Kim JongIn

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Publicaré dos capítulos en este tramo de tiempo ya que mañana no podré hacerlo, así que disfruten que esto se pone bueno.

Siempre me he negado a usar el alcohol
como herramienta para el olvido. Si estoy triste, o cabreado, o dolido, lo evito a toda costa, porque me aterroriza la idea de llegar a depender de eso demasiado algún día.

La idea de convertirme en un alcohólico.
Pero joder, ahora mismo me vendría muy bien un trago. Luchando contra mi impulso, paso corriendo junto al mueble bar del salón y voy hacia la puerta corredera de la cocina.

Tabaco. Un hábito igualmente destructivo, pero que en este momento es el mal menor. Inundaré mis venas con nicotina y tal vez eso me ayude a que pase la enorme bola de culpabilidad que tengo instalada en la boca del estómago.

—¿Todo bien?

Yo, un jugador de hockey grande y fuerte, salto un metro en el aire al oír la voz de Minseok. Me doy la vuelta y lo veo allí de pie en el fregadero, con un vaso vacío en la mano. Estaba tan ensimismado que he debido de pasar justo por delante de él  en mi carrera hacia la puerta.

¡Dios! Es la ÚLTIMA persona que quiero ver en este momento. Y mira por donde, lleva puesta otra vez la camiseta de Chen. Restregándome lo suyo por toda la cara ¿no?

—Sí, todo bien —murmuro, alejándome de la puerta. Cambio de planes. Ya no necesito una sobredosis de nicotina. Mi objetivo ahora es esconderme en mi habitación.

—JongIn. —Se acerca a mí con pasos
cautelosos—. ¿Qué está pasando?

—Nada.

—Mentira. Pareces disgustado. ¿Estás bien?Me estremezco cuando me toca el brazo.

—No me apetece hablar, Minseok. De verdad que no me apetece nada. Sus ojos analizan mi rostro.

Durante tanto tiempo, que me retuerzo
incómodo en mi sitio y rompo el contacto visual. Intento dar un paso más, pero él me detiene de nuevo: bloquea mi camino a la vez que emite un gemido de frustración.

—¿Sabes qué? —anuncia—. Ya no puedo soportar esta mierda más. Parpadeo con sorpresa.

—¿De qué estás hablando? En lugar de responder, me coge del brazo con tanta fuerza que es un milagro que no me lo disloque.

A continuación, me arrastra a la mesa de la cocina y me empuja con fuerza hasta sentarme en una silla. Dios. Su fuerza es increíble para alguien tan pequeño.

—Minseok… —empiezo, inquieto.

—No. Se ha acabado esto de andarse
con rollos. Vamos a zanjar esta historia.

—Tira de una silla y se sienta a mi lado
—. Chen me dice siempre que lo superarás, pero no hace más que empeorar, y no me gusta esta sensación incómoda que hay entre nosotros.

Antes pasabas el rato con nosotros, venías al Malone’s y veíamos pelis; ahora ya no, y echo de menos salir por ahí contigo ¿vale?

—Está tan cabreado que puedo ver cómo le tiemblan los hombros—. Así que vamos a aclarar las cosas entre nosotros, ¿vale? Enfrentémonos con lo que sea directamente.

Coge aire en una respiración profunda, me mira a los ojos y me pregunta:

—¿Sientes algo por mí?

Oh, joder.

¿Por qué no me habré ido directamente a mi habitación? ¡¿Por qué?!

Aprieto los dientes y echo mi silla hacia atrás.

—Bueno, esto ha sido muy divertido, pero creo que voy a ir arriba ahora a pegarme un tiro.

—Siéntate —dice con severidad. Mi culo se queda en el aire sobre la silla, pero lo directo de su tono me recuerda demasiado al entrenador Jensen echándonos la bronca en los entrenamientos, y mi miedo a la autoridad gana la partida. Me dejo caer y dejo salir un suspiro cansado.

Tu y yo (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora