Kim JongIn

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Salir del trance en el que he entrado me cuesta mucho, mucho más tiempo del que debería. Mi boca no hace más que abrirse y cerrarse, mis párpados parpadean a gran velocidad mientras miro fijamente la puerta por la que Kyungsoo acaba de salir pitando. Tiene toda la razón del mundo. SOY un idiota. Y es verdad, SÍ que he dudado de su compromiso con nuestra relación, y…

Espera. ¿ME QUIERE? Mi boca se vuelve a abrir. Y se queda abierta. Estoy boquiabierto y pasmado, porque es ahora cuando mi estúpido cerebro ha asimilado sus últimas palabras. Me quiere. Incluso después de haberle acusado por una hipotética ruptura en el futuro y de prácticamente decirle que me iba a abandonar cuando las cosas se complicaran. Incluso con eso me ha dicho que me quiere. Y dejo que se vaya.

¿Qué cojones me pasa? Salgo a toda hostia de mi habitación y bajo las escaleras de dos en dos. Ni de coña le ha dado tiempo a llamar a un taxi ni ha podido llegar a la parada de autobús, lo que significa que muy probablemente esté fuera de la puerta principal o como mucho cerca del cruce. Y eso significa que aún puedo alcanzarlo.

Derrapo en el recibidor como un puto personaje de dibujos animados, pero me quedo congelado cuando me encuentro con Chen en la puerta. Un segundo después, oigo un motor de coche en el exterior, y mi corazón cae al suelo golpeándose con él como un saco de ladrillos. —Minseok lo está llevando a casa —dice Chen en voz baja.

Maldigo con frustración mientras abro la puerta de golpe, justo a tiempo para ver las luces traseras del coche de Minseok en retirada. Mierda. Doy la vuelta y subo corriendo las escaleras, cojo el móvil y marco el teléfono de Kyungsoo. Después de que me salte directamente el buzón de voz, abro la pantalla de mensajes.

Yo: Peque, por favor, vuelve. Soy un gilipollas. Necesito arreglar esto. Hay una gran pausa. Cinco segundos. Diez. Y entonces contesta.

Él: Necesito un poco de tiempo para digerir tu estupidez. Te llamo cuando esté m preparado para hablar. Mierda. Me paso las dos manos por el cuero cabelludo, peleándome con las ganas que tengo de ahorcarme a mí mismo hasta morir. ¿Por qué siempre tengo que cagarla con este chico? Unos pasos resuenan en el pasillo y, cuando Chen aparece, vuelvo a maldecir.

—Ahora mismo no puedo aguantar un sermón, tío. De verdad que no puedo.

—No te iba echar ningún sermón. — Se encoge de hombros—. Solo quería ver si estabas bien. Me hundo en el borde de la cama, sacudiendo la cabeza lentamente.

—Ni lo más mínimo. La he cagado otra vez. —Ya te digo que si la has cagao. — Mi mejor amigo apoya su codo contra la pared y suspira—. Minie y yo hemos oído la bronca que te ha echado.

—Creo que la ha oído todo el vecindario  Es la voz de Lay. Entra en mi habitación y se apoya en la cómoda—. Excepto quizás Suho, pero eso es porque está en el salón con la salchicha metida hasta el fondo de una conejita. Me quejo.

—¿En serio? ¿Por qué no puede follar nunca en su habitación?

—¿De verdad quieres discutir ahora la vida sexual de ese pervertido? — pregunta Lay—. Porque no creo que eso deba estar en la parte de arriba de tu lista de prioridades en este momento.

Lo que dice tiene todo el sentido del mundo. Ahora mismo, mi única prioridad es arreglar las cosas con Kyungsoo. Dios, no debería haber escupido toda esa mierda. Ni siquiera era mi intención soltarlo así. Al menos, no la parte de la hipotética ruptura. Era mi miedo el que hablaba. Y él tiene razón: me ESTABA compadeciendo a mí mismo.

Estaba acojonado por todo lo que pasó anoche con mi padre. Por no mencionar todo lo que pasó DESPUÉS. Cuando me puse a llorar en los brazos de su padre. ¡He llorado en los brazos de su padre! Dejo salir otro quejido.

—¿Y si lo he perdido para siempre esta vez? Chen y Lay niegan de inmediato con la cabeza.

—No lo has hecho —me asegura Chen.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque te ha dicho que te quiere.

—Estúpido idiota —añade Lay con una sonrisa. «Te quiero, estúpido idiota». No son las palabras que un hombre quiere oír. Las primeras dos sí, por supuesto. ¿Pero las últimas? Ni de coña.

—¿Cómo puedo arreglar todo esto? —pregunto, suspirando.

—Rápido. Escribe otro poema — sugiere Chen. Frunzo el ceño en su dirección.

—Yo creo que lo que dice C tiene su punto —dice Lay—. Creo que la única manera que tienes para salvar esto es hacer otro gran gesto. ¿Qué más había en la lista esa?

—Nada —gimo—. Hice todo lo que ponía. Lay se encoge de hombros.

—Entonces se te tiene que ocurrir otra cosa. ¿Un gran gesto? Soy un tío, joder. Necesito asesoramiento.

—¿Va a volver Minie? —le pregunto a Chen. Él sonríe a mi tono de súplica.

—Incluso si volviese, no voy a dejar que lo interrogues. Vas a tener que arreglar esto tú solito… Hay una pausa y después…

—Estúpido idiota —dicen mis amigos al unísono.

Aquí vamos de nuevo, otra vez tiene que arreglar sus mensadas.

Jejeje ya casi acabamos esta historia, así que solo faltan dos capitulos y el epílogo y adiós.

Gracias por leer y por sus estrellitas.

Nos leemos mañana.

Tu y yo (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora