Kyungsoo

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Mi padre aún no ha llegado al Coffee
Hut cuando entro, así que voy a la barra
a pedir un té verde y después busco un
par de sillones cómodos en una esquina
del local.

Es sábado por la mañana y la cafetería está desierta. Imagino que la mayoría de la gente estará probablemente curándose de sus resacas de la noche del viernes.

Cuando me acomodo en el sillón aterciopelado, la campana sobre la puerta tintinea y mi padre entra en la cafetería. Está vestido con su chaqueta marrón característica y unos pantalones caquis almidonados, un modelo al que mi madre siempre llama su «look de profesor serio».

—Hola, cariño —me saluda—. Voy primero a por un café.

Un minuto más tarde, se une a mí en la
esquina; parece más agobiado que de
costumbre.

—Siento llegar tarde. Pasé por la oficina a recoger unos papeles y una estudiante me retuvo. Quería hablar de su proyecto de fin de semestre.

—No te preocupes, acabo de llegar.

—Abro la tapa de mi taza y el vapor sube hasta mi cara. Soplo el líquido caliente un instante y después le doy un sorbo—. ¿Qué tal tu semana?

—Caótica. Me preocupaba la calidad de los trabajos que me estaban entregando, así que he ampliado las horas de tutoría para que los estudiantes que tengan dudas sobre el examen puedan venir. He estado en el campus hasta las diez de la noche cada día. Frunzo el ceño.

—Sabes que tienes un asistente, ¿verdad? ¿No te puede ayudar?

—Lo hace, pero ya sabes que me gusta interactuar con mis alumnos. Sí, sí que lo sé. Y estoy seguro de que, justo por eso, todos sus estudiantes lo adoran. Mi padre enseña biología molecular para estudiantes de postgrado en Briar, un curso que no creo que sea demasiado popular; sin embargo, hay hasta lista de espera para entrar en su
clase.

Me he sentado en algunas de sus conferencias durante los últimos años, y tengo que admitir que tiene una manera estupenda de hacer que un material absolutamente aburrido parezca interesante.

Mi padre sorbe su café, mirándome por encima del borde de la taza.

—Bueno, he hecho una reserva en el Ferro para el viernes a las seis y media. ¿Le va bien al cumpleañero? Elevo las cejas. No soy PARA NADA de ese tipo de personas que adoran los cumpleaños. Prefiero las celebraciones de perfil bajo, y en mi mundo perfecto ni siquiera se celebraría.

Pero mi madre es un monstruo de los cumpleaños. Fiestas sorpresa, regalos de broma, obligar a los camareros a cantar en restaurantes…

Lo que quiere es infligir la mayor cantidad de dolor y tortura posible. Creo que le da un chute de adrenalina avergonzar a su único hijo. Pero desde que se mudó a París hace tres años, no he tenido la oportunidad de pasar mi cumpleaños con ella, así que ha reclutado a mi padre para que tome el control en las funciones de humillación.

—El cumpleañero solo aceptará ir si puedes prometer que nadie le va a cantar nada en la mesa. Mi padre palidece.

—Señor, ¿crees que YO quiero pasar por eso? De ninguna manera, cariño. Vamos a tener una cena agradable y tranquila, y cuando hables con tu madre y le cuentes cómo ha ido, puedes decirle que una banda de mariachis se acercó a nuestra mesa y te cantó solo a ti.

—Trato hecho.

—¿Seguro que no te importa que no cenemos el día de tu cumpleaños? ¿De verdad? Si quieres celebrarlo la noche del miércoles, puedo cancelar las horas de tutoría.

—El viernes es perfecto —le aseguro.—Muy bien, en ese caso tenemos una cita. Ah, y hablé con tu madre de nuevo ayer por la noche —añade—. Me preguntó si habías reconsiderado lo de cambiar tu vuelo a mayo.

Le encantaría verte durante tres meses en lugar de dos. Dudo un instante. Me apetece muchísimo visitar a mi madre este verano, pero ¿tres meses? Incluso dos es demasiado…, por eso insistí en volver la primera semana de agosto, a pesar de que el semestre no empieza hasta final de mes.

A ver, no quiero que se me malinterprete: yo adoro a mi madre. Es divertida y espontánea, y tan dicharachera y llena de vida, que es como tener a tu propia animadora personal agitando sus pompones mientras te persigue.

Pero a la vez es…agotadora. Es una niña en el cuerpo de una mujer adulta, que actúa dejándose llevar por sus caprichos, sin detenerse a tener en cuenta las consecuencias.

—Lo pensaré —respondo—. Tengo que pensar si tengo la energía suficiente como para seguirle el ritmo. Mi padre se ríe.

—Bueno, ambos sabemos que la respuesta a eso es «no». Nadie tiene energía suficiente para seguirle el ritmo a tu madre, cariño.
Desde luego, ÉL no la tuvo, pero por suerte su divorcio fue amistoso al cien por cien.

Creo que cuando mi madre le dijo que quería dejarlo, mi padre se sintió más aliviado que disgustado. Y cuando decidió mudarse a París con el propósito de «encontrarse a sí misma» y «volver a conectar con su arte», él la apoyó en todo.

—Te diré algo este fin de semana, ¿de acuerdo? —Voy a coger mi té, pero mi
mano se congela cuando suena el
tintineo de la puerta de nuevo.

Un chico de pelo oscuro con una chaqueta de hockey de Briar entra y, por un momento de infarto, creo que es JongIn.

Pero no. Es otro chico. Más bajo, más
ancho y no tan devastadoramente guapo.
La decepción palpita en mí, pero me obligo a quitármela de encima. Incluso si JongIn hubiese entrado por esa puerta, ¿qué espero que pueda pasar?: ¿que se acerque a la mesa y me bese?, ¿que me invite a salir?

Ya, fijo que sí. Le di un orgasmo anoche y ni siquiera se quedó el tiempo suficiente para darme un beso de despedida. Así que sí, tengo que enfrentarme a los hechos: solo soy uno más en la larga lista de conquistas de Kim JongIn.

Y honestamente, me parece perfecto que sea así. Por muy decepcionante que haya podido ser, eh… haber sido «conquistado» por JongIn, es, de lejos, el momento más destacado en mi primer año de universidad.

No pues si entiendo a Kyungsoo, sería genial ser conquistada por JongIn ahh.

Ahora sí está historia será actualizada todos los días, tal vez un capítulo o dos.

Gracias por leer y por sus estrellitas.

Nos leemos mañana o de rato 🤷

💋

Tu y yo (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora