Capitulo 2. Despedida

171 16 2
                                    


Es lunes, apenas he dormido. No solo por el calor, buscar otro sitio donde vivir o pasarme dos días de limpieza, guardando mis cosas, sino por mi cabeza dando vueltas. En algún momento durante este fin de semana cuando iba a comenzar a dormirme mi cabeza decidía volver a pensar en el hombre del ascensor, que sabe dónde vivo y me ha mandado dos faldas nuevas como compensación por la que, siendo justos, yo había roto primero. 

Me levanto y me preparo un café bien cargado, necesito despejarme. Mientras pongo algo de leche y azúcar miro la tarjeta que estaba pegada en la caja de las faldas. No le he llamado, ni le he dado las gracias por darme algo que no tenía por qué darme, pero está claro que debo hacerlo, lo que me da un poco de mal rollo es el no saber cómo conoce mi dirección. Cojo la tarjeta y la guardo en mi bolso. Son las siete y media de la mañana por lo que, tras tomarme el café y un bollo, decido vestirme. Como solo he de ir a firmar mi finiquito no voy a vestirme como si fuera a trabajar un día cualquiera así que decido ponerme un pantalón tejano de talle alto y una camiseta de manga corta negra, lisa, con un par de botones en la zona del pecho y un pequeño bolsillo inservible a la derecha, por supuesto quiero andar cómoda así que remato el modelito, de lo más corriente, con mi convers negras, me hago una coleta alta y cojo mi bolso. Ni tan siquiera me preocupo por maquillarme, ya me da igual. 

Mientras estoy en el autobús de camino al trabajo miro en mi teléfono a ver si consigo encontrar otro trabajo pronto, pero no encuentro nada relacionado con lo que he estado haciendo este último año. Entonces me llega un mensaje de mi amiga Claudia. 

"nena, esta tarde paso con la furgo a por ti y tus trastos? 😉" 

Sonrío con su mensaje. Claudia es amiga mía desde que teníamos 12 años, nos conocimos en el instituto, fuimos inseparables hasta los 18 pero poco a poco nos fuimos alejando. Cuando cumplí los 23 volví a encontrármela de casualidad un día de fiesta y fue como si nunca hubiéramos dejado de comunicarnos en esos cinco años que no nos vimos. Ahora ambas tenemos 25 y pese a que nuestra relación ha sido algo intermitente siempre hemos podido contar la una con la otra para cualquier cosa. ¿Qué estamos 3 meses sin hablarnos, pero necesitamos dialogar con la otra? No hay problema, quedamos y hablamos como si nos hubiéramos visto ayer mismo. Para mí es una relación fantástica y sinceramente espero que no se me joda ahora que voy a estar viviendo con ella en la habitación que tiene de sobras. Va a ser algo temporal y es por ese motivo por el que necesito encontrar otro trabajo y luego un apartamento lo bastante asequible a mi bolsillo. Le contesto con un emoticono sonriente y le mando besitos antes de bajarme en mi parada. 

Una vez dentro del edificio donde he trabajado durante un año de mi vida me dispongo a pasar por última vez mi tarjeta de trabajadora, y por un instante pensé que ya la habrían cancelado, pero para mi sorpresa no es así. Subo hasta la planta catorce, en ascensor, si, esperando que no se pare esta vez. Por suerte llego sana y salva a la planta, prácticamente vacía. Mi jefe ya ha llegado, lo puedo ver porque la puerta de su despacho se encuentra abierta, suele ser un impuntual, según dice, porque siempre llega antes de su hora. Aun no dan las nueve, pero a pesar de eso avanzo hasta su despacho. Toco en la puerta abierta para llamar su atención.

-Hoy que se supone que ya no viene a trabajar y llega antes de hora- me dice con una sonrisa sarcástica en su cara. Jhon Meyer, que así se llama, tiene 45 años, divorciado en dos ocasiones y cinco hijos, ni más ni menos. Es un perla, todo sea dicho. No es un hombre feo, pero tampoco se le puede llamar atractivo, y sinceramente perdería el tiempo con el hecho de describirlo. 

-Eso parece- le contesto con otra sonrisa. Se acerca a su mesa y se sienta.
– cierra la puerta- me pide mientras busca algo entre sus papeles. Hago lo que me dice y me siento frente a él. El hombre saca unos papeles grapados, mi despido. Me empieza a explicar que es lo que pone en ellos, mientras se levanta de su silla y comienza a andar por el despacho, y que si firmo estoy aceptando que me despiden, por supuesto es un despido procedente por lo que no hay indemnización que valga. Es en ese momento, mientras leo los papeles, que escucho el "clic" de la puerta, voy a girarme cuando me doy cuenta de que Jhon se encuentra más cerca de mí de lo que esperaba. 

Moxie #Stone1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora