidas suaves en sus muslos.
Sentir las manos de Laurenz a su espalda, desabrochando los listones de sus calcetas en la parte de atrás y dejándole alguno que otro pequeño beso conforme miraba a Alerah arrodillada frente a ella, deshaciendo los nudos y rozándola apenas hacían que su mente volara.
¿Cómo se sentiría la boca de esa persona en su jardín del invierno?
–Milord, ¿Le gustaría que le midieramos también unas medias a juego? A diferencia de las calcetas, las medias son hechas con bachiana.
La bachiana era el nombre que terminaron dando a la tela translucida con que se confeccionaban los velos para proteger la piel de las nobles del viento húmedo y salino del Ducado.
–¡Por supuesto, señorita Alerah! Creo que mi diosa de la Luz debería mirarse con el conjunto completo.
Laurenz se movió junto a los espejos y Alerah comenzó a retirarle arnés y luego, la asistente desapareció detrás de la cortina, dejándola desnuda y sola frente a Laurenz, quién no tardó en pararse detrás de ella, mirando directo a los espejos con una sonrisa traviesa.
–Tal vez debería llevarte a jugar al Templo de Brennwärme y Beischmacht en Ibiza, Jazmín. Tu mana no deja de agitarse por ella.
–¿De verdad no te molesta?
–Me siento un poco celoso de que no sea por mí por quién las bendiciones de Geduldh se están tensando en bonitos botones rosados, pero no estoy molesto. ¿Quieres que vayamos y busquemos a alguien que se le parezca en el Templo? Puedes jugar todo lo que quieras mientras observo,. Si estás demasiado ocupada para llamar al invierno por mí, hasta puliré mi espada sin hacer reclamo alguno. Ahora que... si me dejas compartir una flor contigo, tampoco me quejaré.
–¿Incluso una flor masculina?
–Solo si tiene el lindo rostro de Matthias –respondió su marido con un tono de broma inconfundible–, y esas nalgas torneadas también. Él puede quedar en medio de tu cáliz y mi espada.
Jazmín dejó escapar una risita tonta antes de que las manos y el mana de Laurenz la rodearán del todo. La mano de su esposo subiendo por su cuello, rodeando su hombro y guiando su rostro hasta quedar recostada contra el hombro de él, recibiendo sus labios en un beso apenas insinuado de labios abiertos, los dedos de Laurenz pasando por encima de sus senos y pintandolos con mana... todo cortándose despacio ante el sonido casi amortiguado de pasos y la sensación del mana de Alerah entrando en la habitación. La asistente estaba por debajo de Jazmín pero no demasiado para no sentirla.
–Milord, milady, temo que está es una tienda de ropa.
Laurenz terminó de soltarla y Alerah subió todavía con la ropa interior encima.
–¿Puedes culparme luego de dejar a mi diosa en semejantes condiciones frente a mi?
La sonrisa de Alerah se profundizó un poco y sus ojos recorrieron a Jazmín de tal modo, que casi podía sentir la caricia de su mana sobre ella, revolviendo su propio mana al desear entablar con ella el baile de Beischmacht.
–No, milord. Yo tampoco podría contenerme si fuera mi diosa. La belleza a veces genera necesidad.
La forma en que Alerah la estaba mirando era intensa, tan intensa como la forma en que ella misma le devolvía la mirada, estudiándola, deleitándose en la forma descarada de tela, listón y encaje ciñéndose a la piel como si fuera pintura y no un textil.
–Milord, le mostraré como vestirla ahora.
Manos gentiles acunaron sus senos apenas un momento conforme acomodaban las bellas cubiertas para sus bendiciones, las mismas que comenzaron a correr despacio sobre su espalda en tanto la voz cargada de sensualidad daba indicaciones de como ajustar y acomodar casa una de las cintas con que se ataba la parte de arriba llamada corpiño.
–No deberían verse más... firmes? –cuestionó Jazmín al mirar su busto en el espejo.
–Le enseñaré el truco si milady me da permiso de tocarle de un modo menos... sutil.
–Lo permito.
Alerah la ayudó a inclinarse al frente un poco, luego, pidiendo una disculpa, metió su mano dentro de la prenda, acunando piel y músculo con una mano en tanto su otra descansaba alrededor de sus hombros. La mano en su seno era suave y cálida, aplicando un poco de presión suficiente para levantar un poco y luego salir dejando detrás la sensación de dedos suaves creando una caricia etérea sobre el resto de aquella área de Brennwärme.
–Eso es todo, milady. ¿Desea que le muestre de nuevo o prefiere intentarlo por su parte?
Un vistazo al espejo y notó a Laurenz haciendo un enorme esfuerzo para no salivar mientras asentía con la cabeza.
–¿Me mostraría de nuevo, por favor?
El proceso se repitió, la mano siendo algo más gentil, tornando la demostración en mera caricia. Dregarnuhr debía estar jugando con ella porque estaba segura de que está segunda demostración había durado bastante más que la primera.
–Si milady se endereza y observa ahora en los espejos.
Jazmín obedeció, notando la apariencia mucho firme ahora, llevando sus manos a su busto para apretar un momento y confirmar que no era una herramienta mágica para confundirla, mira do luego a Alerah, en cuyo rostro había ahora un rubor pequeño sobre sus pómulos.
–¿Se siente cómoda, milady?
–Mucho.
–Procederemos entonces con el resto.
Alerah llamó a Laurenz para que observará más de cerca y luego pidió a Jazmín que levantara una pierna. La joven tomó una de las delicadas medias que había ofrecido, juntándola con rapidez hasta alcanzar la punta, entonces comenzó a deslizar la tela sobre la pierna de Jazmín, indicándole que podía bajar la pierna despacio conforme ella iba extendiendo la media más y más hasta alcanzar la mitad de su muslo. En ese momento tomó un adorno de encaje para colocarlo alrededor, uniendo ambos extremos con un listón que cerró en un nudo, luego armó un moño y acomodó la tela de la media dentro de una especie de pequeño bolsillo interior de lo que llamó como liguero.
–¿Puedo intentarlo yo ahora?
–Por supuesto, milord. Sacarlas es más fácil que ponerlas, pero seguro su diosa disfrutará ser vestida por usted.
Laurenz no era ni tan delicado ni tan gentil para vestir sus pies o sus piernas, sin embargo su mana bailando con el de ella era igual de embriagador.
Después de eso, Alerah le colocó la última prenda, ajustando la cintura de la diminuta bombacha a juego con el corpiño, pasando sus dedos por sobre el listón. Debía estarse asegurando de que estuviera todo en su lugar, aún así, Jazmín podía sentir las aguas de Flutrane buscando salir.
–¿Qué les parece? –preguntó la vendedora.
–Se ve tan sens...
–¡Lo llevamos! ¡Este por favor! Casi parece que ha sido hecho para mí.
La sonrisa de Alerah se ensanchó un poco, complacida por completo conforme bajaba de l entarimado para permitir que Jazmín pudiera observarse tanto como quisiera.
–¡Por supuesto, milady! Si desea llevárselo puesto, me encargaré de guardar sus otras ropas en una bolsa adecuada.
–¡Por supuesto! ¡Si! ¡Que gran idea! ¿Puede acomodarlas de una vez?
–Claro, milady. ¿Gustan que traiga algo adecuado para el caballero?
Laurenz la miraba, sonriendo como si se estuviera burlando sin moverse de su lugar.
–¿Puedo probarme un modelo igual, pero sin las medias? Podría romperlas por accidente.
–Por supuesto, milord. Le traeré el conjunto en seguida.
Alerah salió de nuevo. Jazmín estaba a punto de llamarle la atención y suprimir una risa entre divertida y avergonzada por su petición cuando sintió la mano de su esposo entre sus piernas, apretando justo en la zona que ponía su perversión al descubierto.
–Pones la misma cara cuando he jugado suficiente contigo, querida. Parece que las flamas de Brennwärme han comenzado a lamer tus pies.
–¡Laurenz! –amenazó entre dientes, incapaz de negar la evidencia.
–Tranquila, Jaz. Con lo ridículo que voy a verme usando eso, las aguas tendrán que detenerse y estaremos a mano. ¿Aún la deseas? ¿Quieres que la cortejemos? Si solo tienes curiosidad, una flor de Ibiza debería ser suficiente.
Lo tomó del rostro con ambas manos, besándolo con la furia de no poder controlarse, escuchando la risa divertida de Laurenz en cuanto lo soltó.
–Ibiza primero. Si no es suficiente... podríamos invitarla a salir un par de veces para conocerla fuera de la tienda. Quizás solo me siento así por un acto bien establecido para seducirme y llevarme a comprar.
Otro beso menos violento y pronto ambos voltearon hacia la cortina, sintiendo a la asistente que de pronto con una de esas nuevas bolsas de tela para las compras en una mano y el conjunto que le pondrían a Laurenz en la otra.
–Si soy honesta, este no es un pedido usual, milord, aunque no es el primero tampoco. Tenemos un matrimonio como clientes que suelen pedir ropa cambiada.
–¿Ambos? –preguntó Jazmín con curiosidad. Alerah asintió.
–Ambos. La dama suele pedir más ropa adecuada que su cónyuge, aunque en verdad, suelen encargar ropa bastante variada. El caballero suele referirse a su esposa como su diosa oscura y viceversa.
Eso fue extraño. Curiosamente, la hizo sentirse menos incómoda al ayudar a la vendedora a desvestir a Laurenz y vestirlo de nuevo, ambas riendo con tanto disimulo y discreción como les fue posible cuando la punta de la espada de Laurenz quedó expuesta por encima del listón que intentaba mantener la prensa inferior en su lugar.
–Hey, ustedes dos, no es mi culpa que mi schtappe inferior quiera hacer algunos hechizos con ustedes.
Ambas bajaron de la tarima todavía riendo, soltando fuertes carcajadas cuando Laurenz comenzó a contonearse imitando a Alerah, girando despacio para quedar frente a ellas.
–¿Entonces? ¿Me veo bien para un ditter?
Que Laurenz les guiñara el ojo y tratara de esconder su espada sin mucho éxito dentro de la pequeña prenda las hizo reír aún más.
Laurenz bajó en ese momento, su espada asomándose de nuevo con cada paso. El hombre tomó a Jazmín de la cintura antes de besarla con rapidez y sonreírle.
–¿Quieres que lo lleve también? El corpiño me parece un desperdicio en mí pero al menos enmarca bien mi abdomen. En cuanto a... está cosa...
–Bikini, milord.
–Cierto. Gracias señorita Alerah. El bikini... es algo incómodo pero por ti, no me importaría estrangular un poco mi arma.
Jazmín rio un poco más, besándolo antes de tomar el catálogo azul y mostrarle otro modelo a Alerah, quién no tardó en asentir y salir de ahí todavía entre risas, dejando que Jazmín lo desvistiera.
–Por muy gracioso que esto sea... resulta que sigo deseándolos... a ambos... pero creo que algo más masculino te quedaría mejor.
–Lo que gustes, siempre que me lo quites justo como me estás desvistiendo ahora.
Con la nueva ropa interior, Laurenz pasó a verse mucho mejor a pesar de que las dos prendas fueran más largas que las de Jazmín. Una camisa sin mangas, con el cuello redondo dejando ver los músculos del cuerpo del caballero y un boxer como lo llamó Alerah, que realizaba sus asentaderas y su espada. Cuando preguntó, la asistente les comentó que la mayoría de la ropa para varones era confeccionada con una nueva tela creada en una colaboración entre Drewanchel, Ehrenfest y Alexandría, resultando en una tela bastante elástica y fresca. Los cortes realizados a la prensa servían para mantener en su lugar laos atractivos de Laurenz. La sensación de que el hombre tenía una espada más grande que en la realidad era un efecto de verdad increíble.
–Señorita Alerah, esta es una verdadera estafa.
–¿A qué se refiere, milord?
–¿Cómo se supone que vuelva a usar mi ropa de siempre luego de probar esto? Siento que podría moverme con más fluidez usando esto bajo mi armadura.
La sonrisa de Alerah cambió en ese momento, sorprendiendo a Alerah de que la chica no se inmutara por seguir portando la ropa interior que les estuvo modelando.
–Si eso piensa, entonces recomiéndenos, milord. Usted debe ser un caballero. Si suficientes caballeros vienen a comprar su ropa aquí, podemos pedir una audiencia con el castillo para solicitar un pequeño presupuesto a fin de que la ropa para usted y sus compañeros sea mucho más accesible y de la mejor calidad que podamos ofrecerles.
–Puede estar segura de que lo haré, señorita Alerah. ¿Le parece si nos vestimos todos para poder pagar nuestras nuevas prendas? Quiero practicar a quitarle ese bonito corpiño a mi diosa.
Alerah puso su sonrisa de antes, mirándolos a ambos y asintiendo.
La joven los ayudó a vestirse a ambos y luego volvió a desaparecer apenas un momento detrás de la cortina, perfectamente vestida y caminando hasta la puerta donde activó el círculo mágico. La puerta se abrió, sin embargo, la puerta que daba al recibidor se había convertido en un muro.
–Mis disculpas. Otro cliente debe estar entrando o abandonando la tienda. Si esperan un poco, la puerta volverá a aparecer.
–Está bien –respondió Jazmín, observando como Alerah cerraba la puerta con una sonrisa distinta, tocando uno de los adornos de la pared, el cual se iluminó de inmediato, sin apagarse incluso cuando ella despegó su dedo del muro–. Señorita Alerah, ¿irá al baile de invierno?
La sonrisa se convirtió en una mueca de curiosidad por apenas un par de latidos antes de volver a lo que parecía su sonrisa de ventas y Alerah los miró.
–Temo que llegué de Frenlentag durante la primavera, milady. Escuché que unos bailes estaban popularizándose entre los Ducados altos, pero, como podrán imaginar, no me tocó ninguno en mi Ducado de origen.
–¿Le gustaría ir con nosotros al primer baile de invierno de este año? –ofreció Laurenz, haciendo sonreír a Jazmín sin que pudiera comprender muy bien la razón.
–Ahm... ¿No es algo solo para personas casadas, milord?
–No, claro que no. Usted podría ir con su hermano, su mejor amigo, incluso con algún pretendiente.
Alerah sonrió, la misma sonrisa que estuvo poniendo al ayudarla a cambiarse y al ofrecerse a modelar la ropa para ambos.
–Lo pensaré, milord. No tengo pretendientes, mis hermanos se quedaron en Frenlentag y apenas estoy comenzando a hacer amigos con mis familiares de aquí y con los dueños de la tienda.
–Entiendo. Tal vez vengamos poco antes a comprar más ropa y verificar si le gustaría acompañarnos.
La pequeña luz en el muro se apagó, Alerah activó de nuevo el círculo y está vez la segunda puerta apareció.
Al salir, Laurenz pagó todo y la señorita Alerah les entregó sus bolsas con la ropa vieja.
Cuando la pareja llegó a casa, Laurenz tuvo que tomar un par de pociones de rejuvenecimiento debido a que Jazmín estaba demasiado metida en el baile de Beischmacht con él.
La siguiente semana ambos irían a Ibiza y Jazmín se daría cuenta de algo... la bella y coqueta asistente de la tienda de verdad le gustado demasiado..
Notas de la Autora:
Aprovechando que hoy pude publicar, debo advertirles que debido a algunos asuntos personales voy a estar actualizando de manera irregular. No sé cuánto tiempo me tomé escribir los demás capítulos, pero los estaré subiendo conforme estén listos y revisados. Es posible que tarde más de una semana. De antemano una disculpa, espero que pronto vuelva todo a la normalidad o a algo similar.
SARABA
PD.- Si, Alerah salió del fanfic del Científico, aunque no recuerdo si en esa historia también tiene el cabello violeta rojizo y los ojos turquesa 😅😅😅
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Los Dioses del Amor
FanfictionFanfic Erótico. Proceda con precaución. RozemyneYurgensmith es una tierra de fantasía en una época un tanto medieval. Rozemyne acaba de completar su unión de las estrellas con Ferdinand y no está muy complacida por la falta de conocimientos de su co...